2. Jiminenstein

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Mi respiración continuaba agitada. No le quitaba la vista de encima al cuerpo.

¿Vivo? ¿Vivo? ¿¡Cómo podía estar vivo!?

Jamás, en todos mis años trabajando en la Morgue me había tocado atender a alguien que milagrosamente volviera de la muerte...

Aunque científicamente eso es imposible.

Traté de calmarme, me acerqué un poco, pero manteniendo una distancia razonable y comencé a pensar las posibles razones de algo tan imposible.

"Tal vez sí estaba vivo, pero nadie se percató. Lo hallaron a las orillas de un río ¿no? Lo más obvio era que estuviera muerto. Lo hallaron pálido y no parecía tener signos vitales. La golpiza "casi" lo mató, al punto en que su pulso y su respiración se alentaron mucho, pero el asesino lo dio por muerto, y solo para asegurarse lo tiró al río. Sorprendentemente sobrevivió..."

Aún no retiraba mi mirada temerosa de él. Era tan irónico e increíble que me asustara más vivo que muerto.

Me acerqué un poco más.

-Ahm... disculpa... –murmuré-. ¿Podrías... despertar?

Podría sonar estúpido, pero me aterraba tocarlo... es decir, ¡hacía unos minutos estaba haciendo bromas sobre su pene!

De solo pensarlo un exagerado rubor me cubrió el rostro.

"Dios... acaba con esto de una vez..." me rogué a mí mismo.

Puse mi mano sobre su brazo y lo moví ligeramente. Me percaté de que parecía estar cada vez más frío... ¿o era mi imaginación?

-Oye, despierta, vamos –le dije un poco nervioso.

Pero entonces, percibí que su lenta y apenas perceptible respiración disminuía. Me horroricé cuando su pecho se detuvo. Coloqué mis manos en su pecho y recosté mi cabeza en él, colocando mi oreja sobre su corazón.

No se oía nada... ¡ah! ¡ahí estaba! Pero el latido fue tan débil... y tardó en ocurrir el siguiente. También seguía respirando, pero tan poco y despacio que no lo había notado.

- ¡Dios santo, se está muriendo! –me lamenté horrorizado.

¿Y qué iba a hacer ahora? Sin duda su poca respiración estaba terminando por sofocarse a causa del agua en sus pulmones ¿Y qué sabía yo de resucitación? Sabía poco, en mi carrera nunca tuve que reanimar a nadie manualmente, yo era un médico forense ¡me dedicaba a abrir muertos, no a revivirlos! Definitivamente no estaba preparado para esta situación.

Podía correr e ir por ayuda, sin duda estuve por hacerlo, pero entonces, mis manos, que aún permanecían sobre su pecho, dejaron de sentir sus débiles latidos.

- ¡No, no, no! –le rogué paranoico-. ¡No te mueras, con una mierda!

Recordando mi recorrido por la carrera de medicina coloqué mejor mis manos sobre su pecho y ejercí presión varias veces seguidas, como recordaba a mi profesor explicando en un muñeco del laboratorio, en busca de sacar el agua de sus pulmones. Lo observé. No parecía haber cambios.

- ¡Vamos...! –me desesperé haciéndolo de nuevo.

Nada.

Sin pensarlo mucho, le presioné las aletas de la nariz con dos dedos de mi mano izquierda y tomando su mentón con mi mano derecha me incliné hacia él.

Mil cosas pudieron pasar por mi cabeza en ese momento, pero ninguna estuvo relacionada con que se trataba de un hombre al igual que yo y que estaba por darle respiración de boca a boca para tratar de salvarle la vida... si no era que ya la había perdido a causa de mi lentitud.

Seducción Homicida °Kookmin°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora