36. El Muelle

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Conseguí salir del hospital lo más pronto que pude y subí a mi auto. De repente me había olvidado de todos mis sentimientos ocultos o expuestos, dejando el optimismo y la melancolía de lado de una sola vez. No podía distraerme con nada porque aquél era un momento crucial que requería todos mis sentidos y razonamiento para conseguir el éxito.

El éxito, evidentemente, se alcanzaría hasta que yo encontrara a Taeyang y lo matara de una sola vez.

La adrenalina a causa de la infundada excitación estaba corriendo por mis venas a gran velocidad, y a pesar de que hubiera preferido pensar todo eso de manera más relajada sabía que no tenía tiempo.

Pisé el acelerador, y salí del estacionamiento del hospital a gran velocidad.

Ahora que sabía la posible ubicación de Taeyang yo solo quería encontrarlo y matarlo de una buena vez. Supongo que resultaba algo irónico el que mis pensamientos fueran tan fríos y calculadores cuando la vez anterior había sido más que patético e inútil al estar ante el asesino, pero me parece que mi nueva mentalidad se debía justo a lo mismo. Yo no había logrado hacer nada aquella noche, pero si al menos le hubiera disparado, tal vez inclusive Jimin no estaría en terapia intensiva.

Sé que en ese momento yo tenía miedo, me enfrentaba a algo con lo que una persona normal no suele toparse nunca y ni siquiera sabía qué esperarme. Ver a Jimin en peligro me hizo asustarme aún más, pero la furia que Taeyang me influyó no tenía manera de enseñarme cómo se dispara un arma correctamente. Pero pude haber intentado algo más, y el repetírmelo solo me hacía despreciarme. No pensaba meter la pata otra vez, ahora en verdad tenía que vengarme.

Y puede que matar a Taeyang no fuera a arreglar absolutamente nada, pero mi frustrada mente solo me decía que, si el culpable de todo desaparecía, al menos yo me sentiría mucho mejor, repararía el daño hecho, y me aseguraría de que no iba a lastimar a Jimin nunca más. Me aferraba a ello más que a nada, con la esperanza de compensar todo el sufrimiento por el que lo estaba haciendo pasar ahora.

Conduje con mucha prisa, teniendo que esquivar autos de civiles constantemente, pues era viernes y pronto darían las cinco de la tarde, lo que significaba que había gente que regresaba a sus casas después del trabajo o que iban a buscar un poco de entretenimiento. Cuando me vi obligado a frenar en un semáforo, detrás de otros cuantos vehículos, me apresuré a sacar el teléfono del bolsillo de mi pantalón y marqué el número de Yoongi.

Tenía que llamarlo a él, debía decirle lo que pasaba y lo que pensaba hacer, además de preguntar por algún consejo útil. Fue la primera persona que me llegó a la mente, pero definitivamente era la más indicada para ayudarme en ese momento. Me armé de paciencia y esperé tres tonos largos en la línea, y cuando el verde del semáforo apareció y los autos retomaron la marcha, Yoongi finalmente me contestó.

Sin embargo, no pude ni saludarle porque del otro lado del teléfono se escuchaban gritos. Incapaz de decir algo, solo continué manejando sin poder evitar escuchar todo.

-¡...lo prometiste y ahora quieres mandarlo todo a la mierda...! –vociferó la voz de Hoseok lejos del teléfono.

-¡Hobi, esto es importante, y por favor ya no grites! –Exclamó Yoongi, y a juzgar por el sonido apagado, acababa de cubrir la bocina del teléfono para intentar evitar que yo escuchara la pelea que al parecer creyó que ya había acabado-. Sabes que si por mí fuera no lo haría, pero el asunto es...

-¡No lo hagas entonces, tú dijiste que eso era pasado, que jamás volverías a involucrarte con él! ¡Y yo estúpidamente te creí!
-¡Entiende que no me involucro con él! ¡Es peligroso y quiero asegurarme de que no pueda hacernos daño de nuevo...! –Se calló de repente-. ¡Hobi...! ¡Hoseok! ¡Vuelve aquí, estoy hablando contigo!

Pero al parecer Hoseok en verdad no se hallaba nada dispuesto a escucharle, y estaba dejando la habitación. Una puerta se escuchó azotarse, y entonces solo hubo silencio. Yo continuaba conduciendo, ahora perplejo y algo incómodo. Escuchar discusiones ajenas siempre será de esa manera.

Pasaron varios segundos, y finalmente Yoongi pareció retirar su mano del teléfono y se lo acercó para hablar.

-¿Jungkook?

-Hola Yoongi... -la repentina pelea había drenado extrañamente mi adrenalina y ahora me sentía algo cohibido. Nunca había escuchado a Hoseok perder los estribos de aquella forma-. Te llamé en un mal momento, lo siento.

-No, está bien –me calmó con un poco de amargura-. Iba a pasar tarde o temprano. ¿Te han dicho ya?

Me imaginé que no quería hablar mucho del tema. Que yo supiera él y Hoseok nunca habían discutido y mucho menos así, por lo que era preferible que cambiara el tema, lo que a mí me resultaba muy conveniente pues era el motivo de mi llamada. Estaba seguro de que, si Yoongi dejaba que Hoseok se calmara, podría hablar con él y todo se solucionaría. De momento, yo tenía que pensar en mis prioridades.

Fue un alivio el que al parecer él estuviera al tanto de todo, contaba con poco tiempo y no tenía muchas ganas de explicarme en esos momentos.

-Nam fue a avisarme al hospital –le dije mientras doblaba en una esquina-. ¿Jin te llamó?
-Sí, justo hace unos minutos –pareció preguntarse dónde estaría yo en esos momentos, y añadió ligeramente más serio-: ¿Tienes algo en mente?

-Voy a mi apartamento justo ahora.

-¿Pero Taeyang no está...?

-En el muelle, sí –afirmé con calma-. Pero necesito un arma, y si no me equivoco, entre las pertenencias de Jimin que me entregaron en el hospital debería haber una. Tú me dijiste que inclusive se quedó con una de las tuyas, ¿no?

Yoongi no contestó al instante, pero cuando habló parecía vacilar.

-¿Qué harás si no encuentras una pistola? –Quiso saber-. El hospital pudo haberlas confiscado.

Pero yo ya le llevaba algunos pasos por delante a Yoongi.

-No lo creo. La enfermera a cargo de Jimin es mi amiga, y se podría decir que una confidente también –ya que no había contestado a su pregunta agregué-. Pero en caso de que no encuentre nada iré a buscar a Jin y la policía para acompañarlos, pero preferentemente quiero hacer esto solo.

-Jungkook... esto es muy peligroso. Deberías...

Ahí venía el sermón. Puse los ojos en blanco. Para mala fortuna de Yoongi, yo no me encontraba en la posición de negociar nada. Estaba muy seguro de lo que me proponía a hacer y de que quería hacerlo. Aun así, hablé pacientemente.

-Claro que es peligroso. Por eso voy a pedirte que no vayas –Yoongi se quedó mudo, y ya que me estaba acercando a mi calle, preferí continuar-. Aún tienes el yeso y serías un blanco fácil para Taeyang. No prometo que yo vaya a encargarme de todo, ni siquiera que en verdad logre algo, pero Jin y la policía podrían hacerlo si lo encuentran –finalmente divisé mi edificio, así que disminuí gradualmente la velocidad-. Quiero arriesgarme, pero entiendo el que Hoseok esté tan alterado, y creo que sería mejor si te quedarás con él.

-Jungkook, no entiendes. Yo tengo que...

-Vengarte. Lo sé, Yoongi –interrumpí inmutable-. Y tal vez tú tengas muchas razones más que yo para querer hacerlo... pero a mí me basta con que, si no fuera por Taeyang, Jimin pudo haber sido feliz, pudo tener una vida normal y ahora no estaría en ese hospital.

Estacioné el auto sobre la calle, y bajé para dirigirme con pasos rápidos hacia mi edificio. Me di cuenta de que mis piernas temblaban un poco cuando llamé al ascensor, pero no quería pensar en mi claustrofobia en esos momentos. Yoongi aún no contestaba a causa de que mi tenacidad al respecto lo había tomado por sorpresa. No sabía si pretendía decir más por lo que me sentí tentado a colgar, pero...

-Si Jimin hubiera tenido una vida normal, no lo hubieras conocido.

Escuché sus palabras justo cuando me subía al elevador, e inconscientemente miré mis zapatos para ocultar una pequeña y resentida sonrisa, como si Yoongi estuviera de pie frente a mí y me acabara de decir eso. Evidentemente el pelinegro no quería arriesgar nada en esta última lucha, y mucho menos vidas, seguramente usaba esas palabras para que yo pensara en Jimin y que el miedo no me dejara arriesgarme.

Y es cierto que temía morir y no verle de nuevo, pero simplemente no podía quedarme con los brazos cruzados cuando la oportunidad de tomar mi revancha estaba tan disponible. Pero le reconocí su esfuerzo a Yoongi.

Ahora que refiriéndonos a que si Jimin hubiera tenido una vida normal probablemente nunca nos hubiéramos conocido... bueno, eso también ya lo había pensado con anterioridad. Me lo había dicho a mí mismo muchas veces a lo largo de esas dos semanas tan largas, así que nuevamente le tenía cierta ventaja a Yoongi porque no tenía que meditarlo para hallar una válida y sincera contestación.

-Por eso mismo. Haberme conocido implicaba toda esta pesadilla... -dejé la frase inconclusa, pero mi punto pareció claro. Estaba seguro de que el hombre apelaría pronto, así que yo continué-. Ni tú ni él se merecen lo que Taeyang les ha hecho. Y yo solo sé que en cualquier momento podría perder a la persona que más amo, Yoongi. No pienso dejar que ese asesino salga ileso.

Cuando bajé del elevador, instantáneamente fue hacia mi puerta y entré a mi apartamento, haciendo más ruido del necesario con las llaves porque me costaba manejarlas con una mano. Yoongi aún no decía nada, por lo que me puse a buscar la bolsa con las pertenencias de Jimin, y al hallarla me apresuré a abrirla con ansiedad. Adentro, estaba su ropa, cuyo color tuve que ignorar para poder sacarlas y buscar entre ellas un arma.

Cuando inclusive había olvidado momentáneamente el que Yoongi seguía al teléfono, pareció recordar que así era y volvió a hablar. Mis manos seguían rebuscando con cuidado entre la tela teñida de color oscuro.

-Si vas al muelle, procura buscarle cerca de las bodegas o los cargueros –dijo Yoongi-. Posiblemente está planeando salir de Seúl escondido entre mercancía de exportación.

-Como una rata –sugerí con mordacidad. Justo entonces, sentí algo frío, y hallé una pistola semi-automática dentro de una manga de la camisa doblada. Aún extrañado por la ubicación, sonreí-. Gracias Yoongi. Debo irme entonces.

-No me agradezcas nada –nuevamente me enderecé y me apresuré a ir hacia la puerta-. Pero... Jungkook, por favor prométeme que tendrás cuidado, recuerda que esto no es un juego. No dejes que nada te pase, porque Jimin jamás me lo perdonaría.

El que dijera eso se me figuró a una pequeña excusa para justificar su preocupación por mí, pero noté que en cierta forma también lo decía enserio, por lo que al entrar en el elevador yo forjaba una corta sonrisa.

-No te preocupes, no dejaré que me mate –presioné el botón para ir al primer piso-. Yo mismo jamás me lo perdonaría.





Quizás debí haber llamado a Jin inmediatamente, y quizás debí haberlo ido a buscar antes de hacer cualquier cosa. Pero no pensaba en ello ni en nada lo suficientemente coherente. Ahora que tenía el arma solo podía recrear escenas donde encontraba a Taeyang acorralado y terminaba con su asquerosa existencia.

Ya me hallaba cerca del muelle, y continuaba sin hacer contacto con mi sensatez, pero en el fondo creo que no quería hacerlo. No necesitaba arrepentirme, mucho menos ahora que ya estaba tan cerca. El tiempo apremiaba, pues los últimos cargueros saldrían en unas horas y pronto oscurecería también.

Escuchaba el susurro suave del mar, que a pesar de que no veía sabía que estaba muy cerca. Nadie pasaba por el área por la que yo conducía mi vehículo, pues la poca gente que había se encontraba justo en la parte donde los barcos ya zarpaban. Conducía despacio, buscando con la mirada algo que me indicara que debía detenerme y averiguar a pie. No podía acercarme a las bodegas desde esa carretera, pero de nada servía si no sabía a cuál ir. Había decidido que, si no tenía éxito ahí, buscaría a Jin y acompañaría a la policía a revisar los cargueros.

Mis ojos escudriñaban despacio, pero cuando el camino que pasaba cerca del muelle se siguió de largo, supuse que no me quedaba de otra que buscar a pie. Le di la vuelta al auto y recorrí el camino de regreso, buscando un lugar apropiado para estacionarme.

Dejé mi automóvil a un lado de una tienda de carnada que estaba cerrada, ocultándolo un poco de la vista ya que lo subí a la banqueta, paralelo a la calle. Una vez hecho esto, tomé el arma y la metí en el bolsillo de mi chaqueta, teniéndola firmemente sujeta para solo sacarla y accionar el gatillo.

Caminé entre algunos establecimientos de mariscos, pesca y más carnada, y me adentré en el camino hacia el muelle, donde se apreciaban varias bodegas muy grandes, que entre ellas parecían formar un laberinto de pasillos. El aire olía a salitre, y el viento soplaba fuerte causando mucho ruido en mis tímpanos que preferían estar tranquilos y atentos a cualquier otro sonido más relevante.

Me preguntaba si Yoongi habría compartido con Jin las mismas sospechas que me había dicho, y de ser así, dónde se encontraba él. Nam había dicho que ya había ido tras el rastro con la policía, pero no sabía si eso era cerca o lejos, o si estábamos buscando en el mismo lugar. Mi conciencia volvió a aconsejarme que llamara para averiguar, pero una vez más la mandé a callar.

Entonces, cuando pasaba por uno de los pasillos entre bodega y bodega, vi dos figuras oscuras escabullirse hacia la parte trasera de una de éstas, justamente del lado más alejado al muelle. Me detuve unos momentos, pero casi instantáneamente eché a andar con pasos cautelosos, pegándome a la pared de la bodega tras la cual se escondían para acercarme lo más posible.

Al llegar a la esquina consideré el asomarme para ver si aún estaban ahí, pero me sobresalté al darme cuenta de que ellos estaban a solo un par de metros lejos de mí, porque a pesar de no verlos podía escuchar sus voces con claridad.

-¿Woon te dijo que la dieciséis B? ¿Seguro que la dieciséis B? –decía una voz insistente-. ¡Seguimos sin hallarla!

-No me estés gritando, eso fue lo único que me dijo –refunfuñó otra voz sin atisbo de paciencia.

-Entonces vamos a deambular como imbéciles hasta que encontremos algo –propuso irónico-. Hay tres filas. Si la primera es la A, la segunda la B, y la segunda la C, deberíamos haberla pasado ya. Sugiero que volvamos sobre nuestros pasos y contemos las bodegas.

-Eres un genio –se escuchó al otro gruñir.

-Pues si al magnífico y brillante señor se le ocurre algo mejor estoy abierto a sugerencias –le contestaron con igual mordacidad.

Los hombres comenzaron a discutir entre ellos, pero en vez de concentrarme en ello comencé a mirar alrededor, tratando de recordar cuántas bodegas había pasado yo. Estaba seguro de que el Woon del que aquellos hombres hablaban no podía ser nadie más que Woo Bin, porque como aparentemente lo habían rescatado de Yoongi la otra vez, no dudaba que aún siguiera con vida.

Pero cuando mi cabeza estaba sopesando las posibilidades de que Woon se hallara reunido con Taeyang en esas bodegas, el tono de advertencia que escuché de parte de uno de ellos me puso alerta:

-Hey... mira.

Preocupado, busqué señales de que me hubieran descubierto, pero no había hecho ruido ni me había movido lo suficiente como para que divisaran mis ropas desde donde estaban. Pero entonces, al mirar al suelo vi con horror la prueba de que me habían visto. El sol amarillento se estaba comenzando a poner, y desde donde estaba, mi cuerpo proyectaba una larga sombra justo al lado de la sombra de la bodega.

A pesar de que me sentí aterrado por ello, sabía que, si eso era lo que ambos hombres habían visto, yo estaba jodido. En medio segundo me di la vuelta y salí corriendo a toda velocidad. No había llegado hasta ahí para que me encontraran tan rápido, a pesar de que se suponía que yo era el que los perseguía a ellos.

Comencé una carrera desesperada, pasando entre los pasillos de un lado al otro, en zigzag o recto de vez en cuando, deseando que si habían ido por mí, les estuviera perdiendo el rastro. No los escuchaba, y ciertamente me preocupaba voltear.

Ya decía yo que había encontrado algo importante demasiado pronto, cuando las cosas son tan fáciles usualmente es porque algo malo tendrá como consecuencia, o porque algo haces mal. Sin duda, yo estaba de ambos lados, algo malo pasaría... y porque no había hecho las cosas correctamente. Ahora deseaba el haber llamado a Jin con anterioridad, para que si moría al menos tuvieran la oportunidad de hallar a Taeyang y tal vez mi cadáver.

Pero pensar en ello no me iba a ayudar en absolutamente nada, definitivamente era mejor que me concentrara en lo que hacía, que era correr por mi vida sin tropezarme o bajar la velocidad. No había ideado hacia dónde ir o qué hacer además de intentar perderlos, pero tenía la esperanza de que algo se me ocurriría en instantes.

Cuando las bodegas llegaron a su fin y me encontré con el muelle, estaba falto de aire y tenía las piernas acalambradas, me temblaban ligeramente y el dolor quería hacerme caer de rodillas en ese mismo instante, pero tuve que resistir.

No había mucho hacia donde ir, y nervioso me hallé pegándome contra la pared de una de las últimas bodegas, respirando hondo y sin poder evitar aferrar con más fuerza la pistola, que aún no sacaba de mi bolsillo. No quería dar a conocer mi ubicación aún, era muy pronto para gastar balas, y desgraciadamente yo no tenía siquiera cartuchos de repuesto. Esos hombres no eran mi objetivo, y no deseaba desperdiciar mis escasos tiros en ellos.

Sentía la sangre palpitando dolorosamente por mis venas, y mis propias piernas estaban resbalando un poco de la pared contra la que había recargado mi espalda, pero no podía sentarme a darles alivio, seguramente necesitaría correr muy pronto otra vez.

Tras unos segundos percibí que no había pasos o voces que significaran que me buscaban. Pero justo cuando comenzaba a relajarme...

-Ven gatito. Gatito, gatito. Ven minino... -decía una voz con una falsa inocencia que me erizo los vellos de la nuca-. Sal a jugar con nosotros gatito...

La voz parecía acercarse por mi derecha, así que comencé a darle la vuelta a la bodega tras la cual me ocultaba, deseando estar alejándome, aunque fuera poco a poco. Su andar era lento y cuidadoso, por lo que no lograba identificar por donde iban. Así que me arriesgué a continuar rodeando la bodega, rogando por estarlo haciendo del lado contrario.

Cuando acabé del otro lado, me hallé con un pequeño camión de carga. Pero eso era lo único que había ahí. Mis ojos registraron con ansiedad en todas direcciones, pero de mis perseguidores no parecía haber rastro. Ya no sabía si era porque me buscaban del otro lado o porque se habían alejado, hasta que...

-Manos arriba, gatito.
Di un respingo al escuchar aquella voz directamente contra mi nuca. Me quedé paralizado. Había llegado tan sigilosamente que no me había percatado de absolutamente nada hasta que habló. No servía correr o intentar huir, porque ambos debían estar detrás de mí, y para mi mala fortuna, resistirme solo significaría mi muerte, porque estaba seguro de que aquello que sentía contra mi espalda no podía ser otra cosa que un arma de fuego. Habían usado mi estrategia contra mí, y de forma mucho más eficaz.

Me atraparon limpiamente.

No tenía otra opción más que obedecer. Agradecí el que mi arma estuviera en el bolsillo, porque cuando saqué mis manos y las alcé sobre mi cabeza ellos no la vieron, pensando que me hallaba desarmado.

-Oye, ¿no es el que iba con Min la noche en que hirieron al jefecito? –inquirió el hombre detrás de mí con un despreocupado tono de curiosidad.

-Creo que sí. No lo mates, seguro que lo quiere.

-Entonces busquemos la endemoniada bodega, ¿bien?

-Pero primero...

-Ah, sí, sí. Tienes razón.

Apreté mis puños aún sobre mi cabeza. Ahora sí me estaba preocupando demasiado. Como estaban a mis espaldas no podía identificarlos, y definitivamente no entendía de qué demonios hablaban.

Aunque no tardé mucho en enterarme.

-Buenas noches, gatito.

Acto seguido, levantó su arma a la altura de mi cabeza, y cuando menos me lo esperaba, recibí un fuerte golpe en un costado de mi cráneo con una parte del mango de la pistola. El frío y duro metal sumado al nivel de fuerza que usó me dejó desorientado, y pocos segundos transcurrieron antes de que yo acabara en el suelo con la cabeza dando vueltas.

-Ah...

Alcancé a ver parte del calzado de los hombres, pero fui incapaz de lograr más que eso. Mi cuerpo parecía pesar una tonelada. Hice un intento por levantarme, pero rápidamente mi vista se oscureció, y cuando mi rostro cayó perdí la consciencia antes de que mi mejilla impactara contra el pavimento.




Al recobrar la conciencia sentía un dolor infernal en la parte donde había sido golpeado. La contusión prometía volverse una enorme montaña dentro de pocas horas, pero cruzaba los dedos porque la dolencia se fuera poco a poco. Sin embargo, había otra cosa que me molestaba ligeramente, y al lograr abrir mis ojos pude darme cuenta del gran lío en el que me había metido.

Me hallaba tirado en la esquina de lo que parecía ser una de las bodegas del muelle. Escasa luz se proyectaba por las ventanas altas a causa de la luna y la poca iluminación de afuera, pues finalmente había oscurecido; pero podía apreciar muchas cajas de madera por el lugar, un par de grúas y algunos barriles. El ambiente se olía húmedo, y se podía sentir el frío aún en el aire encerrado.

Estaba seguro de que me encontraba solo, pero cuando logré sentarme lentamente hallé unas cuantas personas hablando entre ellas algo lejos de mí. Por la distancia y la escasez de luz no pude identificarles, pero creí contar a unos cuatro y pude reconocer voces.

-El Navy sale en dos horas, pero sería bueno si logramos colarnos dentro de los próximos treinta minutos –informó el hombre que me noqueo.

-Perfecto, vamos entonces –escuché a quien parecía ser Woo Bin.

-Pero... ¿y que pasa con mi gatito? –preguntó uno de ellos con falso tono infantil.

-Me temo que no podrán jugar –Y entonces la carne se me puso de gallina con nefasta velocidad cuando logré reconocer aquella voz-. Quiero tener una charla de despedida con él antes de irnos. Pero los felicito por atraparlo, me resultó muy conveniente.

-Cuando quiera, señor.

Mi espalda se pegó con más insistencia contra la pared al hallar la terrible realidad de que yo estaba ahí encerrado con asesinos... y entre estos, estaba el peor de todos. Había sido capturado como en una cacería, y ahora era momento de que me quitaran la piel y se comieran mi carne.

-Ahora aborden el Navy, ya los alcanzo en unos minutos.

Recibió una unánime contestación afirmativa, y vi a tres de los hombres alejarse y salir por una puerta para el personal que estaba a lado de la gran puerta metálica de la bodega, que se abría hacia arriba para dejar pasar grandes grúas. Cuando la puerta se cerró detrás de los asesinos, solo quedó un eco en la oscuridad y un hueco en la boca de mi estómago. Acababa de quedarme a solas con nada más y nada menos que Taeyang, en una bodega oscura.

Logré ponerme de pie muy despacio, sin quitar mis ojos de Taeyang, que miraba por donde se habían ido sus subordinados, dándome la espalda. A mí me convenía el estar solo con él porque eso me evitaba más obstáculos, pero aun así sentía el insistente temor en mi pecho por hallarnos los dos ahí encerrados. Las ventajas que él tenía sobre mí, sin contar su altura, brutalidad y experiencia, me dejaban ya en un terrible predicamento.

Pero sabía que tenía que tomar valor y enfrentarme a la bestia. No solo por mí, no solo por Jimin o mis amigos, sino por todas las personas inocentes que él había lastimado y las que sin duda pensaba lastimar.

Volví a pensar en Jimin, y eso fue suficiente para que decidiera darle fin a todo aquello. Con la adrenalina aumentando a cada segundo, mi mano fue hacia el bolsillo de mi chamarra con decisión, pero al estar dentro de ella... nada.

La adrenalina fue interrumpida inesperadamente. Después de una pausa, mi otra mano entró al otro bolsillo... y al no hallar el arma tampoco ahí, la adrenalina comenzó a convertirse en pánico.

"No, no, no, no..."

Pero tampoco hallé nada en mi cinturón o en los bolsillos de mi pantalón, simplemente, la pistola ya no estaba ahí. Quizás ni con el arma me hubiera asegurado una victoria, pero la simple idea de estar desarmado ante ese hombre era lo peor que podía ocurrirme. Y para aumentar mi ansiedad, pude escuchar claramente la voz de Taeyang alzándose en el lugar.

-No sirve que busques, Jungkook. Te hemos desarmado.

Mis ojos se clavaron instantáneamente en él, y me di cuenta de que había hablado sin cambiar su anterior posición, como si supera que me había despertado y que justamente me estaba preguntando por la ubicación de mi única oportunidad, que venía siendo la pistola. Se giró para encararme, y al ver aún en penumbras la manera en que me sonreía, la sangre se me heló.

Con las manos dentro de los bolsillos de una larga gabardina, comenzó a caminar con pasos largos pero lentos hacia mí, y al quedar a un par de metros, yo seguía incapaz de pensar. Estaba pasando de nuevo, pero esta vez ni la seguridad de un arma tenía. Taeyang me acorralaba... y nuevamente yo estaba a su total merced.

-Vamos a jugar un jueguito, Jungkook. Vas a ver cómo nos vamos a divertir.

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⏰ Última actualización: Apr 17 ⏰

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