17. A prueba

35 8 0
                                    

Después de una larga sesión de besos casi sin interrupciones, pude escoger mis favoritos. Eran los apasionados, de los que había sido privado todos esos meses, los que más me gustaban. Pero especialmente si venían de su parte, porque siempre tenían una dulzura que no permitía que el beso se volviera lujurioso.

La ingenuidad de Jiminnie me encantaba cada día más.

Me costó aceptar que teníamos que cenar así que lo dejé ir a la cocina a preparar algo mientras yo lo observaba desde la entrada. Mis ojos no podían dejar de mirarlo, como si ahora tuviera algo nuevo y más fascinante en él.

Pero solo era la necesidad de compensar todas las horas en que no me había quedado con la vista perdida en él por miedo a que se percatara. Claro, ahora ¿qué iba a importar? Éramos lo más cercano a una pareja...

Al pensarlo mis mejillas ardieron y decidí ir a la mesa.

Durante la cena solo comimos y charlamos, procurando tener los temas amargos alejados de momento. Después, fue hora de retirarnos a dormir y más que nunca deseaba no tener que ir a trabajar al día siguiente.

Me levanté y al ver que él se disponía a llevar sus platos al fregadero, lo tomé de la mano y lo llevé conmigo a la habitación, pidiéndole en voz baja que lo dejara para mañana.

Seguramente cualquier mente sucia y pervertida creería que mi amor y desesperación me llevarían a despojarnos de nuestras ropas para que yo pudiera hacerlo mío cuantas veces fueran necesarias. Pero esas mentes se equivocarían, porque no había nada que me escandalizara más, que el imaginar lo que algo así podría ocasionar en mi inocente Jimin.

Lo deseaba. No mentiré. Claro que lo hacía. Pero no me permitiría tocarlo si él no me daba luz verde, cosa que, yo estaba seguro, jamás ocurriría.

Nos pusimos los pijamas y subimos a la cama. El impulso de abrazarlo atacó al instante y él dejó que lo consintiera con cierta afección, sintiéndose muy cansado como para pedir su espacio.

-¿Estás seguro de todo esto? –pregunté entonces en voz baja.

-¿De qué cosa? –inquirió su voz apenas audible muy cerca de mí.

-De esta "relación".

-Oh, Jungkook ¿tenemos que hablar de eso ahora?

-Es solo que te veo demasiado tranquilo.

-¿Quieres que me ponga nervioso y me ruborice con cualquier contacto? –cerró los ojos y sonrió.

-No precisamente –mis labios se pegaron contra su frente.

-Tu querías esto, ¿verdad?

Mis manos lo acariciaron desde sus brazos hasta su cabello con toda la delicadeza que fui capaz para no espantarle el sueño, y por su parte, sus brazos me sujetaban apenas de la cintura mientras poco a poco se quedaba dormido.

Yo sonreí derrotado.

-Más que nada en la vida.

Pareció sentirse abochornado, pero no lo supe ya que sentí su boca besar la mía con ternura y volvió a recostarse, para finalmente quedarse dormido.

Cuando lo hizo solté un pequeño suspiro.

"¿Qué habrá sido del viejo y frío Jungkook? ¿Por qué solo queda este soñador que no deja de sonreír de forma complacida cuando estás tan cerca?

Pequeño Jiminenstein...

En tan poco tiempo, te has convertido en todo mi mundo."



Al día siguiente salí de la cama sin despertarlo, después de pasar casi una hora observándolo dormir. Tuve que bañarme y arreglarme para ir al trabajo y cuando salí del baño ya me esperaba mi desayuno.

Sonreí dirigiéndome a la mesa y pronto Jimin venía con su pijama y el cabello desarreglado desde la cocina, con una cafetera llena de humeante líquido en una mano. Cuando me senté sirvió café en mi taza y en la suya, bostezando un suave "Buenos días".

-Buenos días, Jiminnie.

Me miró cuando lo llamé así y sonrió con cierta timidez antes de agacharse un poco para besar mis labios. Yo puse mi mano en su nuca para evitar que se alejara y dejé uno más suave contra su mejilla. Después simplemente se retiró para dejar la cafetera y sonreí antes de comenzar a comer.

Llegó la hora de irme y me pesaba el alma cuando iba hacia la puerta.

Agradecí hallar una excusa para detenerme y volverme hacia Jimin.

-Olvidé decirte que Jin está investigando unas cosas respecto al incendio –le dije. Él me miró sorprendido-. Le pediré que venga hoy a comer para que podamos explicarte todo. Seguro que Tae se pegará a nosotros como un chicle para ver los sucesos con sus propios ojos –puse los ojos en blanco y él se rio-. Entonces quizás debas preparar más comida.

-Genial, menos horas frente al televisor –suspiró aliviado.

Yo reí. Me asombraba lo mucho que se asimilaba su odio a esa máquina infernal con el mío.

-¿Jungkookie?

Alcé la vista al escucharlo y noté que se había acercado a mí con gesto dudoso. Yo solo pregunté con la mirada.

-Ahm... quería darte las gracias por tu ayuda y tu apoyo en todo esto.

-¡Y vamos a empezar de nuevo con los agradecimientos! –me exasperé viendo al techo con una sonrisa-. No tienes remedio.

-No te quejas cuando mis 'agradecimientos' no son hablados.

-¿Ah...? –volví a mirarlo cuando se posaba frente a mí.

Sus manos subieron para tomar mis hombros y pude notar como se paraba de puntitas y acercaba su rostro al mío.

-Cuando te agradezco así.

Sus labios hallaron los míos cuando cerró los ojos, y sus brazos decidieron rodear mi cuello con fuerza. Yo me sentí impactado pero también increíblemente dichoso. Lo abracé con soltura y lo besé también, sintiendo la sutileza de sus labios y el enloquecedor sabor de estos. Eran dulces. Extrañamente dulces. Como si se tratara de un caramelo.

"Mi postre favorito."

Se alejó unos centímetros de mí y sonrió antes de soltarme y dejar caer todo su peso sobre las plantas de sus pies.

-No volveré a quejarme –prometí con media sonrisa que me fue contestada.


Fue difícil dejar el edificio, pero no tanto como desprenderme del abrazo de Jimin para salir del apartamento.

Suspiré decepcionado mientras aún conducía por las calles de Seúl, sin lograr ocultar una sonrisita que me provocaban mis pensamientos.

"Jimin me ha dado una oportunidad... de verdad lo ha hecho".

Era como un sueño hecho realidad.

"Te quiero tanto que ya dudo que mi cariño deba expresarse así. Pero siempre he sido un cobarde. No me creo capaz de besarte para después decirte que te amo."

Era una triste realidad que me molestaba tener que aceptar.

Aunque no importaba, ya que a pesar de que Jimin me quisiera –y como adoré haberlo escuchado de su boca- no lo creía capaz de sentir algo tan fuerte por mí. En realidad, no me sorprendería que solamente estuviera confundiendo su cariño, dando por hecho que de verdad me quería de otra forma.

Llegué a la morgue aún muy pensativo. Quería estar con él en ese momento, a pesar de que no me atrevía a tratarlo como si de verdad fuera mi...

Hasta dejé de caminar cuando la idea llegó a mi cabeza. Poco a poco mis mejillas se coloraron y me mordí el labio.

¿Éramos novios?

Una especie de escalofrío me recorrió al pensar en la palabra y mi cara se tornó tan roja como un tomate. Tomé mi bata del casillero y subí las escaleras deseando no pensar en ello. Me daba vergüenza la forma en la que actuaba, pero la lástima que me tenía a mí mismo contrarrestaba esa vergüenza, porque además de mí, Namjoon era el único que sabía que yo jamás había tenido una pareja.

Así es. En toda mi larga vida he sido cien por ciento soltero.

Jamás me importó socializar con la gente, mucho menos ligar. Ese era el tipo de cosas que los demás hacían y yo no lo necesitaba.

Pero entonces aparece un ser hermoso y pálido con un par de tatuajes. Con pelo largo y bellas facciones que me dejaron mudo por unos segundos. Incluso me puse nervioso hablándole, aunque lo creía muerto. Fue un hechizo tan ridículamente repentino que me creí enfermo de muerte antes de considerar un enamoramiento. Una vez "reanimado", él me había abrazado, me había besado. Mis vírgenes labios habían tocado otros que no eran los míos, y me había encantado.

Jugó conmigo sin saberlo. Su actitud y sus sonrisas me provocaron a acercarme con cautela, sintiendo constantemente un calor en mis mejillas, que jamás había ido a parar ahí con frecuencia, cada vez que me tocaba. Sus ojos me embrujaban, con sus colores fundiéndose en ese suave tono miel que me robaba el aliento cuando se fijaban en mí.

Llegué a tener otros sentimientos indeseables, como la tristeza, la rabia y los celos. Y todos los provocaba él, volviéndome frágil y torpe. Volviéndome un humano más, de esos que lloran, de esos que ríen. De esos que se enamoran.

Lo nuevo jamás me ha gustado, y aborrecía sentirme así. Pero pronto dejó de ser novedad y me acostumbré a solo pensar en él en el día y soñar con su rostro todas las noches. Acabé así, rindiéndome ante el enemigo, aceptando sumisamente que me hallaba enamorado.

Demasiado, diría yo.

-¡Jungkook, ten cuidado!

Volví en mí al escuchar el grito de Tae. Parpadeé perplejo y me percaté de que nos hallábamos en la sala de autopsias, examinando la garganta abierta de un cadáver y yo estaba a punto de cortar alguna parte de su faringe. Algo que no debía hacer, porque solo buscábamos si el motivo de su asfixia seguía atascado en su garganta.

Retiré mis instrumentos y los dejé sobre la mesita con aire confundido.

No sabía cómo había llegado hasta ahí, ni siquiera recordaba haber entrado y saludado a Tae para comenzar nuestro día laboral.

-Estás en la luna –me regañó Tae retirando con unas pinzas un hueso de pollo de dentro del cuerpo y dirigiéndome una mirada severa-. Llevaré esto al laboratorio para confirmar que fue asfixia. Trata de cerrar su garganta sin coserte al cadáver ¿de acuerdo?

Cuando salió recordé vagamente que se había molestado conmigo cuando me negué a contarle detalles sobre Jimin y yo.

Sonreí mientras tomaba la aguja y el hilo. Al menos en estado de zombie-enamorado aún tenía la suficiente conciencia como para evitar lo peligroso.

Cosí la garganta y llevé el cadáver a los compartimientos, murmurándole por lo bajo que disculpara lo distraído que había estado, mientras lo guardaba. Luego me deshice de mis enrojecidos guantes de látex y me retiré el cubre bocas y el gorro que evitaba que algún cabello contaminara los cuerpos en los que trabajaba.

Tae se tardaba. Seguro que se había quedado hablando con los del laboratorio o se había detenido por un café. Aproveché su ausencia, abriendo mi bata y sacando mi celular del bolsillo del pantalón.

Di la espalda a la puerta y marqué el número de mi apartamento, llevándome después el teléfono al oído. Marcó unos tres tonos y después me contestó su hermosa y suave voz.
-¿Bueno?

-Hola Jiminnie...

-¡Jungkookie! –exclamó sorprendido-. Creí que estabas trabajando.

-Me tomo un descanso.

-Pensé que eso no ocurría seguido.

-Imagina mi suerte.

El rio y adoré haber sido la causa de ese sonido que mis oídos apreciaban como si se tratara de la pieza musical más hermosa jamás escrita. Recargué mi mano sobre la mesa de metal a mi lado y miré al suelo entrecerrando los ojos.

-¿Cómo has estado?

-Pues desde que te fuiste, hace unas... cuatro horas, en realidad, creo que bien. Aburrido, pero bien. ¿Y tú?

-No tan bien –admití-. Un poco distraído. Tae acaba de molestarse conmigo.

-¿Te ha preguntado algo?

-Creo. Quizás se enojó porque ni siquiera me percaté.

-Mejor no lo hagas enojar –se rio él. Yo sonreí-. Dile que podrá saber lo que quiera cuando venga a comer.

-Bien, se lo diré –sabía que era hora de dejar de hablar y concentrarme en el trabajo. Pero odiaba la simple idea de dejar de escuchar su voz. Tuve que tratar de despejarme y usar todo mi autocontrol-. Creo que es hora de irme.

-Oh... de acuerdo.
-Nos vemos al rato –murmuré deseando que "al rato" fueran los próximos cinco minutos.

-Si, hasta luego.

-Te quiero –aventuré.

-...Igual yo.

Y con esas dos palabras, me sentí lo suficientemente fuerte como para colgar, soltando unos segundos después un grato suspiro. Fruncí los labios tratando de no sonreír y una de mis manos subió para posarse contra mi pecho, sintiendo el eufórico latido de mi corazón.

"Me quiere..."

-Has perdido todo derecho para decir que Jin y yo somos ridículos.

Me sobresalté y giré horrorizado. Tae estaba en la entrada, con los brazos cruzados, las cejas alzadas y con una maquiavélica sonrisa en su cara. Palidecí notablemente, bajando despacio el celular, y él solo se ocupó en caminar hacia mi despacio, estudiándome con la mirada como si fuera un león acechando a una gacela.

-Jeon Jungkook –canturreó divertido. Yo suspiré y guardé el celular con abatimiento-. No te creí capaz de algo así.

-¿De qué? –gruñí de malas y mirándolo ceñudo.

-Llamando durante el trabajo para escuchar a alguien aunque fuera por uno o dos minutos.

Torcí la boca disgustado por una acusación que a mí me parecía tan grosera, aun sabiendo lo real que era. Sonrió bastante divertido y se posó frente a mí. Sus ojos se fijaron en los míos y su boca estiró una pícara sonrisa, digna de un niño que ha ganado una discusión. Apenas y despegó los labios, pero escuché el apretado:

-Cursi.

Mis mejillas se sonrojaron avergonzadas y apreté los puños. No quise decir nada a mi favor pues temía empeorarlo todo. Tae puso su mano sobre mi hombro y comenzó a rodearme, mirando hacia otras direcciones con alegría y haciendo exagerados gestos para su molesta perorata.

-Después comenzaras a tomarlo de la mano y besarlo en público –pronosticó con aire grave-. Tendrán veladas melosas a la luz de las velas y le regalarás estrellas en un poema que tú mismo le escribirás –me miró con burla pero simuló un gesto de terror-¡Al final se hallarán llamándose con nombres de mascota como "bebe", "cachorrito", y "cosita"!

-¡Si eso es lo que Jin y tu hacen todos los jodidos días, no quiero saberlo, gracias! –exclamé perdiendo la paciencia y empujándolo para apartarlo de mí.

-Que carácter –comentó aún encantado con el bochorno plasmado en mi cara con un color rojizo.

Puse los ojos en blanco y me alejé de él. ¡Vaya que sabía poner mi humor a prueba!

En lo que restó del día traté de no pensar demasiado en eso, pero me sentía muy nervioso al preguntarme si Jimin tenía esas ideas "románticas" en mente también. ¿Y qué pasaría si eso era lo que él esperaba de mí como "pareja"? Yo no podría hacer algo parecido ni aunque me esforzara. Aunque quizás podría ser una reacción inconsciente, como si de verdad se tratara de una enfermedad.

¿Eso estaría bien?

Una escena de él y yo cenando con velas en la mesa como de costumbre, apareció en mi cabeza. Pero esta vez, había algo diferente. La atmósfera se respiraba melosa, las miradas estaban inyectadas en lo que seguro era un estado post cocaína, o quizás simple amor. Nuestros pies se acariciaban debajo de la mesa y él me servía vino mirándome con atención. Segundos después yo tomaba su mano, él dejaba la botella y se inclinaba para propinarme un exquisito beso.

Un calor bastante placentero me recorrió, y sentí como mis mejillas volvían a colorarse por enésima vez en ese día. Toqué mis labios superficialmente con las yemas de mis dedos, como si el calor de Jimin realmente se hubiera impactado contra ellos.

El romanticismo cursi no sonaba tan mal si lo imaginaba así.

Una sonrisa estúpida apareció en mi cara, una de esas que en esos días ya no podía evitar.

-¡Bien, iré a ver a Jin y llegaremos en dos horas! –me anunció Tae alegremente.

Volví a quedarme impactado. El tiempo había corrido fabulosamente deprisa a causa de lo distraído que había estado. Taehyung ya se dirigía hacia la salida de la morgue, y yo continuaba con mi casillero abierto, doblando mi bata.

No tuve tiempo de despedirme de él cuando acabé de entender la situación, así que una vez que lo perdí de vista, dejé mi bata dentro del casillero y lo cerré. Salí también de la morgue, despidiéndome vagamente de Seulgi. Eran las cinco de la tarde, y agradecía que el día hubiera resultado tan ligero. Moría por llegar al apartamento.

Estuve en el edificio en quince minutos y estaba tan ansioso que me vi forzado a tomar el elevador. Cuando llegué a mi piso, sin embargo, noté un olor peculiar...

Abrí los ojos horrorizado y corrí hacia la puerta para abrirla lo más rápido que pude. Irrumpí estrepitosamente en la sala y miré alrededor.
El olor a quemado me molestaba la nariz y el humo grisáceo que parecía salir de la cocina ya se iba por las ventanas abiertas. Vacilé en mi lugar antes de ir hacia la cocina, donde hallé el horno abierto. Había pedazos de comida quemada y cristal en el suelo. Mi corazón se alteró con preocupación cuando miré alrededor y no alcancé a ver a la razón de mi respirar.

-Jimin... –miré hacia atrás-. ¡Jimin!

No escuché su respuesta y eso solo me alarmó más.

¿Se lo habrían llevado?

Salí de la cocina y mis ojos le buscaron con desesperación. Estaba a punto de correr hacia la habitación cuando divisé un par de tenis sobre la repisa de la ventana, que sobresalían de la cortina semi-corrida. Me dirigí hacia allí.

-¿Jimin?

Pronto logré tenerlo en mi campo visual. Estaba sentado en la repisa de madera, con las piernas recogidas, la espalda contra la pared y la vista clavada en la ciudad, mientras una de sus manos acariciaba a la otra con delicadeza.

Ya se había percatado de mi presencia, pero el que continuara sin hacerme caso afectó más mis nervios. Me acerqué lentamente y me senté en la repisa, no muy lejos de él. Un par de segundos de indecisión después giró su rostro y me miró.

Todo desapareció entonces, inclusive el humo parecía haberse ido por completo, puesto que al verlo sentí que el mundo se me venía encima.

Estaba llorando.

-Jimin... ¿Qué pasó? –pregunté sentándome más cerca.

-Nada.
Bajó la mirada a sus manos con vergüenza y se dedicó a continuar acariciándolas. Lo miré con intensidad y mi mano rozó su brazo.

-¿Puedes decírmelo?

Quería transmitirle mi preocupación, para que al menos me hiciera saber que había ocurrido ahí. Él volvió a mirarme unos segundos y se acercó para recargar su cuerpo contra el mío, pegando su sien contra mi pecho mientras se observaba las manos, que no dejaba de acariciar y que mantenía cerca de su cuerpo. Inconscientemente, mis brazos lo rodearon.

-Lo arruiné –suspiró resignado-. Soy un idiota, lo olvidé por completo y ya no... no me acordé y...

-¿Hablas de la comida?

Sentí como se presionaba más contra mí.

-Se quemó el estúpido guisado –masculló enojado consigo mismo, y pude entender que sus lágrimas eran a causa de la rabia-. Me traté de apurar a sacarlo cuando vi el humo, pero por mi precipitación al sacar el refractario olvidé ponerme los guantes y como es obvio me quemé –miró sus manos con el ceño fruncido-. Se cayó la porquería y se destrozó el refractario –hubo una pausa-. Vamos ya, búrlate.

Quise hacerlo, pero no por lo que le había ocurrido. Mas bien porque me había hecho creer que lo habían secuestrado o algo parecido, y resultaba que había tenido un accidente casero. También contuve el aliviado suspiro y acaricié su espalda.

-No me burlaré –dije-. No te preocupes por la comida. Pediremos pizza. ¿Cómo están tus manos?

-Heridas...

Seducción Homicida °Kookmin°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora