23. Dos caras

33 5 0
                                    

Dong Youngbae, más conocido como Taeyang.

Ese nombre había sido la pesadilla de muchas personas por años, desde que yo tenía siete. Dirigía a un grupo bastante extenso de maleantes, y tenía total control sobre la droga y prostitución que había en Seúl. También se rumoreaba de que traficaba armas, pero jamás hubo pruebas de ello.

Había azotado a Seúl como un huracán. Cuando yo solo era un niño con aspiraciones un poco siniestras había visto los diarios colmados por noticias sobre él y sus andanzas, así como de los cadáveres que dejaba detrás. Los rumores decían que podías pedirle cualquier favor y a cambio de otra cosa él haría el trabajo sucio, o bueno, sus hombres. Si tú querías matar a alguien lo llamabas; si tú necesitabas dinero lo llamabas. Pero los rumores también decían que además de que era muy difícil ponerse en contacto con él, si tú no pagabas o si el préstamo que te había hecho no era liquidado a tiempo... podías considerarte hombre muerto.

Mientras las personas temblaban, yo francamente miraba con atención la imagen de ese hombre en el televisor. Me preguntaba por qué hacía todo aquello y una parte de mí (la que despreciaba a la humanidad) decía que se lo tenían merecido.

Mi forma de pensar siempre fue bizarra, pero en realidad creía que el que las personas le tuvieran tanto miedo era bueno. El crimen había bajado en gran escala, ya que las pequeñas pandillas o ladronzuelos solían ser acribillados por la gente de Taeyang, que proclamaba Seúl como su ciudad. Así que los delincuentes con suficiente cerebro se retiraban por su cuenta.

Pero en ese entonces yo era un niñato estúpido. No me daba cuenta de que a pesar de ello, lo que Taeyang hacía era apoderarse lentamente de nuestra tierra de una manera violenta. La gente ya alucinaba el golpe de estado.

Fueron años bastante oscuros en los que personas desaparecían sin dejar rastro y se hacían numerosos funerales cada fin de semana. Pero después de cinco años, cuando yo tenía unos doce, él simplemente se esfumó. Nadie supo por qué, simplemente dejó de hacer de las suyas y sus hombres también.

Algunos decían que lo habían matado, pero otros aseguraban que había salido del país cuando se dio cuenta de que podrían atraparlo en cualquier momento. A mí me costó creerlo. Si hubieran matado a Taeyang, la policía se aseguraría de darse todo el crédito, y para como la situación había estado, dudé mucho que Taeyang hubiera estado aunque fuera un poquito preocupado por ser atrapado.

Pero si había tenido todo bajo control ¿por qué desapareció?

Nadie lo sabía. Y finalmente se respiró una gran tranquilidad en Seúl.

No había escuchado el nombre de Taeyang en años; ahora, el amor de mi vida acababa de decirme que era su tío.

Con su declaración Namjoon se había quedado de piedra y Jin se hallaba boquiabierto. Yo por mi parte trataba de decir algo, pero solo salían palabras mudas de mi boca que se abría y cerraba una y otra vez.

Tras dos largos minutos en silencio Nam pareció recuperar la compostura y tomó la hoja de la mano de Jin para examinar el rostro de Taeyang. Luego miró a Jimin, que se hallaba como desconectado.

-¿Estás seguro de lo que dices, Jimin? ¿Tu tío? ¿Este hombre es tu tío?

-Bueno... más o menos. –dijo lentamente. Me percaté de que él mismo lo estaba asimilando, seguramente acababa de recibir un montón de recuerdos confusos relacionados con ese hombre-. No puedo recordar todo de él, pero sé que era el mejor amigo de mi padre. Siempre me hizo llamarlo tío.

-¿Tú sabes quién era éste hombre? ¿Lo que hizo? –preguntó Namjoon.

Jimin palideció ligeramente.

-Sí. Mis padres también lo sabían –vaciló un segundo-. Me parece que comenzó a matar no mucho después de que yo naciera, pero en ese entonces sus matanzas y compinches eran algo casi anónimo. Cuando mi padre supo que él estaba detrás de aquello, tiempo después, le dijo que se mantuviera alejado de nosotros, de mamá y de mí –extendió el brazo para que Namjoon le diera la hoja y así lo hizo mi amigo. La tomó con ambas manos y la miró con atención-. Aún así, llegó a ir a la fábrica de vidrio de vez en cuando. Quería hablar con papá, pero él lo hacía irse antes de que otras personas se percataran de quién era.
-¿Por qué buscaba a tu padre? –preguntó Jin.

Jimin se encogió de hombros y dejó la hoja en la mesa.

-Nunca me lo dijo. Y ya que murió cuando yo tenía unos siete años...

Asentimos para que entendiera que no tenía que seguir. Yo lo rodeé con un brazo y lo acerqué a mí. Sentí como sus brazos se apretaban a mi alrededor y su cuerpo temblaba un poco. Traté de concentrarme en los hechos y miré a mis amigos.

-Esto acaba de aclarar muchas cosas...

Ambos asintieron con los ceños ligeramente fruncidos en señal de haber entendido la gravedad del asunto.

-Taeyang era el "tío" de Jimin, por lo que es mencionado en el testamento del señor Park –dijo Jin. Jimin pareció terminar el hilo de la idea en su cabeza y escondió su rostro contra mi cuello-. Él fue el que mandó a alguien a que entrara a casa de los Park para buscar lo que sea que quería de ellos, ya que al parecer el señor Park no quería dárselo por la buena desde que supo que era el líder de esa mafia. El padre de Jimin atrapó al ladrón y lo entregó a la policía, así que Taeyang...

Jimin casi me sofocó en su abrazo, y el temblor de sus manos fue más visible. Yo le dirigí una mirada suplicante a Jin que me comprendió y decidió callar.

Sabíamos que había ocurrido después: Taeyang había matado a los Park.

Aunque el hecho de que no hubiera hecho daño a Jimin y simplemente se hubiera ido era muy desconcertante.

-Esperen... –acababa de darme cuenta de algo-. Jimin tiene veinticinco ¿no? Y en ese entonces, él tenía unos siete años... ¿no fue poco tiempo después cuando Taeyang se borró del mapa?

Poco a poco comenzaron a captar mi idea. Jimin aflojó un poco su amarre.

-¿Por qué se iría justo después de aquello? ¿No creen que quizás si logró quedarse con lo que buscaba?

-Debe haber otro motivo –negó Nam ceñudo por la confusión-. Entiende que es muy probable que el mismo Taeyang regresara ahora para matar a Jimin. Es posible que el motivo por el que Jimin acabara en la morgue, fueran los hombres de Taeyang.

-Pero si te estoy diciendo que el tipo se borró del mapa –me exasperé-. ¿Cómo va a volver de repente y solo para acabar a Jimin?

-¿Te parece poco? –musitó Jimin con voz temblorosa.

-Oh, Jimin...

Debí haber medido mis palabras. Jimin se soltó de mí y se puso de pie, luego se alejó hacia la cocina. La escena había cambiado tan deprisa, de la acalorada discusión a Jimin abandonando el lugar por mi estupidez, que tardé en reaccionar.

Me puse de pie y les hice un gesto a los chicos para que me esperaran. Fui rápidamente tras Jimin, quien había salido por la puerta trasera, que había en la cocina, al patio.
Lo hallé recargando un costado de su cuerpo contra la barda de madera que separaba el patio del vecino. Me daba la espalda así que me acerqué con cuidado.

-Jiminnie... –me coloqué detrás de él y tomé su cintura, acercando un poco mi rostro a su oído. Él agachaba la cabeza, y dejaba caer silenciosas lágrimas-. Jiminnie tú sabes que no hablaba de eso... no quise decir que...

-Ya sé –me cortó con su voz suave-. Es solo que es muy difícil escuchar esto ¿sabes? La posibilidad de que alguien a quien mi padre apreciaba tanto acabara matándolo a él y a su mujer por algo material, que esa persona no hubiera tenido suficiente y ahora quisiera matarme también.

No creí que las palabras resultaran de ayuda. Acaricié uno de sus brazos y besé su hombro, dejando mi mentón sobre ese lugar unos segundos después. Mi brazo libre rodeó su cintura y lo estreché contra mi cuerpo. Él cerró los ojos y más lágrimas dejaron sus ojos mientras soltaba un amortiguado sollozo.

-Jiminnie, amor, no llores –le pedí, y ni siquiera reparé en la palabra 'amor', que se me había escapado en ese susurró dolido-. Todo estará bien, solo... no llores.

-Sé que no arreglo nada poniéndome así –balbuceó buscando mis manos con las suyas, y hallando una en su cintura y otra sobre su brazo, dejando sus propios brazos cruzando su pecho en direcciones opuestas. Apretó con fuerza mis manos-. Pero no puedo evitarlo, no soy una persona fuerte.

-Claro que lo eres. Eres muy fuerte, Jiminnie –besé su húmeda mejilla y recargué la mía contra esta-. Estás en todo tu derecho de sentirte mal. No te regañaba por ello. Solo no quiero que llores, me hace daño verte así.

Hizo que apartara mis brazos y pronto se volvió para abrazarme. Lo abracé por arriba de los hombros y sonreí con tristeza mientras escondía mis labios contra su gorra y cerraba los ojos.

-Perdóname, Jungkookie –pidió con su respiración asfixiada-. Es que... es que no soporto la idea de que se repita. Perdí a mis padres y perdí a Hobi y a Yoongi. Perdí a mi familia y a dos amigos, y tengo este presentimiento de que seguiré perdiendo a la gente que es especial para mí –trató de evitar su sollozo, pero no lo logró así que continuó hablando después de la pequeña pausa-. No quiero volver a perder a nadie más. Y Jungkookie, yo... yo te amo tanto... yo no quiero perderte, no a ti.

-Jiminnie... –musité, sintiendo mis propios ojos arder.

Seducción Homicida °Kookmin°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora