Capítulo 3: El ático

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(Sebastián)

Por la noche no puedo dormir por ese sueño, ese mal sueño que rondaba en mi cabeza y no me dejaba dormir. No puedo creer que siga soñando con Kiara, el amor de mi vida y el ángel de mi corazón, ojalá volviera a mí. No puedo dejar de pensar en el día de mi muerte y en la forma en la que me arrastraron, aún lo recuerdo noches en las cuales lloraba en secreto por lo que ocurrió, aquellos disparos asesinaron mi corazón. Al día siguiente, me desperté, desayuné, me lavé los dientes y me vestí para trabajar en la oficina y por último despedí de la familia y me marché. En el auto aún seguía pensando en el sueño tan horrible, que me atormentaba la cabeza, solo me preguntaba cuando dejaría de pensar en mi vida pasada, me desvié de mi trabajo y decidí ir al cementerio, un lugar tan sombrío que un alma positiva no podría resistir.

Estando allí, vi a una figura blanca en uno de los senderos y no dudé en acercarme, al ver más de cerca, era un ángel, una chica hermosa radiante, que al acercarme a ella le pregunté qué hacía en la tumba de Kiara, a lo que ella me respondió que era un secreto que jamás le contaría a nadie que conociera.

— Podríamos empezar por conocernos.

— ¡Soy yo Sebastián, sé que me has buscado por el sueño! — exclamó ella.

— No puede ser, mi amor...

— Un placer es volver a verte. — dijo amablemente acariciando mi rostro.

— Ahora dime... ¿por qué quieres que se sepa la verdad? — pregunté mientras sentía su ser junto a mí.

— El mesero es un ángel, como yo. — me confesó ella mientras me explicaba cosas que no entendía. — Lleva a las niñas a allí, Lila es igual a ti, un demonio en la tierra en forma humana y Daiana es como Caleb... ellas deben subir a ese ático.

Me negué a todo, porque sabía que volver al pasado era imposible y no volvería a esa época tan oscura de nuestro pasado. El gran secreto que ambos ocultamos es que nadie debe saber de nosotros y nadie debe saber de mí, un fiel servidor del señor de las tinieblas, quien se enamoró de un ángel y tuvo el más grande sacrilegio...

— ¿Por qué no me haces caso? — preguntó sorprendida.

— No podemos hacer nada juntos yo quiero seguir estando en esta vida con mis hijas y con todo este juego, el señor oscuro perdonó nuestro sacrilegio, el peor pecado que un ángel y un demonio podrían cometer. — le recordaba.

Kiara quería que Lila y Daiana supieran quienes éramos nosotros para esas niñas, por dentro ya sabía que ella no se arriesgaría a volver a la tierra, ese ático estaba llena de fotos nuestras y videos míos con ella y nuestras hijas.

— ¿Nos matarán, Kiara? — le pregunté a ella mientras recordaba el día en el que le arrebataron su vida terrenal.

— Nos perdonarán, pero yo debo quedarme en el cielo, porque ese ha sido mi castigo.

— Eso es lo más injusto del mundo. — me quejé.

— Lo sé, pero no se puede hacer nada...

— ¿Qué tiene de malo amarnos? — le pregunté indignado. — Te juro que daría la vida por besarte nuevamente.

— Y yo, amor de mi vida... debes hacerlo, por mí... por ambos. — insistió.

Después de aquella charla fui a casa y avisé al trabajo que tenía complicaciones y que trabajaría desde casa y apenas llegué me dirigí al ático, abrí, entré y cerré. En ese momento vi todas mis cosas y las de Kiara, el amor de mi vida. Estando allí me senté en uno de los sillones y tomé un almohadón, y con rabia grité en él mientras lloraba y me enojaba con el infierno y el paraíso. ¡¿Por qué mierda no puedo estar con quien amo, universo?! Gritaba por dentro deseando que mi castigo en esta tierra se acabara...

El ático ha sido un túnel del tiempo del cuál quería salir de él en cuanto fuera, pero no lo lograba, viendo fotos del pasado entendí que el cielo nos separa por el pecado llamado "amar".

(Lila)

Luego de unos meses descubrí que podría ir en secreto al ático y descubrir que había allí y eso hice me atreví a entrar y al querer abrir la puerta, aquella estaba cerrada y decidí buscar a la ama de llaves, Petruzzia y ella me dijo que ella no tenía aquellas llaves, entonces decidí esperar hasta que Didi llegara y me fui de la casa para distraerme, la limusina que nadie usaba la pedí para mí y me dirigí al restaurante en dónde pensé en encontrar al chico de mis sueños. Mientras mi custodia me dejaba allí cerca del lugar, vi a Caleb caminar por uno de los senderos del parque, cerca de su trabajo y corrí hacia él.

— Hola Caleb. — lo saludé mientras una sonrisa se pintaba en mi rostro.

— Hola Lila, que alegría verte. — me sonrió y yo caí como boluda a sus brazos, ante él momo si fuera una idiota.

— Perdón si te asuste. — me disculpé con él y nos tomamos de la mano y me miró dulcemente.

— No pasa nada.

— El otro día fui al restaurante y no te vi. — admití.

En ese momento estaba algo nerviosa, ya que no quería parecer una maldita acosadora, sino que me atraía de una manera inexplicable. Cuando miraba su rostro y escuchaba su voz era... sentirte en las nubes.

— Ni puedo creer... de seguro fue cuando tenía que estudiar en casa. — dijo algo nervioso, pero aun así continuamos caminando.

— Así es... y estuve con mis amigos. — le contaba mientras nos dirigimos a una zona del parque con luz.

— ¿Se divirtieron?

— ¡Claro! — exclamé con una sonrisa. — Rememoramos un montón de recuerdos, reímos y hablamos de varias anécdotas pasadas.

— Yo suelo pasar ese tiempo con amigos y lo adoro. — confesó mientras nos sentamos en el césped y luego me miró fijamente de manera cariñosa. — ¿puedo preguntarte algo?

— Escúpela, dilo.

— ¿Te gusto o me parece? — escupió su pregunta y yo no sabía que decir, pero me arme de valor para decirle lo que no podo esperarse.

En ese momento mis nervios se activaron y de a poco todo fluía de la mejor manera, su perfume tan particular, sus ojos y mirada, sus labios tan deseables... hacían que mis hormonas se encendieran sin que entendiera nada de lo que sucedía.

— Depende...

— ¿De qué depende?

— De lo que tú mismo sientas por mí.

— ¿De veras?

— Así es... — le sonreí y él se acercó a mí para que mi frente y la suya poco a poco se unieran de a poco para llegar a lo que mis tontas hormonas esperaban.

— Me muero por ti, Lila...

En el momento que mis hormonas pedían lo interrumpí para alejarme de él y luego apartarlo de mi lado, para evitar un beso con alguien que no conocía. Me intrigaba saber acerca de él.

— ¡Alto! — exclamé y luego le propuse conocernos, para animarnos a lo que fuera, pero primero debíamos conocer algo del otro.

— Te esperaré lo que sea necesario... lo prometo.

No quería parecer muerta de hambre por un hombre, ya caí en los brazos de Vicente y no quiero que me mire como una puta ofrecida. Dejamos de caminar y nos muramos cada cosa de nosotros al oído, luego reímos y le conté un poco de mí y yo escuché sus susurros, entre susurro y susurro nos mirábamos a los ojos y sentí que estaría a salvo con un ángel bondadoso y bueno como él.

Al volver a casa recordé ese momento tan memorable, sentía que estaba en mi lugar feliz y por un segundo dejé de pensar en el equipo y en mis deberes, después de todo, yo misma le pedí a Dios un ángel que me protegiera y al parecer ese ángel es... Caleb.

¿Serás tú Caleb?

Hasta que el cielo nos separeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora