Capítulo 4: El amor trasciende dimensiones

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(Fernanda)

Durante mucho tiempo, más o menos algunos meses, estuve teniendo encuentros amorosos con Thompson. Nuestras conversaciones eran profundas y significativas, explorábamos nuestros gustos y disgustos, y parecía que compartíamos una conexión única. A medida que pasaba el tiempo, ambos fuimos perdiéndonos en el abismo del amor, aunque sabíamos que nuestras circunstancias nos impedirían estar juntos.

Debía protegerlo, no enamorarme y a pesar de la atracción y la intensidad de nuestros sentimientos, llegué a estar al borde de perder mi virginidad con él. Sin embargo, un veto en mi interior, una voz que me advertía de las consecuencias, me detuvo en el último momento. Recordé la antigua leyenda que habíamos escuchado tiempo atrás, y su advertencia resplandeció en mi mente.

Nuestros encuentros continuaron en mi forma humana, sin que él supiera nada y después de una discusión acalorada, algo mágico sucedió. En medio de la tensión y la pasión, Thompson no pudo contenerse y me besó. Mi sorpresa y desconcierto me dejaron sin palabras.

— Thompson, sabías que no podemos hacer esto —le dije con firmeza.

— Perdón, fue un impulso —se disculpó, con pesar en sus ojos.

— Deja tus malditos impulsos para otra cosa... te dije que no me besaras —repliqué, enfadada por la falta de control.

— Yo solo pensé que...

— Te amo, pero no podemos estar juntos. Solo podemos ser amigos y nada más. No podemos... es un sacrilegio, lo siento —expresé con tristeza, luchando contra mis propios sentimientos.

Thompson, sin embargo, hizo una observación que me hizo cuestionar mis propios deseos.

— Me parece que estás pensando en el alma que te llevaste, ¿no es así? Lo querías para ti, Lila, para ti y nada más que para ti.

Su pregunta me dejó perpleja, sin saber cómo responder. La confusión y la lucha interna se reflejaban en mi rostro mientras intentaba tomar una decisión que podría herir a alguien, incluido Thompson, a quien sabía que estaba lastimando con mi indecisión.

(Beracxin)

Una noche, cegado por la rabia y la desesperación, salí al balcón de mi alcoba. Con una cuchilla en mano, decidí cortarme las venas de mi brazo en un acto de autodestrucción, una expresión física del dolor que sentía en mi interior. Cada corte me recordaba a las heridas emocionales que me había infligido al no poder elegir entre dos amores imposibles. La sangre brotaba, y el dolor físico era tan intenso como el tormento emocional que me carcomía.

No dejaba de pensar en el caos que Fernanda había desencadenado en mi vida, en las decisiones que me forzó a tomar y en las heridas que dejó a su paso. Mi desesperación llegó a un punto crítico. Onari, mi compañera demonio, me encontró en el balcón, con mi cuerpo y ropas cubiertas de sangre, en un estado lamentable. Después de ese episodio, las lágrimas se convirtieron en mi única compañía constante.

— Te digo algo... cortarte las venas no es un chiste, es grave... al menos para los humanos —me regañó Onari, preocupada por mi estado.

— Tú nunca tuviste un amor imposible y nunca tuviste que enfrentar la elección entre dos personas, a menos que lo hicieras en tu vida anterior —respondí amargamente.

— Y a mí qué me importa lo que hice en mi vida anterior. Estoy viviendo el ahora, contigo. No quiero volver a encontrarte en el balcón, cubierta de sangre, con tus venas regenerándose, y tu alma y cuerpo destrozados. Solo prométeme que no lo volverás a hacer.

Hasta que el cielo nos separeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora