Capítulo 2: El mesero

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(Lila)

Siempre que estoy mal no puedo hablarle a Vicente y siempre fue así, después de pasarme la tarde estudiando, mi padrino decidió que íbamos a salir con mi madre a comer a un restaurante costoso para aliviarla después de toda la carga que tenía en sus hombros. Mi madre esta tan destruida por ver tan enfermos a mis abuelos y lo que nunca pensé era que ella fuera tan fuerte como para soportar estas cosas. Mi sueño es difícil, pero algún día quisiera convertirme en una mujer exitosa para poder defender lo que amo, porque mi madre merece estar bien y que mis abuelos se vayan al cielo sería algo que lloraría, pero sería mejor, porque ya no sufrirían. Pero eso es algo imposible...

Mientras estaba en el restaurante me sentía rara, ya que mi madre y yo no éramos de la alta sociedad, pero mi padrino si y en aquel lugar, luego de sentarme en una de las mesas de afuera del restaurante, mi familia conversaba mientras yo veía mi celular y navegaba por Instagram. Después de unos instantes de haber pedido la comida me levanté de la mesa y me dirigí al baño para hacer mis necesidades, y evitar a mi familia un momento. Cuando iba volviendo a mi mesa vi a un mesero tan bonito... rubio, de ojos celestes, bien entrenado como si fuera el capitán del equipo de futbol americano; y aquí hacemos una pausa, porque mientras iba hacia mi mesa choqué con él y su bandeja vacía. Ambos caímos al suelo y en ese preciso momento en el que lo ayudé con su bandeja nuestras manos se tocaron y nos miramos por unos segundos e inmediatamente le pedí disculpas.

— ¡Perdón! — me disculpé con el mesero.

— Tranquila, lo importante es que estés bien. — me dijo levantándose del suelo. — ¿Está bien, señorita? — preguntó mientras me levantaba.

— Sí, claro, pero... mi nombre es... — le estaba por decir mi nombre, pero mi padrino vino a ver si estaba bien y no pude decirle nada al chico, pero Sebastián, sí.

Mientras se aseguraba de que estuviera bien se las agarró fuerte con el joven mesero y digamos que... fue un grosero de mierda.

— ¡Tenga más cuidado, joven! Insolente. — dijo mientras se alejaba del hall del restaurante para ir a nuestra mesa.

— ¿Qué dijo? — preguntó el muchacho confundido.

— No le hagas caso a mi padrino, es un amargado de mierda a veces. — le sonreí y me dirigí a mi mesa con mi familia.

Al terminar de comer, volví a mi casa y sólo para pensar en ese chico... Querubín, ángel... Mientras estaba en mi cuarto, me levanté a mirar por mi ventana de mi cuarto y pensaba en el muchacho tan inalcanzable en mi vida, miraba hacia el cielo y recordaba, al chico más misterioso que pude haber conocido. A veces al mirar hacia arriba, imaginaba cómo podría ser el cielo, el paraíso, si es bonito o si todos son felices, aunque seguro que lo es. Creo que se nota que es buena persona y que jamás podría dañarme, luego de colmar mi cabeza con ese chico, Nunca pensé que me gustara un mesero. Mientras estaba volviendo a mi cama le rezaba a Dios para encontrar a ese amor que mi alma y corazón deseaban. —"Oh señor ¿ese ángel de la guarda que necesito está en mi camino?"— le pregunté, pero no me respondió con ninguna señal.

Al día siguiente en la clase de la profesora Alicia Smith o la señorita Smith, que es la profesora de literatura, ella es una mujer de pelirrojo con mechas negras, piel pálida, alta y delgada. La mujer hacía muchos años que estaba de profesora y creo que es la única que a veces me comprende y me enseña buenas lecciones. Otra cosa importante... odia que la traten de usted. En el curso yo soy algo callada, hasta que me enojo. Soy aplicada y a veces llevo la tarea. Mientras que Thompson Martinez, el capitán del equipo de futbol americano, pasó al frente para su lección, yo lo miraba desde dónde estaba y me preguntaba ¿Qué le veía al chico este? Quizás que es hijo de un juez de uno de los mejores tribunales del país, en cambio yo lo veía como el mismísimo idiota y conquistador de chicas que se puede encontrar en este mundo. Mientras estaba sentada en mi pupitre, cuando casi todos se habían ido y yo estaba ordenando mis cosas para salir del salón para la hora de la salida y la profesora por primera vez me llamó la atención por nada, diciendo que aguardara.

A la salida del colegio, a Cilia se le ocurrió comprar unas papas de paquete sabor a asado y ají con barbacoa. En un kiosco pequeño cerca de allí. Mientras caminábamos me hablaba del idiota de Vicente y su popularidad y hay algo que todos saben de mi mejor amiga y eso es que cuando habla, no hay quien la pare.

— ¿Qué te parece si hacemos algo divertido?

— Algo como ¿qué? — pregunté mientras íbamos caminando por la calle Emilio Civit paramos en el lado en dónde se ubicaba el orfanato "Sueños de niños".

— Recuerdo este orfanato, viví allí desde bebé hasta mis cuatro años... — me dijo mi mejor amiga.

— ¡Ey! Olvídalo, estoy aquí para ti.

Cilia tenía una historia difícil, pero luego de conocernos, mi familia la adoptó como mi amiga y después de tener ciertos problemas con sus padres adoptivos, mis familiares la hicieron entrar en razón y tuvo una reconciliación.

Mientras paseaba con mi amiga, me notó rara y decidió enfrentarme para saber que le ocultaba y decidió que nos alejáramos del orfanato. De veras que no podía creer que estaba obsesionada con un chico que quizás no podría volver a ver. Y pensar que estaba distraída imaginando y pensando en eso, creo que ocurrió sólo cinco minutos, después de que nos sentáramos en una de las bancas del parque "General San Martín", Cilia empezó a llamarme y mientras continuábamos allí, comenzó a interrogarme.

— Lila Diana Jamaux ¿qué te sucede?— preguntó con curiosidad en su entusiasmo.

— Lo siento. — Me disculpé.

— ¿Estás viva? — retomó el interrogatorio.

— Nada, Cecilia Anabela Fernández.

— Voy a liquidar a ese idiota de Vicente si es él, porque él ya no te merece.

— No lo es, se trata de ayer a la noche... — le confesé.

— ¿Es un muchacho que no es de nuestro mundo? No, mejor es Thompson, al fin te diste cuenta que él es para ti. — decía con un entusiasmo que salía de sus poros.

— No seas imbécil. — le dije riendo.

Luego de la charla Cilia se fue y yo me dirigí en secreto al restaurante al que fui la noche anterior y volví a verlo, pero no me acerqué a él, sino que me descubrió a mí escondida en uno de los árboles de en frente del local. Cuando terminó su turno se acercó a mí y me preguntó que hacía en el restaurante a lo que respondí que sólo buscaba un micro para ir a casa.

— Creo que nadie te enseñó que no debes hablar con extraños. — me sonrió.

— Para mí no eres extraño, te conocí anoche, creo que merezco que me debes... conocer. — le sonreí y él a mí.

— A ver... ¿cómo se llama señorita? — preguntó mientras se intentaba poner serio.

— Lila, soy Lila...

— Caleb, Caleb Rossi, un gusto. — ambos estrechamos nuestras manos y luego nos miramos como anoche, luego besó mi mejilla.

En ese momento sentí paz y toda la angustia que tenía de mis abuelos, mi colegio, mi vida y todo lo que me preocupaba se había ido para siempre. Luego de estar con él, pedí un uber, porque se me hizo de noche y había comenzado a llover y él me llevó al local en dónde nos refugiamos. Después de que llegara mi uber y me fui a casa y al llegar, Daiana me miró al cruzar la puerta y le conté lo sucedido, ella no podía creerlo.

— ¿Cómo que te metió al restaurante?— preguntó mi prima mientras me llevaba hasta mi cuarto y me expulsaba al baño para que entrara en calor.

— Si me dejarás terminar, podría contar. — suspiré mientras abría el grifo de la ducha y recién cuando el agua se templó me metí a la ducha.

— De acuerdo. — dijo mientras que ella se quedaba sentada en la tapa del inodoro interrogándome mientras me duchaba.

Le conté todo y no me interrumpió, lo cual fue un milagro, porque siempre habla encima de mí a veces y me suele irritar, pero en fin me dejó acabar. Más tarde después de la ducha y el chisme en mi habitación, Sebastián nos llevó a la sala de estar y nos habló de algo muy importante. Nos sentamos en los cómodos sillones y comenzó la sesión.

¿Será que me matará?

Hasta que el cielo nos separeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora