16. Beneficio de la duda

46 9 0
                                    

Una vez que el café estuvo listo, llevé las dos tazas a la sala y las coloqué en la mesita de té. Solo unos segundos después, encendí la chimenea eléctrica y me senté en la alfombra, entre el fuego y la mesita, contra la que mi espalda reposaba apacible.

Allí, donde me hallaba, era difícil creer que todo lo que estaba ocurriendo fuera real. Parecía una especie de película demasiado ficticia, con ese suspenso tan abrumador que te tenía al borde de tu asiento la mitad del largometraje.

Todo había sido tan rápido que sentía que habían pasado semanas desde el momento en que torpemente le había declarado mis verdaderos sentimientos a Jimin. Torcí la boca preocupado al respecto. Aún no sabía si Jimin me permitiría acercarme a él nuevamente de manera "afectuosa", lo cual me ponía en un nervioso y depresivo predicamento.

Aun así, no pude concentrarme al respecto porque el sonido de la puerta me indicó que Jimin acababa de salir del cuarto. Yo miré el fuego unos segundos, para darme valor, y luego miré sobre mi hombro para mirarlo a él, que caminaba inseguro hacia mí.

Llevaba un conjunto que yo le había comprado. Unos pantalones de mezclilla oscuros y una playera roja de mangas largas con delgadas líneas negras, que inevitablemente me recordaba a Freddy Krueger. Sin embargo, Jimin jamás se vería satánico como ese ser de pesadillas que en realidad para mí siempre fue como un héroe en vez de un villano de película. Jimin, sin importar lo que hiciera o se pusiera, siempre parecería un joven dulce y jubiloso a mis ojos.

Cuando nuestras miradas se encontraron, se ruborizó ligeramente, obviamente recordando el incidente de hacía unos minutos. Fingí no reparar en ese hecho y palmeé la alfombra, para indicarle que se sentara.

-He preparado café.

-Gracias.

Llegó hasta quedar a mi lado y se sentó frente al fuego, cuya calidez le cayó bien, teniendo en cuenta el frío que hacía por hallarnos a finales de febrero y porque su cabello seguía húmedo.

Jimin se volvió hacia la mesita detrás de nosotros y estiró los brazos para tomar entre sus manos la taza que reposaba en el pequeño plato. Bebió del humeante líquido y se quedó mirando al fuego.

Sería mentira si dijera que no se veía hermoso de esa manera. Pensativo, y con el ceño de preocupación tan difícil de ignorar, pues lo hacía verse más maduro, pero también seductor.

Yo bebí de mi café también, esperando disipar esos pensamientos. Luego lo dejé sobre el plato en la mesita y observé a Jimin. Unos segundos después, él me miró de regreso.

-Perdón por lo de hace rato.

-No importa, no fue apropósito –musitó mirando rápidamente hacia el fuego de nuevo, sin duda con su piel enrojecida una vez más.

- ¿Ya estás bien?

La pregunta se la dirigí tanto con seriedad como preocupación. Moría de ganas de rodearlo con mi cuerpo y volver a plantear la pregunta, pero esta vez en voz baja contra su oreja, sintiendo, quizás, a Jimin abrazándome y asintiendo, o negando mientras sus ojos se llenaban de lágrimas y me estrechaba con más fuerza.

Pero no. No lo hice.

Como respuesta a mi pregunta, Jimin asintió sin mirarme y volvió a beber de su café.

-Jin ya me ha contado todo –dije cuando me percaté que no era capaz de entablar la conversación por sí solo. Jimin entrecerró los ojos y no alejó mucho la taza a sus labios-. Lo lamento, Jimin.

-Pasó hace mucho tiempo –su volumen era bajo, y su expresión inescrutable-. Supongo que no importa ya.

-Claro que importa. Eran tus padres.

-No quiero enterrarme en un pasado que no puedo recordar. Eso es todo.

Yo lo miré con tristeza.

Sonaba melancólico y decepcionado. No me costaba imaginar sus ilusiones de volver a casa siendo demolidas con rotundidad ante los vestigios del lugar que alguna vez fue su hogar.

Ahora más que nunca sentía esa necesidad de asirlo contra mí. Mi cuerpo se hallaba ansioso, casi balanceándose de forma imperceptible hacia delante y hacia atrás, mientras mis deseosos ojos solo recorrían su rostro y su cuerpo, en un mudo ruego –que él, por supuesto, no veía- porque se me permitiera acercarme, aunque fuera un poco.

Pero a pesar del estado en que me hallaba, continuaba clavado en mi lugar, sin hacer otra cosa que mirarlo.

-Lo que realmente me molesta –dijo llamando nuevamente mi atención-, es que ya no sirve ni siquiera lo poco que podía hacer por mis amigos. Quería dejar de ser una carga, pero ni siquiera eso puedo hacer.

-Jimin ya te he dicho que no eres ninguna carga para mí.

Seducción Homicida °Kookmin°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora