Jimin corría por la acera a toda velocidad. Le dolían los pulmones cada vez que respiraba, de esa manera agitada por el llanto y su carrera. No pensaba en ir al aeropuerto, no pensaba en tomar un taxi, no pensaba en siquiera resguardarse de la lluvia que ya lo había empapado de pies a cabeza.
La verdad era, que no pensaba en nada que no fuera correr. Y quizás ni él mismo entendía bien porqué corría. Necesitaba la adrenalina llenando su cerebro hasta dejarlo incapaz de pensar, necesitaba concentrarse en el dolor físico y dejar de torturarse con el mental, necesitaba...
Su tenis golpeó la parte elevada de una grieta y cayó al suelo repentinamente. Maldijo en voz baja y sollozó, sintiendo un dolor punzante en su rodilla. No se dio cuenta de nada, aún abrumado y adolorido, hasta que un auto se estacionó a un lado de la calle, y la puerta del copiloto se abrió sola.
-Jimin, sube.
Alzó la cabeza al escuchar aquella voz. Giró su rostro y vio a Yoongi en su Cadillac negro, esperando a que abordara. Jimin respiró varias veces, tratando de reestablecer el ritmo normal de su corazón, y entonces terminó de reparar en quién era esa persona.
-¡Yoongi!
Se puso de pie rápidamente y corrió hacia el auto, entrando sin dudarlo un segundo. En el momento en que cerrara la puerta, estuvo por abrazar al hombre, pero se contuvo al notar que estaba empapado.
-¡Ay, por dios! –exclamó apenas reparando en ese hecho.
-No importa –le dijo el otro, y al instante encendió la calefacción-. Ahora vámonos de aquí antes de que sea tarde.
-¿De qué? –Pero detuvo su pregunta y sacudió un poco la cabeza antes de volver a formular-. ¿Dónde has estado? ¿Qué pasó contigo? ¿Qué ocurrió con Hoseok? ¡Dios, todos hemos estado tan preocupados!
-Calma. Ya hablaremos, primero deja que te lleve a otro lugar.
Jimin calló decidiendo obedecer, y cuando Yoongi comenzó a conducir a gran velocidad, lo único que hizo fue recargarse en el respaldo del auto, tratando de tranquilizarse. No debía pensar en Jungkook, no debía recordar lo que había ocurrido...
'Jimin, yo no te amo.'
Al escuchar esas palabras como un eco en su cabeza, cerró los ojos y contuvo la respiración unos segundos, deseando que el dolor punzante en su pecho se fuera.
"Me mentiste. Me habías prometido quedarte conmigo hasta el final."
Apretó su camisa mojada en el área de donde sentía aquella punzada, justo sobre su corazón. El aliento se le escapó en un suave sollozo y trató de no moverse, resistiendo el dolor latente que le ardía. Yoongi lo miró de reojo, pero no dijo absolutamente nada y continuó conduciendo.
Jimin se quedó en ese silencioso estado de inconsciencia, hasta que tras casi treinta minutos, el auto de Yoongi se estacionó en un hotel, cerca de la autopista. La lluvia había bajado en intensidad, y gracias a la calefacción, las ropas de Jimin ya solo estaban ligeramente húmedas.
El menor no hizo nada al respecto cuando Yoongi bajara del auto y lo ayudara a hacer lo mismo, tomándolo de la mano y llevándolo con él hacia el hotel. Pronto estaban frente al cuarto número 15. Yoongi hizo entrar a Jimin y cerró la puerta con seguro detrás de él.
-Si quieres quítate la camisa y los pantalones –Jimin miró perplejo como Yoongi se retiraba su sudadera y se la tendía-. Póntela y métete en la cama. Vas a resfriarte.
Jimin lo hizo, pero muy lentamente y sin dejar de enviar miradas discretas a Yoongi, teniendo un presentimiento extraño y familiar. El pelinegro fue hacia el escritorio y se sentó ahí, esperando a que Jimin se acomodara dentro de la cama antes de hablar.
-Gracias... -musitó Jimin.
-No hay problema –le miró unos momentos-. ¿Qué te hizo ese hijo de puta?
Jimin no necesitó ser un genio para saber que hablaba de Jungkook. Miró su regazo y apretó las mantas entre sus manos, con un rastro de dolor en su cara.
-Me pidió que me fuera –Yoongi pareció indignado, pero Jimin no se percató. Entrecerró los ojos-. Me dio dinero para que tomara un vuelo lejos de aquí.
El rostro de Yoongi fue surcado por el entendimiento. Frunció un poco el ceño y se quedó pensativo.
-Quizás ya lo sabe...
-¿Saber qué?
Yoongi alzó la mirada, hallándose con Jimin, viéndolo desde la cama con expresión de no entender. Tras unos momentos de silencio, se denotó una gran frustración en la cara de Saporta.
-¿Qué aún no lo recuerdas? –Jimin ni siquiera se movió, y Yoongi pareció molestarse-. ¡Demonios, Jimin! ¿¿De verdad aún no me recuerdas??
El más bajo pareció preocupado por la reacción del otro hombre, quien respiró hondo para tranquilizarse.
-Bien. Voy a contarte todo desde el principio, entonces...
25 de Diciembre de 2002 (Navidad)
Seúl, Core del sur
Los copos de nieve seguían cayendo. Aún era muy temprano para que el sol comenzara a derretir la nieve que había caído durante la noche, así que a nadie se le antojaba salir en lo más mínimo, mucho menos a los niños que habían despertado lo más pronto posible para ver sus regalos de navidad.
O eso pensó el pequeño de seis años, que miraba por la ventana de la sala su descuidado vecindario. Un cardenal grande y morado yacía en su pómulo, única prueba del fuerte golpe que su padre le había propinado la noche anterior tras volver de alguna borrachera.
Las lágrimas ya no caían por aquellos ojos, pero los surcos helados en sus mejillas parecían doler.
Sus pensamientos, demasiado tristes para un infante en Navidad, se vieron interrumpidos al ver algo moviéndose afuera, a pesar de su certeza de que no habría movimiento hasta pasadas las nueve. En el patio del vecino, una figura se abría paso entre la nieve de forma trabajosa.
Un escaso metro de altura, coronado con un gorro de invierno y envuelto en una chamarra pequeña pero gruesa, trepó una colina de nieve con un trineo de madera entre sus pequeñas manos, recubiertas con unos guantes gruesos.
-¡Papá, voy a usar mi trineo! –gritó con entusiasmo.
El solitario niño frente a la ventana vio como el alegre niño se deslizó en su nuevo juguete una y otra vez, riéndose y diciéndole cosas a gritos a sus padres, que lo vigilaban desde dentro de la casa al parecer. No pudo evitar sentir coraje, algo de envidia. Quisiera poder sentirse tan feliz de vez en cuando.
De repente, el pequeño niño lo divisó, y tras mirarlo unos momentos, dejó su trineo y corrió rápidamente (o tan rápidamente como sus cortas piernas le permitieron) hacia la casa, dando graciosos brinquitos para no hundirse en la nieve.
El niño más grande se sobresaltó al hallar al otro enfrente de él, del otro lado del cristal. Él lo saludó sacudiendo la mano y le hizo señas para que abriera la ventana. No supo si era buena idea, pero al ver el gran frenesí del menor, lo hizo.
-¡Hola, niño! –le saludó en un timbre de voz muy alto.
-Ho-Hola –contestó despacio-. ¿Qué quieres?
-¿Estás llorando? –el mayor se ruborizó ligeramente, pero lo hizo aún más cuando el más chico reparó en el golpe en su cara, señalándolo y haciendo con su boca una perfecta 'o'-. ¡Oye tienes un moretonzote!
Se arrepintió por haberle abierto la ventana al mocoso. Sintiéndose enojado, estuvo a punto de cerrar de nuevo, pero entonces, el niño del trineo se levantó un poco el pantalón, mostrando un moretón oscuro en su piernita.
-¡Yo también tengo un moretón! –exclamó casi con orgullo, dirigiéndole después una mirada decepcionada-. Aunque no es tan grande... -acomodó su pantalón de nuevo y miró unos momentos al chico-. Me llamo Jiminnie, ¿cómo te llamas tú?
-Eh... Yoongi...
-¿Yue-ge? –Pronunció despacio-. ¿No tienes otro más fácil?
-Soy... Min Yoongi –dijo sintiéndose perplejo por la insistencia del niño-. Pero a veces me dicen Yoonie.
-Más fácil. Te digo Yoonie –resumió el niño dando una palmada con decisión-. Oye, pronuncias muy raro... -guardó silencio unos segundos-. ¿Qué te trajo santa? ¡A mí un trineo!
Yoongi parpadeó varias veces, examinando a ese torbellino de azúcar que no paraba de hablar. No pudo evitar sentirse algo fastidiado por la actitud tan simple de ese chiquillo parlanchín.
-Santa no me trae regalos.
-¿¿Qué nooooo?? ¿Te portaste mal?
El mayor suspiró exasperado.
-No me porté mal. Soy judío –le explicó.
-¿De quién...?
Yoongi volvió a hacer una pausa, mirando atentamente a Jimin como si se tratara de la cosa más extraña jamás inventada. No sólo parecía irritante y simplón, sino que también era bastante ignorante. Bueno, no podía esperar otra cosa de un infante de sólo cinco años. Y aunque Yoongi tenía seis, la distancia de intelectos le resultaba enorme. Pero al parecer, Jimin también se aburría de los temas de conversación que no entendía con facilidad.
-¿Quieres ser mi amigo? –Preguntó con una sonrisa llena de dientes de leche-. ¡Así puedo prestarte mi trineo y puedes jugar conmigo!
Yoongi se quedó pasmado al escucharlo. No era que lo sorprendiera demasiado la repentina invitación de semejante pedazo de hiperactividad, pero no pudo evitar sentirse extraño, cohibido y algo emocionado interiormente. ¿Hacía cuánto que no jugaba con alguien? ¿Hacía cuánto no se divertía en la nieve...?
Su instinto de chiquillo lo quería corriendo y riendo a carcajadas, mientras que la prudencia y cautela que había adquirido con la constante violencia en su casa le decía que no era una buena idea. Jimin esperaba impaciente, torciendo la boca de forma graciosa y cruzando sus brazos.
Le tomó varios segundos, pero repentinamente sonrió y se trepó al alfeizar de la ventana para salir de la casa.
-Bueno, seré tu amigo.
Jimin soltó un grito de victoria, y repentinamente le dio un beso. Yoongi se quedó quieto unos momentos, viendo como el menor echaba a correr como si nada hacia su patio, donde había dejado el trineo.
-¡Apúrate Yoongi, o la nieve se va a derretir!
Yoongi volvió a sonreír para sí y se apresuró a seguirlo. Se olvidó de su padre por las siguientes cuatro horas, en las que lo único que hizo fue deslizarse por la nieve en el trineo de un inesperado nuevo amigo.
11 de Enero de 2004 (Dos años después)
El único motivo por el que se despertó esa mañana fue por el sonido de las sirenas. Sirenas de policía se habían acercado rápidamente, pero esta vez se habían callado muy cerca de su casa, en vez de irse alejando poco a poco como otras veces.
Salió de la cama aún somnoliento, y se calzó las pantuflas para no tocar el suelo frío. Caminó hasta la ventana de su cuarto, y corrió la cortina.
Había varias patrullas en la calle, y la gente se arremolinaba murmurando nerviosa y mirando hacia un punto en la casa de a lado. Yoongi dirigió su vista hacia ahí. Un listón amarillo de la policía había sido colocado en un perímetro bastante amplio para mantener a la gente apartada del edificio. Permaneció allí, mirando la escena, comenzando a sentir algo extraño en su pecho.
Y entonces, un fuerte llanto se escuchó. Un llanto que Yoongi conocía a la perfección y que lo hizo salir disparado de la habitación, bajar las escaleras atropelladamente, y salir de la casa sin hacer caso a los gritos de su padre.
Salió a la mañana nevada con tanta precipitación que casi se cayó al suelo, luego continuó corriendo, evadiendo a las personas que estorbaban en su camino, hasta que llegó frente al listón amarillo y pasó por debajo de él. No hubo avanzando mucho, cuando un oficial de policía lo detuvo.
-¡Alto ahí, amigo! ¡No puedes pasar!
-¡Tengo que hacerlo!
No supo qué hacer, se sintió lleno de ansiedad mientras miraba alrededor en busca de alguna idea. Pero de repente, vio una pequeña cabeza dentro de una de las patrullas. Dio un respingo de sorpresa e ignoró por completo al oficial, echando a correr hacia allí. Abrió la puerta sin dudarlo un segundo, hallando para su consuelo, a Jimin envuelto en una manta. Sintió un gran alivio, y subió al asiento, emparejando la portezuela del auto antes de girarse hacia su amigo.
-Jiminnie... ¿estás bien?
El aludido tenía las piernas recogidas y se las abrazaba aún debajo de la manta. Su rostro se escondía en sus rodillas y el temblor que sacudía a su cuerpo era fácil de ver. Volviendo a sentirse nervioso por su bienestar, Yoongi tomó su hombro y el menor pegó un salto. Lo miró a la cara. Yoongi sintió un peso en su estómago al mirar ese rostro aterrado lleno de lágrimas, ya que jamás le había visto una expresión similar. Nunca nada lo había dejado de aquella manera.
-¿Jiminnie...?
Pero el niño no dijo nada, y sólo se abrazó de él, rompiendo nuevamente en un llanto lastimero y asustado contra el que Yoongi nunca había lidiado. Abrazó al pequeño con fuerza sintiendo miedo porque estuviera herido, pero no dijo nada, esperando que pronto se sintiera mejor y que lo mirara con una sonrisa de nuevo.
Pasaron varios minutos, y entonces, escuchó unas voces provenientes de afuera del auto.
-¿Quién es usted? –interrogó un oficial.
-Soy el hermano de una de las víctimas, Park Youngbae.
Yoongi identificó a aquella persona al escucharla. Definitivamente no era ningún hermano del señor Park, era aquel sujeto extraño que había llegado a ver en varias ocasiones en que había estado en la Fábrica del papá de Jimin.
-Oh, señor Park, lamentamos mucho su pérdida...
-¿Qué fue lo que pasó? –preguntó aquel impostor.
-Una de las vecinas dice que salió para pasear a su perro, y escuchó al hijo gritar. Quiso ver qué ocurría pero nadie le abrió, así que nos llamó –le informó el policía-. Parece ser que los asesinaron en la noche, y cuando el menor entró a su habitación esta mañana... bien, los halló en la cama con las sábanas todas teñidas de rojo. Hemos hallado múltiples cuchilladas en los cuerpos.
-Es... terrible –murmuró la voz del supuesto tío de Jimin, con un convincente tono de lamento-. ¿Pero él está bien?
-¿El niño? Sí, sólo asustado... -se le escuchó chasquear la lengua con tristeza-. Pobre criatura, tener que ver algo tan espantoso como eso...
Yoongi apretó con más fuerza a Jimin contra su cuerpo, quien ya no lloraba y estaba tan apacible que parecería dormido, pero en realidad estaba despierto, con los ojos entrecerrados y la mirada perdida en la camisa de dormir de Yoongi.
¿Eso quería decir que los papás de Jimin...?
-Yo me haré cargo de él desde ahora. Muchas gracias por su trabajo, oficial.
Se escucharon pasos amortiguados por la nieve y Yoongi se tensó cuando la puerta de la patrulla se abrió. Una figura muy alta se dobló por la mitad para asomarse dentro del auto, mirando a los dos niños.
-Aquí estás -sonrió con un gesto que pareció indulgente. Su mano se extendió hacia ellos y Yoongi tuvo un impulso por retroceder y alejarlos a ambos de aquel sujeto, pero se mantuvo ahí y observó cómo acariciaba la cabeza de Jimin-. Todo estará bien a partir de ahora, Jiminnie...
Al escuchar su nombre proveniente de aquellos labios, Jimin alzó un poco su rostro y miró al hombre, quien le sonrió y estiró sus brazos hacia él. Casi inconscientemente, Jimin extendió sus brazos también y rodeó su cuello para que lo sacara de la patrulla cargándolo.
Al instante, y sin siquiera haberse fijado en Yoongi, empezó a alejarse hacia su propio auto, del otro lado de la calle. El niño sintió una gran desesperación al ver cómo se llevaban a su amigo, y se apresuró a bajar de la patrulla para ir detrás de ellos. Cuando los alcanzó, el hombre acababa de depositar a Jimin en el asiento trasero, envuelto aún en la manta.
-¿A dónde vamos, tío Taeyang? –le preguntó la vocecita débil de Jimin.
-A tu nuevo hogar, Jiminnie.–contestó tranquilizador.
-Yo también quiero ir.
Taeyang se giró sobre sus talones para ver al pequeño vecino que le había hablado de aquella manera determinante. No sabía bien por qué hacía eso, pero estaba seguro de que no quería dejar solo a Jimin con ese sujeto que le daba tan mala espina. El adulto le miró arqueando las cejas, con una pequeña sonrisa.
-¿Cómo te llamas, hijo?
-Min Yoongi, señor.
Taeyang lo examinó por unos segundos, como preguntándose algo. No pareció atisbar duda en los ojos del pequeño, por lo que trató de asegurarse.
-Me temo, Yoongi... -dijo-. Que si vinieras con nosotros jamás podrás volver.
El niño recibió aquellas palabras sin mudar su gesto. Miró sobre su hombro, a la casa que estaba a lado de aquella otra que seguía rodeada de personas. No volver jamás... bueno, no había mucho porqué volver y sabía que Jimin lo necesitaba. Miró de regreso a Taeyang.
-Entonces voy.
Una sonrisa complacida se estiró por los labios del mayor, quien le hizo un ademán a Yoongi para que entrara al auto. El niño sonrió y lo hizo apresuradamente, sentándose a lado de su compañero de travesuras que yacía quieto en su lugar.
-¿Escuchaste eso, Jiminnie? ¡Iré con ustedes, vamos a estar juntos!
Jimin sonrió débilmente al escuchar esas palabras, y se recargó contra el hombro de su amigo, cerrando los ojos con agotamiento y quizás finalmente rindiéndose ante el sueño. Yoongi sonrió más tranquilo y dejó un pequeño beso en los labios del menor, mientras que Taeyang subía al auto y lo ponía en marcha, alejándose de la casa de los Park sin que ninguno mirara atrás.
Y ese sería el día en que Jimin y Yoongi supieran de sus padres por última vez.
07 de Octubre del 2022 (veinte años después)
Jimin entró a la habitación del cuarto de hotel con un gran bostezo. Había estado toda la noche afuera y finalmente volvía para tomar un merecido descanso. Sin embargo, al ver hacia el sillón halló a Yoongi sentado, mirando por la ventana con una sonrisita algo tonta.
-¿Estás en sintonía, Yoonie? –preguntó burlón.
-Más o menos –admitió mirándolo con una mal disimulada sonrisa.
Jimin escaneó su cara con las cejas alzadas, percibiendo que aquel tono de voz significaba que tenía que darse cuenta de algo.
-¡Conozco esa mirada! –saltó de repente, y sin poder ocultar el entusiasmo. Se acercó rápidamente para sentarse a lado de su amigo, quien se rio-. ¿Lo viste?
-Oh sí, inclusive me cortó el cabello.
-¡Le hablaste! –Gritó Jimin sin poder creerlo, provocando que Yoongi riera de nuevo-. ¿Qué tal fue? ¿Qué pasó?
Le era muy difícil ocultar su emoción, ya que en los últimos tres meses sólo había escuchado a Yoongi hablar de aquel muchacho al que había visto trabajando en una peluquería. Por algún motivo, Yoongi se había encantado con el chico, pero esta era la primera vez que hacía algo más aparte de mirarlo disimuladamente desde el café que había del otro lado de la calle.
El mismo día en que lo viera, Yoongi había sido detenido por la policía por ser sospechoso del asesinato de Park Jaebeom, y Jimin le había tenido que ayudar a escapar de la jefatura. Pero tras varios minutos de estarlo reprendiendo por su descuido, reparó en que Yoongi lucía tan embobado en sus pensamientos que cuando Jimin supo que se debía al muchacho se sintió feliz por su amigo.
Si finalmente habían tenido contacto, Jimin quería todos los detalles.
-Hablamos de cosas muy triviales –dijo sin dar importancia, pero luego sonrió intensamente-. ¡Pero me ha dicho su nombre! ¡Se llama Hoseok!
-¡Wuuuuh! –Jimin le dio un golpe-. ¡Yoongi y Hoseok sentados en un árbol...!
-¿¿Cuántos años tienes, pedazo de imbécil?? –exclamó Yoongi entre carcajadas y dándole un golpe más fuerte de regreso.
Jimin contestó al golpe y de repente comenzaron a forcejear entre ellos, Jimin riéndose y molestándolo, mientras que Yoongi trataba de hacerlo callar, pero sin poder evitar reírse también.
Podían tener una vida muy atareada, y que gran parte del tiempo estuvieran concentrados en distintas cosas, pero ninguno de los dos había perdido aquel sentimiento fraternal por el otro que los hacía olvidarse al instante del trabajo, para volver a ser un par de niños que adoraban jugar y hacer travesuras.
Cuando Jimin estuvo a punto de lograr derribar a Yoongi del sillón, la diversión fue cortada abruptamente, ya que acababa de reparar en un sobre amarillo que había sobre la mesa cercana. Ambos hombres se quedaron quietos.
-Oh sí... iba a decirte de eso –se disculpó Yoongi viendo como Jimin aún miraba el sobre-. Él lo dejó aquí cuando vino en la mañana. Es tuya.
-Bien -se acercó para tomarlo, y luego se volvió hacia él de nuevo-. ¿Y cuándo lo vuelves a ver? –Yoongi lo miró sin entender-. Me refiero a Hoseok.
-No lo sé –se ruborizó ligeramente, con la mirada fija en el sobre-. De todas formas, ni que fuera a invitarlo a salir o algo.
Jimin había estado mirando el sobre también, y lo abrió con cierta resignación, extrayendo las dos acostumbradas hojas de papel. Al escuchar a su amigo decir aquello frunció ligeramente el ceño.
-¿Por qué no? –preguntó echando un vistazo a la hoja escrita a mano por Taeyang, felicitándole por su último trabajo e indicándole que su dinero se hallaba al fondo del sobre.
-Jimin, es obvio que no puedo establecer contacto con él...
-Querer es poder.
-No cuando eres un asesino a sueldo y lo que quieres es socializar. Las personas que te rodean corren el riesgo de morir.
Jimin alzó la mirada antes de leer la otra hoja, donde decía su siguiente asignación. Yoongi se miraba los zapatos, sus ojos reflejaban resentimiento, pero su rostro no podía ocultar cierta tristeza. Jimin se sentó a su lado de nuevo, con su estado de ánimo sombrío de repente.
-¿Y por dedicarte a esto es por lo que dejarás de pensar en tu felicidad? –preguntó sin mirarlo.
Yoongi soltó un suspiro y cerró los ojos. Siempre era lo mismo. No importaba cuántos años llevaban metidos en aquello, siempre, y sin excepción, Jimin iba a sacar aquel tema en algún momento a pesar de que él había sido el primero de los dos en unirse a Taeyang, cuando había acordado con él aquel 'trato'.
-Jimin, ese tipo de felicidad es algo que ni tú ni yo podemos buscar –el menor lo miró-. Hoseok podría salir herido, cualquier persona a la que nos acercáramos mucho podría estar en peligro porque tenemos demasiados enemigos.
-Pues no es justo –masculló Jimin. Yoongi lo miró. Sus ojos estaban llenos de lágrimas y fruncía el ceño, mirando al suelo-. No es justo que sea de esta manera. Quiero una maldita vida normal, Yoonie, y quiero que tú tengas una también. Odio irme a dormir con el presentimiento de que no voy a despertar porque alguien me cortará la garganta, o de que cuando nos despedimos antes de ir a nuestras misiones sea la última vez que te vaya a ver...
Yoongi le dirigió una mirada triste a su compañero y rodeó sus hombros con un brazo. Jimin respiró hondo, cerrando sus ojos unos segundos para poder tranquilizarse.
-Perdóname... yo te arrastré a todo esto... -musitó.
-Yo escogí quedarme contigo, y hubiera acabado de esta manera, aunque hubieras hecho el pacto con Taeyang, o no.
Jimin tragó grueso y evitó que las lágrimas se le escaparan. Giró su troncó hacia Yoongi y lo abrazó con fuerza unos segundos.
-Gracias, Yoonie. Creo que si no fuera por ti, no podría soportar esto.
-De nada –le dijo en voz baja. Luego le dio un ligero golpe en la nuca-. Pero ya deja de lloriquear, ¿entiendes? –Agregó con tono de broma, separándose de su amigo para sonreírle y borrar la pequeña gota que apenas empezaba a desprenderse de sus ojos-. Vamos a salir adelante.
Jimin asintió con una mirada firme, y luego le dedicó una agradecida sonrisa al hombre frente a él, a quien besó por unos segundos de contacto estático. Al separase respiró hondo y se enfocó en su misión, mientras que Yoongi a su lado se recargaba en el respaldo del sillón.
El menor revisó rápidamente la hoja que había dejado al pendiente. Pero al hacerlo, abrió los ojos con sorpresa.
-¿Qué dem...?
-¿Qué pasa? –preguntó Yoongi extrañado.
Jimin no dijo nada. Solo leía aquellas palabras negras al principio de aquella hoja que decían claramente:
CLIENTE: ¿?
OBJETIVO: Jeon Jungkook
MOTIVO DE HOMICIDIO: No especificado.
Jimin apretó los dientes, mirando la hoja con una expresión entre indignada y furiosa. Yoongi leyó sobre su hombro lo mismo que él.
-Ese hijo de puta rompió el trato, Yoongi –masculló Jimin.
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Seducción Homicida °Kookmin°
FanfictionUna noche como las demás, en la Morgue. Jeon Jungkook solo tiene que encargarse de un último cadáver, lo trajo la policía, nadie lo ha identificado aún. Corre el cierre de la bolsa y examina el cuerpo. Sin embargo...está respirando. Jungkook lo rean...