Capítulo 7: La cita

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(Thompson)

La tarde de verano había caído sobre el Parque General San Martín en Mendoza, la capital de Santa victoria, y las ganas de poder estar con Alex perecían la pena. Ya que después de lo que pasó con mi padre, la llamé a la noche, después de ignorar a mi padre por completo todo ese día. No estaba bien, estaba nervioso y emocionado por nuestra primera cita, nos encontramos en la entrada del parque, junto al imponente Monumento al Ejército de Los Andes, que recordaba la gesta del General San Martín y sus soldados.

Ambos nos miramos con una sonrisa tímida y nos saludamos con un abrazo amistoso. Yo vestía, con mi camisa de cuadros y mi pantalón caqui favorito, me veía casual pero elegante, mientras que Alexandra lucía un vestido ligero con flores y una chaqueta de jean, perfecto para la estación.

Comenzamos la cita recorriendo el parque, disfrutando del aire fresco y el paisaje que ofrecía el lugar. Mientras caminábamos por los senderos bordeados de árboles, conversábamos animadamente sobre sus pasiones e intereses. Alexandra, una amante de la naturaleza y la fotografía, no pudo resistirse a sacar su cámara y capturar algunas imágenes del entorno otoñal. Ella me hacía feliz, me hizo olvidar la razón por la que mi mejor amiga me había dejado de hablar. Le contaba a Alexandra sobre mi amor por la literatura y el Fútbol Americano y cómo solía visitar el parque para leer a veces y encontrar inspiración. Al llegar al Rosedal, se sorprendieron al encontrar aún algunas rosas en flor, y ella aprovechó para tomar algunas fotos más, mientras yo le señalaba las especies que reconocía.

Decidimos hacer una pausa en el paseo y nos sentamos en uno de los bancos de madera junto al lago, con el Cerro de la Gloria de fondo. El sol comenzaba a despedirse, tiñendo el cielo con tonos anaranjados y rosados, reflejándose en el agua del lago. Saqué de mi mochila una manta y una pequeña cesta de picnic, que contenía empanadas mendocinas, quesos, frutas y una botella de Coca-Cola. Mientras compartíamos la comida y el refresco, Alexandra y yo logramos conocernos más profundamente, compartiendo historias sobre nuestras familias, amigos y experiencias de vida. Las risas y las miradas cómplices se sucedían mientras la tarde se convertía en noche, y las luces del parque comenzaban a encenderse, brindándonos un ambiente íntimo y romántico.

Una vez que terminamos la cena improvisada, decidimos caminar hasta el mirador del parque, para tener una vista panorámica de la ciudad de Mendoza. Desde allí, con las luces de la ciudad brillando a sus pies, en esa caminata tomé la mano de Alexandra y, mirándola a los ojos, le dije lo mucho que había disfrutado esa primera cita. Alexandra, con una sonrisa iluminando su rostro, me respondió que también había sido una tarde maravillosa para ella. En ese momento, el cielo nocturno se iluminó con cada luz del lugar y luego la abracé.

— Gracias, Alex. — le agradecí.

— De nada, en caso de que estés abrumado no dudes en llamarme, Thompson.

— No lo dudaré, te quiero. — le dije mientras me acercaba a ella para darle un beso en la mejilla.

— Yo también te quiero. — me decía mientras le daba un pequeño beso en la mejilla.

Después de aquella cita volví a casa, mi relación con mi padre fue horripilante durante varios meses. A veces no entiendo por qué hizo esto, por qué hizo todo esto, pero aún no tengo respuestas. Olvidar a Lila será difícil y enfocarme en otras personas será complicado, porque no he conocido a chicas que me hayan gustado a tal punto de enamorarme de ella.

Alex me hace sentir bien y olvido preocupaciones de la nada, a veces creo que Dios me ha mandado un ángel de la guarda para reparar mi corazón y curar las heridas de mi corazón. Ella es divertida, su cabello tan radiante y sus ojos, pardo, me producen una sensación rara en el corazón, como si hubiera hechizado mi alma...

(Alex)

Al volver a la academia me encontré a un muchacho misterioso, que me llevó por delante mientras iba hacia mi cuarto. Luego de regañarlo unos ángeles lo detuvieron en el pasillo principal de las habitaciones de clases. Aquel chico tenía cabello color café con mechas rubias, en una parte de su ojo derecho llevaba una mancha en forma de rayo color rojo claro. Era definitivamente un diablo. Su mirada ante mis compañeros y hacia mí fue dominante, sus ojos se tornaron amarillos y se desvaneció el color marrón claro.

Aquel chico hizo uso de sus poderes divinos para poder quitarse tanto de mí y de mis compañeros, fue así que nos apartó del camino para continuar con el suyo arrojándonos al suelo de manera telepática. Caleb se acercó a nosotros y nos ayudó, y nos dijo que ese diablo era nuevo, que no conocía las reglas.

— Debiste dejarlo ir, Fernanda. — me dijo mencionando mi verdadero nombre.

— Lo sé, pero... ese diablo es diferente, raro. — le comentaba mientras me levantaba del suelo.

— Creo que a partir de ahora vas a tener que tener más cuidado.

— Sí, creo que va a ser mejor tener cuidado con eso.

Ambos nos miramos y nos dirigimos a la sala de humanos asignados y vimos que en realidad, tanto Thompson y Lila no estaban allí, nos dimos cuenta que ellos eran humanos híbridos, uno era un demonio con todas la letras y la otra un ángel que a la vez era un demonio. No podíamos creerlo y el gran Cesar Golverk, uno de los ángeles supremos y Saint Galcafar un demonio que se coloca a la derecha del señor de las tinieblas, nos contaron las historias de aquellos chicos. El padre de Thompson se enamoró de su humana asignada y tuvieron a su pequeño Thomson, el ahora mariscal de campo y futuro abogado de la ciudad; por otra parte Sebastián dejó el inframundo cuando se enamoró de Kiara, un ángel, a su vez ellos habían tenido a Lila y a su hermana Diana, Sebastián para protegerlas de su origen, le mintió a sus hijas. Que ambas familias tenían negocios ilícitos y un miembro de las familias, no quiso participar y a uno de ellos lo dejaron con un castigo eterno.

— ¿Por qué pasó esto? — pregunté.

— El corazón y el alma no eligen a quien amar, convirtieron lo prohibido en hábil y tuvieron castigo eterno tanto Carlos, como la familia Romero Jamaux. — contó Cesar Golverk mientras nos mostraban una presentación.

— Conozco ese castigo, vida mortal eterna para él o la que desobedece al señor y sus designios, sobre todo si de su descendencia trata. — aportó Caleb.

— ¿Qué pasa si nosotros repetimos esa historia o nos enamoramos de algún hibrido como ellos? — pregunté para sacarme la duda mientras me sentaba en uno de los sillones de la habitación.

— Mientras que puedan convertir a estos chicos en lo que verdaderamente deben ser, sea diablo o ángel podrán romper el castigo. — advirtió Saint Galcafar mientras nosotros no entendíamos como esto era posible y como lo habían ocultado. — sin embargo nadie ha podido romper ese castigo.

— Eso significa que tenemos que demostrarle a Dios que estos híbridos decidieron el camino del bien, verdad. — dijo Caleb ante los supremos seres divinos, solo debajo de Dios y el señor de las tinieblas.

— Exactamente, Caleb.

Luego de esa charla me decidí a hacer que Thompson tomara el camino del bien y hacer que dejara a un lado los celos hacia Lila y dejara atrás su amor por ella. Quería evitar que él hiciera lo mismo que su padre, no por pena, porque su corazón y alma.

No puedo creer que luego de haber escuchado aquella historia siga pensando en aquel chico, mi alma está apegándose a la suya, no puedo entender que es lo que mi alma siente, si pena por él o compasión. O quizá cariño hacia el hijo de un diablo castigado en la tierra. Aún no lo sé, pero en principio debo saber qué es lo que pasó con Thompson y su madre humana, y además, descubrir quién era aquel diablo que irrumpió en mi camino en aquel pasillo.

¿Quiénserá aquel tipo?

Hasta que el cielo nos separeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora