34. Terapia intensiva

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Habían transcurrido ya muchas horas desde que llegáramos al hospital, pero en ese tortuoso transcurso de tiempo eterno yo había hecho solo una cosa: Permanecer sentado en la sala de espera sin pegar ojo a pesar de que amaneció.

Había querido armar una escena, gritar con rabia y destruir algo, o dejarme caer derrotado en el suelo para que el agua salina acumulada en mis ojos pudiera dejarlos, y que los sollozos que se amontonaban y sacudían en mi pecho pudieran escapar en lugar de apresar dolorosamente a mis pulmones.

Pero no lo había hecho. Aún no sé por qué, simplemente no lo hice. Las palabras del doctor Choi me habían llegado como una inesperada bofetada, y a falta de palabras me había quedado mudo frente a él como si mi mente se hubiera quedado en blanco, cuando en realidad la tenía tan atestada de ideas y pensamientos adversos que me resultaba imposible dejar a mi cabeza fría para permitirme pensar apropiadamente.

-El señor Park sufrió de un impacto demasiado fuerte –me había explicado el doctor Choi, ajeno a que cada sílaba que sus labios pálidos pronunciaban, mi pecho se sentía compactándose una y otra vez con irreverentes deseos de matarme-. Usted puso en el formulario que se le dio, que había caído de un... -miró un sujetapapeles que se encontraba sobre el mostrador que teníamos a un lado, donde corroboró su memoria-... un segundo piso, ¿no es así? –Sentía el nudo de mi garganta cobrando fuerza, así que me limité a asentir. El médico hizo una mueca de entendimiento algo preocupada mientras imitaba mi movimiento lentamente-. Sí, el golpe fue muy fuerte, y a pesar de que logramos detener la hemorragia me temo que sufre de un Traumatismo Craneal.

Ese fue el momento en que el tiempo pareció haberse detenido en un instante tan tenso y helado que inclusive mi piel pareció doler. A veces prefería que mi profesión no me permitiera saber algunas cosas. Como lo que un Traumatismo Craneal era.
Mi expresión se encontraba entre el miedo y la total confusión a causa de que no sabía cómo tomar aquello. Pero el Doctor Choi pareció interpretarlo como que, al igual que un ciudadano promedio, yo no sabía qué demonios quería decir con eso de Traumatismo.

-Le llamamos Pacientes Traumáticos a los que sufren un daño muy serio que pone su vida en riesgo –me dijo con apaciguadora voz, esperando que lo que me decía me resultara menos difícil de entender o tragar-. Esto se debe a que mientras se encuentre en terapia intensiva recuperándose, podría presentar complicaciones secundarias...

Encontré demasiado agotador y tonto el explicarle que sabía perfectamente qué era lo que estaba pasando. Así que mantuve mi boca cerrada y dejé caer pesadamente mis párpados, cubriéndolos con una mano temblorosa. Cada golpeteo en mi pecho ardía, como si la bomba principal en mi cuerpo estuviera rodeada por un metal incandescente, y al expandirse por aquellas fracciones de segundo lo tocara sin proponérselo.

¿Cómo lidiar con aquello? Saber la situación y entenderla a la perfección no iba a ayudarme en lo más mínimo a salvarlo. Nada lo haría. Todo era cuestión de tiempo y suerte. Yo resultaba inútil, una vez más.

El cuerpo siempre buscará la manera de curar las heridas por su cuenta. Nosotros los humanos solamente hemos hallado formas de ayudarlo a apresurar el proceso con todos los conocimientos sobre medicina que hemos adquirido.

El cuerpo de Jimin ahora se hallaba a mitad de la larga y dificultosa acción de sanar, pero en el transcurso de esta podría ocurrir cualquier cosa, ya que por el mismo accidente algunas partes de su cuerpo podrían no estar funcionando de la manera adecuada. En cualquier momento podría sufrir de una falla respiratoria, entrar en shock... o inclusive morir.

Mi corazón se detuvo unos instantes contra aquella pared ardiendo que lo hizo estremecerse de dolor irremediablemente.

"Jiminie... solo puedo rogarte que seas fuerte...

Respira. Continua. Vive.

Sé que es egoísta decirlo... Pero hazlo por mí."

La desesperación que me carcomía no era ilógica como la que me invadía frecuentemente, ya que esta vez tenía un gran motivo, y este era que yo no podía hacer nada para ayudarle. Todo dependía de que él pudiera reponerse poco a poco sin correr con la mala fortuna de que alguna desgracia ocurriera.

Lo que más miedo me daba, era que en el estado de coma en el que ahora se hallaba corría el peligro de quedar en estado vegetal para siempre, o sufrir un derrame cerebral que terminara con su vida. Frágil, vulnerable... sin poder evitar su final si éste ya estaba decidido.

"Dios, ¿por qué me haces esto?"

Dejé caer mi mano a un costado mío y entreabrí mis ojos con mis pupilas fijas en el suelo, buscando un consuelo que no hallarían. Mis rodillas temblaban imperceptiblemente y mis labios se fruncieron de forma poco evidente.

Fe. De eso tendría que vivir ahora. Fe en los milagros, en la suerte, y en la inconsciente fuerza de voluntad de Jimin.

-Lo siento mucho, señor Jeon –fue lo que dijo el doctor-. Si logra pasar la noche... podrá entrar a verlo un rato mañana a las diez, pero no podrá...

-No importa que no esté consciente. Quiero verlo.

No escuché que el doctor añadiera nada más, pero podía sentir su mirada sobre mí, con aquella ensayada cara de pésame que debía ofrecer a todos los pacientes o conocidos de estos cuando les daba malas noticias. Se disculpó en voz baja, se dio la vuelta y se fue caminando por un pasillo.

En algún momento me había regresado a mi asiento, al siguiente ya estaba sentado ahí con los ojos clavados en el suelo y todo mi cuerpo dispuesto a quedarse agarrotado ahí hasta que alguien me llamase.

Y las horas en vela más largas de mi existencia, comenzaron a transcurrir.



Supe de mis amigos apenas amaneció. Fueron a buscarme a la sala de espera evidentemente preocupados, y al verlos me sentí sólo un poco mejor. Pero yo ya sabía de antemano que estarían bien, así que mi frágil alma apenas y pudo alborozarse un poco al tenerlos conmigo, demasiado nerviosa y al pendiente por mi Jiminie.

Tae me dio un fuerte abrazo apenas me puse de pie, diciendo en voz baja palabras que casi no entendí pero que sonaron a un suave agradecimiento hacia Dios y una especie de reprimenda para mí por ser tan imbécil y hacerlo preocupar. Mis brazos apenas pudieron corresponderle por inercia, pero él no se percató.

Mis demás compañeros tuvieron la delicadeza de no violar mi espacio personal, permaneciendo de pie frente a mí y dedicándome sonrisas cuando Tae me soltó. Jin tenía su brazo vendado, pero en buen estado a un lado de su cuerpo, Yoongi estaba en silla de ruedas y usaba un pijama del hospital. Me pareció notar que llevaba vendajes bajo el pantalón, en la pierna herida, pero no le presté mucha atención al vistazo blanco que tuve de su tobillo. Hoseok estaba detrás de él, sujetando la silla de ruedas con el mismo pijama del hospital puesto.
-¿Cómo está Jimin? –me preguntó Yoongi.

Su semblante ahora lucía serio y algo inquieto, pero no lo culpaba. La cara cansada, ojerosa y vacía que yo mostraba no debió haberle resultado alentadora.

Decirles que Jimin sufría de un Traumatismo Craneal, explicarles lo que eso era, y soportar sus preguntas escandalizadas no se me antojaba en lo más mínimo. Ya bastante horrible era mi pesadilla personal como para ponerme a relatarla en voz alta.

Tuve que conformarme con ser directo, y no dar paso a mis temores que llevaban horas luchando por hacerme caer.

-Está en terapia intensiva –fue lo que acabé diciendo, con una voz seca y por demás cansada-. En cualquier momento podría recaer... pero si todo sale bien, a las diez me permitirán verlo un rato.

Tomé la decisión de desconectarme unos segundos. O eso sentí que hice, puesto que dejé de escuchar lo que me rodeaba. Tae me miraba con ansiedad, mientras que Hoseok le decía algo a Yoongi con rapidez, tomando su hombro y al parecer tratando de tranquilizarlo, aunque él parecía perdido en su cabeza, con los ojos muy abiertos. Jin nos miraba de uno a otro, diciendo algo en voz baja, como si estuviera haciendo optimistas suposiciones que nadie parecía oír.

Mucho menos yo.

Harto de presenciar aquella escena tan atestada de angustia (que a mí de por si me sobraba), preferí salirme por la tangente y preguntar por algo que había estado dándome vueltas en la cabeza.

-¿Qué pasará con Taeyang?
Sin importar que no me encontrara en la situación adecuada para asimilar muchas cosas, yo tenía muy presente que Taeyang era el motivo por el cual yo podría perder a la persona que más amaba, en cualquier momento. Si estaba en mis manos que ese bastardo recibiera su merecido, no pensaba quedarme de brazos cruzados.

Hoseok detuvo su parloteo y Jin cerró la boca igualmente. Los cuatro me miraron. Yoongi lo hizo lentamente, casi como si me desconociera y acabara de reparar en que yo me encontraba frente a él.

El detective Kim adoptó su postura más profesional, con sus ojos mostrándome su total disposición.

-Ahora mismo me pongo en ello –aseguró con el tono de voz serio que había escuchado tanto últimamente, y que sin embargo seguía resultándome extraño-. Acaban de darme de alta, así que yo vuelvo a la jefatura a seguirle el rastro con los policías que estuvieron en la escena ayer.

Asentí firmemente, notando la mirada de reproche y despecho que Tae le dirigió. Sin duda, hubiera preferido asegurarse de que el brazo de su novio estuviera cien por ciento en condiciones, al menos antes de dejarlo ir detrás de la pista de un asesino que casi nos había matado la noche anterior.

Me sentí un poco mal por no ponerme de lado de Tae y obligar a Jin a descansar hasta que su herida sanase. Pero lamentablemente, mi lado más egoísta necesitaba al detective en funcionamiento.

-Si necesitan algo...

-Déjalo Jungkook. Yo me encargo –me interrumpió amablemente.

Le sonreí apenas consciente de haberlo hecho. Puede que esa sonrisa fuera débil, pero era sincera. Le agradecía mucho el que me tuviera tanta consideración, y me permitiera preocuparme solo de Jimin en esos momentos.

-Pero si sabes cualquier cosa, háznoslo saber, Kim –intervino Yoongi. Luego, como si lo hubiera olvidado del todo, añadió-: Por favor.

-Claro que sí –miró a Tae inquisidoramente y él asintió. Se volvió hacia nosotros de nuevo-. Si me das tus llaves, Min, mandaré a alguien por tu Cadillac para que te lo traigan al hospital.

-Eres muy amable...

Yoongi rebuscó en los bolsillos de su pijama y extrajo las llaves, lanzándoselas a Jin que las atrapó en el aire con el brazo bueno. Intercambiamos breves palabras de despedida, y pronto el detective y su novio dejaron el lugar.

Supuse que Tae llevaría a Jin en su auto hasta la jefatura y luego volvería a su casa, o quizás al hospital para apoyarme. En ese momento ya no tenía idea de la manera en que iba agradecerles a todos lo mucho que me habían apoyado hasta entonces, aunque yo no pudiera siquiera hacer ademán de haberme percatado porque me hallara tan devastado.

-Faltan varias horas para las diez –observó Yoongi con cautela, solo un corto periodo de tiempo después de que Jin y Tae se fueran. Yo dirigí mi vista hacia él-. Quizás quieras ir a nuestra habitación, podría explicarte todo lo que aún no sabes. Gran parte de la noche la ocupé en aclarar las dudas de Jin porque no podíamos dormir –agregó encogiéndose de hombros.

Información. Tenía muy claro que el misterio sobre Jimin ya estaba completamente desvelado, y que, si quería conocer todo lo que yo aún no sabía, no podía desperdiciar la oportunidad.

-Está bien... -cedí lentamente.
Hoseok comenzó a empujar la silla de ruedas de Yoongi, y yo los acompañé por uno de los pasillos, hasta haber llegado a su habitación. Contaba con cuatro camas, pero al parecer solo ellos dos ocupaban la estancia.

Me senté en la orilla de uno de los gastados colchones, y Yoongi logró acomodarse en otro que había a mi lado, levantándose trabajosamente de la silla en un pie con ayuda de Hoseok, que al poco tiempo se sentó a su lado.

Así que comenzó a contarme.



Cuando dieron las diez, yo ya me encontraba en la sala de espera de nuevo. Después de que Yoongi terminara de revelarme todo lo que yo había querido saber, y hasta lo que jamás me había planteado, quise dejar la habitación para aguardar por mi oportunidad para saber de Jimin y al mismo tiempo darle su espacio a Yoongi y Hoseok, quienes debían tener demasiado que decirse o compartir en todo ese tiempo en que no se habían visto.

Conocí la total versión de la historia de Yoongi. Me hallé aliviado y algo consolado cuando supe que siempre había estado de nuestro lado, y esbocé una sonrisa cuando confesó lo feliz que lo hacía Hoseok, viendo de reojo como este se sonrojaba.

Según me habían dicho, los darían de alta al día siguiente. Me alegraba que hasta ese punto todo estuviera bien, de manera que no me sentía culpable por dejar de darles importancia a ellos, o a cualquier otra persona, en esos momentos en que mi cerebro solo estaba centrado en una cosa.

"Jimin."

Huérfano a corta edad, mejor amigo de toda la vida del mismísimo Min Yoongi. Adoptado por el mejor amigo de su padre, quien había asesinado a este y a su mujer por un título de propiedad. Crecido bajo la tutela de un asesino, destinado a terminar siendo uno, pensando que sabría del homicida que lo había dejado sin sus padres mientras eliminaba a todo hombre malvado que le señalaran.

Ahora sabía por qué Taeyang había querido matarlo. Demasiado codicioso y enviciado con su oscuro negocio, y frustrado porque Jimin insinuara que no quería dejarle la fábrica que lo había encubierto por años. La fábrica por la que había matado a una persona que alguna vez llamara amigo.

Le había tendido una trampa. Le ordenó matarme, aun sabiendo que él no sería capaz de dañar a un inocente. Lo acusó de traición. Afortunadamente, Jimin había sobrevivido. Afortunadamente, Jin lo había encontrado. Afortunadamente, yo pude salvarlo.

"¿Y si no te hubiera conocido en la sala de autopsias? ¿Qué hubiera pasado?

Dime, ¿Taeyang habría acabado con nosotros individualmente, sin habernos conocido nosotros nunca? Qué desdicha. No me malentiendas, sigo diciendo que no debimos habernos enamorado. Que fue algo cruel, que jamás debió pasar.

Pero así fue.

Si ambos salimos con vida... creo que significará que nada puede romper este lazo, después de todo. Significará que a pesar de lo letal de este romance que no debió haber existido... podemos escribir nuestra propia historia juntos.

Hemos sido escritores apasionados hasta ahora, sin saltarnos un acento o signo de puntuación a pesar del fervor incoherente de nuestro relato. Pero es momento de que me detenga a esperar por ti.

Dime, Jiminie... ¿Escribirás el final conmigo? ¿O la nuestra será otra historia inconclusa más con término trágico? Espero que no.
Por ti empecé a creer en los finales felices de cuentos de hadas."

Estaba tan absorto en mis cosas, que cuando una enfermera apareció en la sala buscando con la mirada, ni me percaté. Sin embargo, pronto llamó en voz alta y me hizo volver de mis cavilaciones:

-¿Familiares del señor Park?

Me levanté tan deprisa como cuando el doctor Choi había aparecido la noche anterior. Pero esta vez logré controlar más mi torpe y apresurado andar, quedando un poco más firme frente a la regordeta enfermera.

-Soy... amigo del señor Park.

-Me temo que si no es familiar no puedo dejarlo pasar, señor...

Apunto estuve de tomarla por los hombros y sacudirla con brusquedad. Pero me dije que no, no valía la pena montar una escena en aquellos momentos y correr con la mala fortuna de ser expulsado del hospital por policías. Así que mantuve mi desenfrenada locura a raya, y conseguí poner mi mejor cara de solemne dolor, mientras lograba sacar la firmeza necesaria para hablar.

-No me expliqué, lo lamento –dije-. Park Jimin es mi pareja, y me temo que no tiene familiares.

¡Fin del mundo, señores y señoras, Jeon Jungkook salió del closet hondeando la bandera en alto!

¿A quién le importan los estúpidos prejuicios de la gente, de todas formas? Yo solo era consciente de que el único impedimento entre Jimin y yo en ese momento, era aquella enfermera, así que no me interesaba ser indiscreto por primera vez en mi vida. Al fin y al cabo, yo sabía que cada locura que había cometido siempre las había fomentado el sentimiento tan fuerte que tenía por Jimin.

Él. Siempre él.

"¿Ya lo ves? No estoy hecho para vivir sin ti."

La mujer pareció realmente impresionada, pero sin decir palabra alzó su brazo y señaló una puerta sobre el pasillo que tenía detrás. Agradecí rápidamente y eché a correr hacia allí, sintiendo que a pesar de que en las últimas horas había parecido muerto, mi corazón había empezado a latir con un frenesí impactante. Era uno de los más intensos de cero a sesenta que había experimentado.

Al llegar frente a la puerta me aferré a la perilla como si de la vida de Jimin se tratase. Pero antes de entrar calmé mi respiración para no causar mucho alboroto dentro, y tras abrir la bendita puerta entré sin ningún miramiento, cerrando detrás de mí de la manera más silenciosa que pude.

Al volverme hacia la única cama en la habitación, mi pecho se estremeció con desconsuelo.

Había máquinas a su alrededor que yo no sabía ni para qué eran, pero al menos pude reconocer la que indicaba las palpitaciones de su corazón en taladrantes y pausados sonidos agudos, y una que lo ayudaba a respirar.

Me dio miedo acercarme. Había deseado estar ahí más que nada, pero era obvio que la imagen me había impactado más de lo que había esperado. Me pregunté si no era mejor retroceder.

Pero no. Yo no había llegado ahí para hacerme para atrás. Di el primer paso con vacilación, pero el segundo fue más seguro, y los siguientes a pesar de su paulatina frecuencia fueron mucho más sólidos y sencillos de llevar a cabo. Para cuando acabé a lado de la cama, sentí como si acabara de cruzar un puente colgante sobre un abismo aterrador.

Tomé el bajo barandal de metal de la cama, y lo miré. Un lado de su cabeza estaba vendado y su rostro tenía un par de lo que me pareció que eran pedazos pequeños de cinta blanca, que cubrían las heridas más marcadas que habían causado los vidrios. Su antebrazo izquierdo, que reposaba sobre las sábanas que cubrían su cuerpo, tenía una férula, el otro tenía una aguja insertada en su vena. Un delgado tubo conectado a la aguja le transportaba suero, que estaba en una bolsita plástica colgada en el porta-sueros que había a un costado de la cama. Una mascarilla permanecía sujeta a su rostro mediante una liga y cinta adhesiva para que más oxígeno llegara a sus pulmones, y por ello no podía apreciar una gran parte de su cara.

-Hola, Jiminie... -susurré.

Hubiera dado lo que fuera porque estuviera consciente y hubiera sido capaz de escucharme. Pero ya estaba ahí. No podía pedir nada más en aquellos momentos.

Me daba miedo desconectar alguna de las máquinas que lo monitoreaban si no tenía cuidado con lo que hacía, pero con todo el cuidado del mundo fui capaz de acercar una de las dos sillas que había a lado de la ventana, para sentarme a su lado.

Lo observé largamente, con toda la atención y toda la paciencia que jamás le tuve a nadie. Mi mano se levantó de mi regazo, lenta y temerosa, se deslizó sobre la sábana blanca y logré posarla sobre su mano, apretándola solo con la firmeza suficiente como para estrechar un poco sus dedos con los míos.

"Si yo no te hubiera hecho alejarte de mí... posiblemente no estaría pasando esto. Te pediría perdón, pero ya recibo lo que merezco. Jiminie, juro que nada me duele tanto como verte postrado aquí, con las posibilidades de dejarme para siempre.
En verdad estoy sufriendo. No sabes cuánto. Parezco intacto, pero por dentro me caigo a pedazos."

-Por favor, no me dejes... -balbuceé con mis ojos húmedos en cristalino líquido. Mi mano apretó más la suya, y miré su rostro aparentemente dormido de forma lastimera-. Lo único que te he pedido fue una oportunidad para darte cuenta de que me querías. Entonces ahora déjame pedirte que te quedes –vivaz e impaciente por la larga espera, una lágrima recorrió mi mejilla y colgó de mi barbilla hasta dejarse caer con melancolía-. Es lo último que te pediré, Jiminie... Lo último.

Mis labios temblaban, estaba por derrumbarme. Pero tuve que sostener las piezas unos segundos más, ya que la puerta se abrió. Se interrumpió mi momento íntimo con mi Jiminie tan de repente que no pude evitar molestarme y apretar mi mandíbula, mientras secaba el rastro de mi solitaria lágrima.

Giré mi rostro, viendo a Yoongi entrar empujando su silla de ruedas con trabajos. Hoseok estaba en la entrada, pero no tardó en cerrar la puerta, dejándonos a mí y a Yoongi solos con Jimin. Mi enojo se disipó cual humo de un cigarrillo. Había esperado que una enfermera o un doctor vinieran a sacarme de la habitación. Di gracias al cielo porque Yoongi se sintiera en la misma situación que yo.

El pelinegro ni siquiera pareció mirarme, y empujó su silla lo más cerca que pudo de Jimin, quedando casi a mi lado. Sus ojos oscuros recorrieron el cuerpo que reposaba en la cama, y parte de las frías máquinas que teníamos tan cerca.

Su examen se detuvo en la mano de Jimin, que yo tomaba; de ahí, sus ojos viajaron por mi brazo hasta llegar a mi rostro, y repentinamente nos precedió un blando silencio que no sé por cuánto tiempo se estiró.

Había algo en la manera en que me observaba. No podría decir si eran sus mismos ojos, o quizás aquel brillo peculiar que parecía estar notando algo. Como fuera, Yoongi no dijo nada hasta haber estudiado cada una de mis facciones.

-Tú lo amas, ¿verdad?

No sabía por qué me preguntaba aquello. Aunque de todas formas no importaba si tenía razones para hacerlo o no. Mis ojos pesaban, mis huesos dolían reclamándome por descanso. No tenía intenciones de disimular o mentir en esos momentos, mucho menos respecto a lo más auténtico que hubiera sentido jamás.

-Más que a nada –respondí sin moverme, con mis ojos verdes impactando los oscuros de Min.

Soné seguro, incluso desafiante. No tengo idea de porqué. Tal vez sólo quería establecer mi posición en voz alta, con la esperanza de que Jimin se enterara también.

Yoongi asintió lentamente y volvió a girarse hacia Jimin. Otro silencio comenzó a revolotear a nuestro alrededor, siendo acompañado por los sonidos de los aparatos que continuaban funcionando. Era extraño, pero no incómodo.

Y hasta entonces reparé en que, aunque yo amara tanto a Jimin, tenía a mi lado a la persona que lo conocía más. Ellos habían estado tanto tiempo juntos que podían decir que lo habían estado toda una vida. Y sentí envidia. Envidia por ser parte tan fundamental en la vida de Jimin. Envidia por siempre haber estado a su lado.

-Nunca te lo dije –comentó Yoongi de pronto, forzándome a concentrarme en él, y no precisamente en la ligera antipatía que acababa de crearse en mí. Él no me miraba, estaba absorto en el rostro apacible de Jimin-. Creo que por la conmoción del momento lo olvidé. Pero cuando me despedí de Jimin para llevarme a Hoseok de la fábrica, él me pidió que te buscara –abrí un poco más mis ojos y mis cejas se alzaron ligeramente-. Creo que estaba seguro de que jamás volvería a verte. Me pidió... que te dejara claro que él siempre iba a amarte, y que jamás te haría daño.

La emoción se aglomeró en mi pecho y se disparó hasta mi garganta, cerrándola sin compasión. Más líquido salino golpeó mis cuencas con brusquedad, y no fui capaz de realizar otra acción más que mirar a mi Jiminie nuevamente, agradeciendo tanto el que le dijera a Yoongi aquellas palabras.

Mi mano se torció para colarse bajo la de Jimin y poder trenzar nuestros dedos unos con otros, apretándolos apenas con los míos sobre la sábana blanca.

-Ya lo sé, Jiminie –musité siendo incapaz de impedir que las lágrimas escaparan. Levanté un poco nuestras manos para besar ruidosamente su dorso, y las dejé suavemente sobre la cama de nuevo-. Lo sé. No tienes que explicarme nada.

Yoongi pasó a segundo plano para mí, pero estoy seguro de que me dirigió algún último gesto antes de dar la vuelta a su silla y llevarla hasta la puerta, tras la que salió sin agregar nada. Después recordaría aquél amable gesto de devolverme mi privacidad con Jimin, y se lo agradecería de corazón.

Tenía yo una sonrisa débil forjada por mis labios un tanto apretados y mis dedos aún entrelazados con los de Jimin. Lo tenía cerca, y aún había esperanza. Además, Yoongi me había corroborado mis enclenques sueños porque él me siguiera amando aun cuando hubiera vuelto a ser el Jimin que era antes de conocerme.

-Gracias...

Moví mi silla un poco más hacia sus piernas, hasta donde el barandal de metal de la cama no se extendía, y lentamente dejé reposar uno de mis brazos sobre las sábanas, recostando mi cabeza sobre éste sin soltar su mano de la mía.

Fue casi instantáneo. Al contacto de mi rostro contra la superficie suave de mi brazo, mis párpados cayeron exhaustos, y no me tomó ni diez segundos rendirme ante Morfeo.

Seducción Homicida °Kookmin°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora