Capítulo 2: Amores eternos

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(Daiana)

Acepté la invitación de Alejo con una sonrisa nerviosa, y juntos caminamos hacia un pequeño café cercano. Mientras entrábamos, el aroma del café recién preparado llenó mis sentidos, creando una atmósfera acogedora y cálida. Nos sentamos en una esquina tranquila del café, rodeados por el murmullo suave de la gente y el tintineo de las tazas y los platos.

Alejo, un joven estudiante de cine con ojos llenos de entusiasmo, comenzó a compartir sus planes futuros y sus intereses en el mundo audiovisual. Cada palabra que decía estaba impregnada de pasión, y su emoción era contagiosa. Hablaba sobre las películas que amaba, los directores que admiraba y sus sueños de algún día crear su propia obra maestra cinematográfica. Me sentí cautivada por su energía y su determinación, y me encontré admirando su dedicación a su pasión.

Mientras tanto, yo, Daiana, una joven de dieciocho años que aspiraba a entrar a la universidad, compartí mis propios sueños y aspiraciones. Le hablé sobre mi amor por la literatura y cómo soñaba con convertirme en escritora algún día. A medida que compartía mis esperanzas y temores, sentí una conexión especial con Alejo, como si nos entendiera en un nivel más profundo.

Después de terminar nuestros cafés y seguir charlando por un rato más, decidimos intercambiar números de teléfono y concertar una cita para salir juntos nuevamente. Antes de despedirnos, Alejo me abrazó con calidez, y sus palabras finales resonaron en mi corazón. "Espero seguir viéndote en el futuro", dijo con una sonrisa sincera.

A partir de ese día, Alejo y yo comenzamos una relación que cambiaría nuestras vidas para siempre. Juntos, descubrimos el valor de la amistad y el amor verdadero, apoyándonos mutuamente en nuestros sueños y desafíos. Exploramos el mundo con ojos curiosos y corazones abiertos, enfrentando cada obstáculo con valentía y determinación.

Con Alejo a mi lado, aprendí que el amor puede ser una fuerza poderosa que nos impulsa a ser mejores versiones de nosotros mismos. Cada día a su lado era un regalo, lleno de risas compartidas y momentos especiales. Nuestra historia estaba llena de risas y lágrimas, pero, sobre todo, estaba marcada por un amor que crecía con cada día que pasaba.

A medida que continuábamos nuestro viaje juntos, me sentía profundamente agradecida por tenerlo en mi vida. Nuestra relación no solo nos unía, sino que también nos hacía crecer como individuos. Juntos, enfrentábamos el mundo con pasión y entusiasmo, sin temor a los desafíos que se presentaban en nuestro camino. Con Alejo, entendí que el amor verdadero podía superar cualquier obstáculo y que la felicidad era mucho más que un final feliz; era un viaje compartido que nos enriquecía y nos hacía más fuertes.

(Sebastián)

La nostalgia de mis recuerdos me abruma mientras observo el horizonte desde el mismo balcón en la academia divina. Aunque soy un hombre, un ángel, la añoranza y el deseo llenan mi ser. El amor que alguna vez tuve, el amor que trascendió la muerte, se siente como una mariposa atrapada en mi pecho, una mariposa que no puede escapar.

El viento sopla suavemente a mi alrededor, susurros de un mundo que ha cambiado desde que nos separamos. Mis ojos, una vez oscuros y llenos de dolor, ahora están llenos de esperanza. Un anhelo profundo se encuentra en mi alma, un anhelo por la eternidad, por un reencuentro con Kiara, la mujer que fue mi esposa y madre de nuestras hijas.

Los recuerdos fluyen como ríos, trayendo imágenes de un tiempo en que la felicidad y la paz eran nuestros compañeros constantes. El amor que compartí con Kiara era como un fuego ardiente, una llama que nunca se extinguiría. Pero la vida y la muerte nos separaron, y aunque intentamos luchar contra el destino, nuestras almas se vieron arrastradas en direcciones opuestas.

Hasta que el cielo nos separeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora