21. La noche más larga

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La fiesta había continuado para nosotros, Jin y Tae se habían reconciliado como imaginé, así que el ambiente estuvo muy bien lo que restó de la noche, y Seulgi impactó a todos con su aparición.

Cómo llegamos al auto, y si Jin fue el conductor responsable, no lo sé. Me sentía atontado y me parece que unos desconocidos habían ayudado a Jin a arrastrarnos hasta el auto. Todo está muy borroso como para recordarlo.

De alguna u otra forma logré salir del auto, balbuceé una despedida que quizás no alcanzaron a escuchar porque yo luchaba por no quedarme dormido.

Desperté a Jimin y lo hice bajar. Se quedó sujeto a mí mientras nos despedíamos con la mano y dejábamos que ellos se fueran. Yong Joon, el portero, fue tan amable de abrirnos las puertas del elevador, a donde entramos.

Realmente no había bebido tanto, solamente me sentía muy agotado (o eso me decía yo). Jimin tampoco había bebido mucho, pero como no acostumbraba a tomar se le había subido muy rápido, y lo único que quería hacer era tirarse en el primer pedazo de suelo lo suficientemente cómodo para quedarse dormido.

Una vez dentro del elevador, Jimin se fue hacia atrás, por lo que tomó el cuello de mi camisa para sostenerse. Las puertas se cerraron justo detrás de él, y dejó reposar su espalda ahí, obligándome a quedar casi recargado contra él. Mis manos ciñeron su cintura, y mi rostro permaneció próximo al suyo mientras el elevador comenzaba a subir.
-Quiero dormir –murmuró con los ojos cerrados y pegando su nuca contra las puertas de metal.

-Duerme... –solté en voz tan baja que apenas me escuché.
Mi mentón rozó el suyo y como una fuerza magnética irresistible tuve que besarlo, con pereza. Se alejó apenas unos milímetros para respirar y me besó de nuevo mientras sus brazos ya se habían cruzado detrás de mi nuca.

Justo cuando el beso se intensificaba como pocas veces, se escuchó el cantarín ¡Tin! que profirió el elevador y las puertas se abrieron. Como es obvio, Jimin, que estaba contra las puertas, y yo, que estaba más aferrado a él que a la idea de no volver a respirar, acabamos cayendo al suelo estrepitosamente, fuera del elevador.

-¡Aaaaaauuch! –gruñó él debajo de mí.

-Oh, pero que mier.... ah... ¿estas bien?

-Sí...

Sentí las puertas rozar las plantas de mis pies cuando se cerraron de nuevo. Miré a Jimin, que sin abrir los ojos comenzó a reír entre dientes hasta convertir su risa en una carcajada que compartí con él. Sus brazos continuaban cruzados detrás de mí nuca y parecía haberlo olvidado. Besé su barbilla aún riendo un poco, y él abrió los ojos con cierto trabajo.

-¿Podemos dormir aquí?

-Será mejor llegar al apartamento, luego podrás dejarte caer donde quieras –le prometí.

-Oh, demonios, Jungkookie, tengo tanto –bostezó- sueño... –y volvió a cerrar los ojos.

Hice un esfuerzo por no reír de nuevo e hice que me soltara, para poder ponerme de pie. Le hice un gesto para indicarle que lo ayudaría a levantarse, pero él hizo ademán de que me adelantara. Saqué las llaves con una sonrisa aún en la cara y fui a abrir el apartamento.

-Vamos ya, Jiminnie no puedo cargarte, temo caerme al suelo junto contigo.

-Te estaría bien empleado por beber.

-Tú también bebiste –repuse.

-Y es la última vez que lo hago... demonios, creo que estoy ciego.

Esta vez la carcajada fue imposible de contener. Me acerqué a él y lo ayudé a levantarse. Cuando se puso de pie abrió los ojos y se halló con los míos, algo que al parecer, le provocó su sonrisa.

-Olvídalo, ya veo.

Puse los ojos en blanco, con mis dientes aún mostrándose entre mis labios y lo dirigí hacia el apartamento. Cerré la puerta con llave y cuando me giré me percaté de que Jimin ya se había tirado en la alfombra, donde yacía bastante cómodo al parecer.

-¿Sabes? Solo bromeaba con lo de dejarte caer donde quisieras –dije acercándome.

-Jungkookie... tengo sueño...

Dándome a entender que ni me había escuchado, me dirigí hacia la chimenea eléctrica y la encendí. Al menos así, no tendría frío.

-Vas a quedarte a dormir conmigo ¿verdad?

-Me temo que sí.

-¡Bien!

Estiró su mano hacia mí y me acerqué para tomarla, dio un gentil tirón y con este me arrodillé a su lado y luego me recosté, con un costado contra la alfombra para poder observar a Jimin.

Él me miró también y sentí como uno de sus brazos se ponía alrededor de mi cintura. Uno de mis brazos hizo lo mismo en él y luego mi pulgar acarició su mejilla.

-Te quiero.

La única respuesta a mis palabras fue un beso, un beso más delicioso y más reconfortante que todo el vodka que había bebido esa noche. Inconscientemente, ambas de mis manos tomaron su rostro en el momento en que el beso se profundizó. Mi palma se deslizó lo suficiente como para que mis dedos se enredaran entre sus cabellos que aferré con firmeza.

Un pequeño movimiento después, y yo me hallaba sobre Jimin. Por no querer recargar todo mi peso sobre él, tenía que mantener mis rodillas a cada lado suyo, con mi espalda inclinada hacia delante lo suficiente como para que pudiera seguir probando de sus labios.

-Jimin... –jadeé cuando requerimos algo de oxígeno. Jimin tomó mi rostro y lo acercó para darme un pequeño beso y luego dejar otro más en mi mejilla-. Jiminnie, te amo.

-¿Qué...? –me miró.

-Bendito sea el alcohol que me permite decírtelo –murmuré cuando cerré los ojos y una inigualable sonrisa se apoderó de mi cara-: Te amo –incliné mi cabeza y besé su cuello un par de veces-. Te amo, Jiminnie.

-Jungkook...

-No lo digo solo porque esté ebrio –me apresuré a decir y lo miré con seriedad-Te amo cuando estoy sobrio, te amo todo el tiempo. Pero no puedo simplemente decírtelo en voz alta.

-¿Por qué?

-Por temor a que no correspondas, o sientas que me precipito –dije casi sin darle importancia y luego lo besé-. Pero hoy no me importa, quiero decírtelo porque tengo miedo de que el tímido Jungkook vuelva y jamás te lo diga.

Demasiado nervioso como para verlo en busca de una señal de que me correspondía, simplemente dejé esporádicos besos contra su cuello.

Pronto su rostro se giró hacia mí y tiró de mi nuca para besarme de esa forma apasionada que me hacía hormiguear todo el cuerpo. Uno de sus brazos estaba sobre mis hombros y su mano aferraba a mi nuca mientras el beso crecía. Me alejó un poco con cierta brusquedad y me sonrió entre sus lentos jadeos.

-De verdad que tenemos que trabajar en tu autoestima, Jungkookie –se rio y me acercó un poco más. Cuando sus labios rozaban los míos sentí otro de sus jadeos impactarse contra mi piel y luego dejó escapar dulcemente- Gracias por estar para mí, gracias por siempre cuidarme, gracias por amarme.

-¿Es eso una contestación afirmativa? –quise saber con algo de sentido del humor a pesar de que mi corazón acababa de volverse loco ante la simple insinuación.

Él me miró a los ojos y negó con su corta sonrisa en los labios, causando que nuestras narices se rozaran entre ellas con delicadeza. Sentí sus dedos resbalando entre mi cabello con una indefinida ternura que sus ojos acentuaban.

-Es mucho más que eso, mi Jungkookie...

"¿Acaba de decir MI Jungkookie?"

Yo me hallé impresionado y sonrojado al recibir su nuevo beso.

"¿Me ha besado como si fuera yo a quebrarme con su más leve toque?"

-Te amo...

"¿Acaso me ha dicho... acaso acaba de decir que me ama?"

Mi pecho subía y bajaba con emoción; una respiración acelerada que no se podía disimular, que era coreada por los latidos más violentos que hubiera producido alguna vez mi corazón. Esa era la única manera en que un corazón correspondido puede latir. El color de mis mejillas ya no tenía nada que ver con la pena, se habían teñido de un color rojizo por la mera y eufórica conmoción.

-Jiminnie... no tienes idea de lo que acabas de hacer –me incliné y le besé varias veces si ningún reparo-. Acabas de lograrlo, al fin lo has hecho.

-¿Qué he hecho?

-Acabas de darle total vida a un monstruo.

Instintivamente nuestros labios volvieron a unirse, febriles, deseosos, transmitiendo una embriaguez que yo jamás había sentido. Y la embriaguez que Jimin me provocaba, era y sería muchísimo mejor que cualquiera provocada por el alcohol.
-¿Hace cuánto que lo sabes?

-¿Que te amo? –casi me reí, pero mejor solo lo besé una vez más-. Semanas, meses, la verdad no lo sé. La verdad, no me importa, solo interesa que lo dije y que me amas también.

-Solo eso –asintió antes de que otro beso más diera lugar-. Solo esto.

-Cómo quisiera ser un poeta y poder decirte tantas cosas hermosas –me quejé al sentir que sus besos se resguardaban con timidez contra mi mentón y luego mi cuello-. Pero no soy un poeta, Jiminnie, ni siquiera puedo decir algo dulce sin sentirme como otra persona.

-¿Y yo para qué quiero un poeta? –me rodeó con sus brazos y acentuó más sus besos que adquirían sensualidad-. "Cuando te miró, veo en ti mi más grande felicidad, y el anhelo más profundo que yace en mi corazón. Veo un incentivo para sonreír, veo la compañía que más me gusta tener. Pero sobre todo eso, veo a la persona más buena y pura, por la que pido cada día que no me deje de querer" –citó él.

-¿Te lo... memorizaste? –yo estaba acalorado por tal detalle.

-Es lo más bonito que he escuchado, y ni el poema más hermoso podría reemplazar la felicidad que me dio haberte oído decir eso –sonreí y hundí mi propia boca contra su cuello, una de sus manos jugaba con mi cabello-. Porque no eres un poeta. Eres Jungkook. ¿Quién quiere un poeta, si puede tener un Jungkook?

-Creo que eres el único que opta por la segunda opción –murmuré divertido.

-Qué bueno.

-Eso me vuelve tuyo –susurré contra su oreja y entrecerrando mis ojos. Besé quedamente su lóbulo y volví a sonreír- Jiminnie, soy exclusivamente tuyo.

Él se ruborizó y yo solo retomé mis besos en su cuello, volviéndolos más escurridizos, más húmedos y más apasionados. Sus manos recorrieron mi espalda con sus dedos extendidos. Su suave tacto me estaba provocando.

Me volví hacia su rostro una vez más y esta vez el beso desde un principio comenzó rápido y anhelante.

Me pregunté qué pasaría si continuara siguiendo mis deseos, ¿qué era lo peor que podía pasar, en realidad? Aunque hubiera logrado pensar más de cincuenta distintas y horripilantes situaciones de cómo pudo haber acabado todo, yo aun así, habría hecho lo que hice.

Y es que logré vencer la inseguridad y dejé escapar mi lengua de entre mis labios y dejé que se escurriera dentro de su boca. Jimin jadeó con suavidad al sentir el contacto contra su cavidad, donde mi lengua tentó su paladar y sus dientes antes de sentir como su insegura lengua salía en busca de la mía. Eso fue al principio, porque unos minutos de práctica después, nuestras papilas gustativas conocían cada maldito milímetro de la boca del otro.

No me costaba entender el hecho de que un beso que debía resultar tan obsceno a la vista resultara aún más excitante que cualquiera de los otros. Había una lucha acompasada y ardiente llevándose a cabo en nuestras bocas mientras que las manos buscaban puntos débiles.

Seducción Homicida °Kookmin°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora