32. Al final del revólver

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La noche se respiraba helada, y al hallarnos envueltos por ella no me sentía con las agallas para hacer lo que planeábamos. ¿A quién engañaba? Yo no era un superhéroe de tiras cómicas, ni tampoco una figura de la justicia o un matón experimentado. Yo solo era Jeon Jungkook, médico forense, y mis conocimientos no iban a servirme contra un montón de seres vivos armados. Aunque creo que tampoco me hubieran servido contra un montón de zombies armados.

El Cadillac había sido conducido por la carretera, y justo cuando había empezado a dudar sobre lo que Yoongi estaba haciendo, se había desviado hacia un rudimentario terreno, siguiendo un camino que no había visto hasta que estuvimos sobre él. Pronto, gracias a las luces encendidas del auto, pude ver una edificación más adelante.

Supimos, al momento de divisar los ventanales enormes iluminados, que nos estaban esperando.

-Y comienza la diversión... -murmuró Yoongi estacionando el auto afuera del largo enrejado de la fábrica-. Por el tiempo que ha transcurrido, es posible que ya tenga al menos veinte personas aquí. Vayan con cuidado.

No pude evitar dirigirle mi mirada de escepticismo por excelencia, sintiéndome frustrado porque nos hiciera aquella advertencia justo después de haberme aterrado hasta los huesos. Me sentía como un pequeño niño perdido en el supermercado. No tenía idea de qué hacer. En otras palabras, estaba jodido.

Yoongi abrió la puerta del auto lo más silenciosamente que pudo y bajó, Jin no tardó en imitarlo. Yo lo hice un par de segundos más tarde, justo después de respirar hondo y aferrarme a la manija con fuerza innecesaria.

Mis compañeros ya se hallaban en las puertas enrejadas, abriéndolas con una facilidad que me comunicó que indiscutiblemente éramos los únicos que faltaban para la gran fiesta. Los alcancé y entramos al mismo tiempo a los terrenos, llenos de chatarra como pedazos de autos o maquinaria vieja y oxidada.

No habíamos dado ni quince pasos, cuando se escuchó como un arma se cargaba en la oscuridad. Los tres nos detuvimos al mismo tiempo, y no hubo movimiento por tres segundos exactos; luego, Jin y Yoongi alzaron sus pistolas en distintas direcciones, y yo me apresuré a hacer lo mismo notando que mi mano temblaba al sujetar el arma.

De repente se escuchó un disparo. Como si hubieran activado un botón, Yoongi nos sujetó a Jin y a mí de nuestras mangas, y tiró de ellas para hacernos agacharnos detrás de un machacado pedazo de Volkswagen.

-¿Se suponía que nos encontraran tan pronto? –pregunté alterado, viendo como ambos hombres seguían mirando alrededor con sus armas cerca de sus rostros.

-No. Al menos esperaba entrar a la fábrica.

-Eso no importa, ahora –intervino Jin sin notar como yo había palidecido de golpe-. Si estos sujetos nos acaban aquí, sólo llegaremos a la fábrica como trofeos.

-No llegué tan lejos como para volverme trofeo de estos aficionados –sonrió Yoongi con tanta seguridad que inclusive me infundó un poco.

Traté de dejar de lucir como el inútil del grupo y comencé a mirar alrededor, escudriñando la negrura y preparado para dispararle a la primera cosa que se moviera entre los múltiples escondites similares al que ocupábamos.

-¡Hey, Suga! –Gritó una voz a unos treinta metros de donde estábamos, justo del otro lado de nuestro escondite-. ¡Hubieras dicho antes que eras tú, así te recibíamos con más calidez!

-Woo Bin –susurró Yoongi para hacernos saber quién hablaba-. Un completo hijo de puta. Él y sus hombres estaban a cargo de matar a Jimin. Supongo que para enmendar su error ahora quiere entregarle mi cabeza a Taeyang.

Yo recibí aquella información como si se tratara de un incentivo de valor. Si el bastardo que había tratado de matar a Jimin estaba ahí afuera, yo no pensaba dejarme matar por él. Planeaba acabarlo yo mismo de ser necesario.

-¿Quién más está contigo, Woon? –Preguntó Yoongi en voz alta-. ¡No me parece que tu acogimiento sea de caballeros!

-¡Oh, Jun disparó, lo siento mucho! –Contestó Woo Bin con un tono nada convincente de vergüenza-. ¡De haber identificado tu auto antes lo hubiera hecho yo, y ahora mismo tu bonito Cadillac estaría salpicado de materia gris!

-Eso es cierto –admitió Yoongi para nosotros, encogiéndose de hombros-. No le pusieron el nombre de un pistolero del viejo oeste por nada.

-Ah... Yoongi... ¿sabes lo que es la motivación? –pregunté ácidamente-. Porque estás haciendo justamente lo contrario.

-¡Sal a jugar con nosotros Suga! ¡Todos los que han escuchado historias de ti están aquí muriendo de ganas de verte en acción!

-Eso quiere decir que hay muchos de los nuevos –dijo Yoongi más para sí mismo-. En ese caso quizás tengamos más oportunidades –me miró totalmente serio-. Cuando comience el tiroteo tendrás que hacer hasta lo imposible por llegar a la fábrica –yo estuve por hablar, pero se me adelantó-. No uses la puerta principal, sería contraproducente si Taeyang no está en su oficina.

Quise volver a hablar, o más bien, exclamar nervioso un "¿Y cómo demonios esperas que llegue hasta ahí sin acabar agujerado por uno de los muchos asesinos que estarán disparando a matar?", pero se escucharon dos disparos, que esta vez pasaron bastante cerca y le dieron a un pedazo de hojalata que había a un par de metros de nosotros.

-Maldita sea, me tiene harto el juego del gato y el ratón –gruñó Jin poniéndose de rodillas y levantándose un poco para apuntar hacia donde había escuchado la voz de Woo Bin, disparando tres veces. Volvió a agacharse y me miró-. Lo siento, Jungkook, pero tendrás que hacer esto tú solo.

Hubo más disparos en contestación a los de Jin, haciendo que me sobresaltara cuando varios golpearon una esquina de nuestro propio escondite. Ahora que el detective había hecho un movimiento nos tenían mejor ubicados. Sin embargo, al parecer Jin prefería eso que a esperar a que nos acorralaran lentamente.

Antes de lo que hubiera esperado, tanto Jin como Yoongi se alzaban un poco para mirar sobre nuestro escudo y disparar varias veces, siendo contestada su violenta charla por parte del enemigo. Yo seguía sin moverme cuando el primer cartucho de Jin se acabó, y mientras lo cambiaba me di cuenta de que estaba desperdiciando el tiempo.

-Bien, voy para la fábrica –informé con más decisión de la que esperaba emplear-. ¿Podrán cubrirme?

-Lo intentaremos.

Definitivamente, Min Yoongi no estaba hecho para dar pláticas de motivación. Ya que Jin no agregó nada, supuse que tendría que conformarme con eso. Así que, con un hueco producto del pánico en mi estómago, busqué el pedazo de chatarra cercano más grande que pudiera hallar. Me decidí por lo que parecía una enorme mezcladora de cemento medio enterrada en la tierra.

Sujeté la pistola con ambas manos, y procurando apenas levantarme del suelo, me apresuré a llegar hasta ahí para cubrirme. A los pocos segundos de haberlo logrado, algunos disparos se dirigieron en mi dirección y fallaron sólo gracias a que ya me había ocultado de nuevo. Suspiré aliviado. Al menos sabía que no se atreverían a acercarse a mí sabiendo que Yoongi y Jin seguían en sus puestos.

Me tomó poco más de diez minutos, pero finalmente logré acercarme considerablemente a la fábrica. Llegué a ver una de las puertas laterales de las que Yoongi me hablaba, pero no sabía cómo se suponía que llegara hasta ahí sin morir en el intento, ya que aún estaba varios metros lejos de mí y no había mucha chatarra que sirviera para cubrirme cerca de ahí.

Aún me estaba debatiendo conmigo mismo para decidir aquello, cuando un alarido desconocido me hizo darme cuenta de que Yoongi o Jin habían conseguido darle a uno de nuestros contrincantes. Mi cuerpo se activó sin mi consentimiento, y repentinamente ya había corrido a toda velocidad hacia la puerta, aprovechando la diminuta distracción que había aparecido. Me sorprendí enormemente cuando alcancé la puerta y entré precipitadamente a la fábrica aún con vida, y al parecer sin ninguna herida. Solo para estar seguro me palpé el pecho un par de veces, y no pude contener esa sonrisa.

Escuché de dos a cinco disparos más afuera y luego reinó el silencio absoluto.

Aquello me puso nervioso, pero me vi forzado a ignorarlo. Me encontraba en un lado del primer piso de la fábrica, no muy lejos de las inutilizadas máquinas, y por lo que llegué a apreciar, no había señales de que alguien estuviera ahí, a excepción de las luces encendidas en el techo que iluminaban la estancia. Pero tampoco había pruebas de que alguna pelea se hubiera llevado a cabo, ni casquillos gastados en el suelo o sangre en alguna parte.

El lugar lucía abandonado del todo.

Había una puerta justo debajo de una igual que había en el segundo nivel, que en realidad era un simple piso de lámina con barandales para supervisar el trabajo de las máquinas desde arriba. Me pregunté qué podría ser la puerta de abajo, pero instantáneamente me llamó más la atención la que se encontraba en el segundo nivel.

A lado tenía una larga ventana rectangular, con unas persianas que evitaban ver dentro. Parecía una oficina.

Justo cuando había decidido que era buena idea subir las escaleras metálicas que no estaban muy lejos de mí para dirigirme hacia aquella puerta, escuché voces provenientes de la misma oficina. Las voces se volvían gritos.

-¡...amenazarme, menos un mocoso malagradecido como tú!

Eso fue lo último, y lo único que alcancé a entender.

Repentinamente, la ventana pareció explotar en pedazos. O esa fue mi primera impresión, luego me di cuenta de que algo había sido arrojado contra esta, y ahora había caído sobre el pasillo de lámina, envuelto en las persianas que había arrancado y repleto de pequeños pedacitos de vidrio que le cayeron encima.

Yo miraba aquel inesperado desastre con los ojos muy abiertos cuando la puerta de la oficina se abrió, y Taeyang apareció en el umbral en todo su sombrío y repulsivo esplendor.

El hombre era alto, y a causa de sus ropas oscuras y la expresión furiosa que en ese momento tenía en su rostro, demacrándolo de manera casi inhumana, me resultó mucho más atemorizante de lo que había esperado.

Por un momento creí que me había visto, pero en vez de eso se fijó en los destrozos de la ventana y se aproximó a estos con pasos largos. Me quedé horrorizado cuando dio una patada a las persianas ya que el gemido de dolor que escuché me reveló, no solo que lo que había roto la ventana era una persona, si no que era Jimin.

Si creí que la escena ya no podía alterarme más, me equivoqué. Taeyang acababa de levantar su brazo, mostrando un revolver negro en mano.

-Te lo diré simple y conciso, pequeño traidor –dijo Taeyang con su voz grave y cargada de furia-. Tú no estás en condiciones de absolutamente nada. ¿Escuchaste esos disparos? Tus amigos ya deben estar muertos para este momento –mi corazón se oprimió a causa de un mal presentimiento al darme cuenta que después de que hubiera entrado a la fábrica no había vuelto a ocurrir ningún disparo-. Y te confesaré algo: Me muero de ganas porque seas parte de ellos.

Había algo en la manera que hablaba que te hacía quedarte estático. No sé si era su tono amenazante, o el susurro ronco que intimidaba con su simple pronunciación cuando bajaba ligeramente la voz, pero por algún motivo ver a ese individuo y escucharlo hablar me habían dejado helado en mi sitio.

Lo vi doblarse por la cintura, y con una mano sujetó el cuello de la camisa de Jimin y tiró de ella para sacarlo de entre los vidrios y las persianas rotas, obligándolo a ponerse de pie a pesar de que apenas y parecía consciente. Alzó su brazo y apuntó con el revolver a la frente de Jimin, estirando una larga y macabra sonrisa.

Sin embargo, el hechizo, maldición, o lo que fuese que se había apoderado de mí ante la presencia del asesino, desapareció ante el peligro. Sentí rabia subiendo por mi pecho y abrasando mi garganta, dispuesto a hacer que soltara a Jimin costara lo que costara. Mis manos sujetaron con fuerza la pistola y le apunté sin dudarlo un segundo más. Mi dedo índice se abrazó al gatillo y tiré de él con fuerza.
Claro que como esa era la primera vez que disparaba en mi vida, no me sorprendí por no haber dado en el blanco. La bala había ido a parar tan lejos que ni siquiera identifiqué dónde quedó. Pero en realidad, ese no era mi cometido; mi cometido lo había logrado, ya que Taeyang acababa de reparar en mi presencia y se había olvidado momentáneamente de Jimin.

Me di cuenta de que me hallaba respirando por la boca ruidosamente, como si en vez de haber tirado de un gatillo hubiera corrido alrededor de la fábrica quince veces. Sin duda, un sujeto sencillo como yo no estaba hecho para emociones tan extremas. Y dispararle a un asesino buscando salvar al amor de tu vida, clasifica como emoción extrema.

Taeyang no se había movido a pesar de que habían pasado un par de segundos desde mi movimiento. Me examinó con sus ojos negros llenos de curiosidad. Yo no podía moverme a causa de que su mirada me había dejado con un sentimiento espantoso encima. Lo peor era que a pesar de que ahora estaba prestándome atención a mí, no había soltado a Jimin ni dejado de apuntarle con el arma.

Noté mortificado la manera en que Jimin se sostenía de la mano de Taeyang para que no lo ahorcara con su propia camisa, pero además de eso no parecía capaz de hacer algo más, aún a mitad de su lucha por mantenerse consciente.

Cuando miré a Taeyang de regreso, los vellos de mi nuca se erizaron. La macabra sonrisa que había compuesto unos segundos atrás estaba de nuevo en sus labios, pero esta vez dirigiéndose exclusivamente hacia mí.

-Jeon Jungkook, ¿cierto?

No tenía idea del motivo por el cual me conocía, pero que lo hiciera me resultaba algo muy malo. No contesté al notar que Jimin hacía un movimiento brusco, pero Taeyang lo pegó contra el barandal del pasillo y presionó con más insistencia el revólver contra su frente, obligándolo a quedarse quieto. Mi ira brotó de nuevo.

-¡Suéltalo y deja el arma, o disparo! –grité con voz potente, apretando con más fuerza la pistola para que no se notara que nuevamente mis manos temblaban, preocupadas por volver a accionar el gatillo.

Hubiera querido tener la experiencia y actitud de Jin, de manera que mi orden hubiera sonado amenazante y no algo insegura a pesar del volumen que había empleado. Taeyang también parecía haberse dado cuenta de mi falta de conocimientos del tema, ya que no había dejado de sonreír.

-Es una sorpresa que estés aquí, Jungkook –comentó como si charlara con un viejo amigo al que se había encontrado después de mucho tiempo-. ¿Viniste por mí? –hizo una pausa y miró unos segundos a Jimin. Cuando me miró de nuevo su sonrisa había adquirido un tono burlón-. No, que tonto. Has venido por él, ¿no?
-¡Déjalo ir y no habrá necesidad de disparos!

Aún no sé porque insistía con lo de disparar. Quizás me brindaba un sentimiento de autoridad o me hacía sentir que tenía el control, aunque no fuera así. Ambos sabíamos que no lo haría, y Taeyang no tardó en señalarlo.

-Por la manera en que la sostienes dudó que sepas al menos apuntar –me dijo con cierto desdén, pero sin perder su tétrica sonrisa-. ¿Te arriesgarías a dispararle a tu amiguito también, señor Jeon?

Ese, precisamente, era el motivo por el cual no disparaba. Temía que la cercanía de Jimin resultara contraproducente. Y el hecho de que Taeyang se hubiera dado cuenta me dejaba en un terrible predicamento, ya que ahora ni siquiera tenía poder de mi lado. Estaba solo y no sabía qué hacer, y posiblemente las únicas personas que podían ayudarme estuviesen muertas.

Sentí un nudo en la garganta y noté que el arma temblaba demasiado. Me odiaba por no poder controlarme en una situación como aquella. Me sentía patético. Jimin continuaba sin oponer gran resistencia contra Taeyang y me pregunté si estaría muy herido.

La escena seguía detenida. Sin duda, mi mortificación estaba divirtiendo muchísimo al asesino, quien seguía esperando a que yo hiciera algo. Pero yo sólo estaba pensando en que no tenía idea de cómo evitar que lastimara Jimin ahora que no podía emplear el arma, a pesar de que aún la tenía dirigida hacia Taeyang.

-Deja a Jimin y entrégate. La policía estará aquí en cualquier momento.

Sí, eso era todo lo que me quedaba. Confiar en la policía y usarlos como mi último recurso de amenaza. Taeyang arqueó una ceja. Su constante sonrisa me enfermaba.

-La policía. Mis buenos amigos –comentó para sí mismo como si los recordara con melancolía-. Siempre han sido muy lentos, y yo demasiado práctico para ellos. Pero no te preocupes, entiendo tu punto –bajó el brazo que sostenía el revólver-. Creo que contamos con poco tiempo, y tengo muchas cuentas que ajustar aún.

El hecho de que bajara el revólver me dio un fugaz sentimiento de calma, pero entonces, justo lo que menos esperaba que ocurriera, pasó. Dirigió una mirada mordaz a Jimin y en un simple movimiento, lo empujó con fuerza hacia atrás. Su espalda resbaló sobre el tubo del barandal, y vi casi en cámara lenta la manera en que su cuerpo lo pasaba, y comenzando a caer y a caer, hasta que acabó estrellándose contra el suelo del primer piso en un golpe seco y estrepitoso.

-¡JIMIN!

-¡Ah-ah-ah! –me advirtió rápidamente la voz de Taeyang, apuntándome con el revólver en el momento en que me disponía a correr hacia Jimin. Me sentí como un imbécil al notar que había bajado mi propia pistola-. Deja tu juguetito en el suelo, Jungkook. Yo sí puedo dispararte.

Mi respiración se sentía afectada y mi corazón latía deprisa. Era sorprendente como aquellas reacciones tuvieran otro efecto en mí a diferencia de cuando habían ocurrido a causa del romanticismo. Respiraba desesperadamente por el horror y no por emoción, y mi bombeo sobreexcitado no era a causa de la felicidad, si no el peor y más horrible sentimiento que había experimentado jamás:

El sentimiento de que acababa de perder a Jimin para siempre.

No había escuchado claramente las palabras de Taeyang. Un zumbido se anidaba en mis oídos y mis ojos se sentían humedecidos mientras recorrían el cuerpo inerte en el suelo, que no se había movido después de caer y que ahora era precedido por un líquido oscuro que comenzaba a expandirse por el suelo que lo rodeaba.

Cerré los ojos unos segundos, deseando que al abrirlos él estuviera de pie. Sin embargo, sólo escuché a Taeyang repitiéndome que dejara la pistola en el suelo, y deseando que se callara la arrojé lejos de mí, sin más. Pero aun así, al despegar mis párpados de su sitio de descanso, Jimin continuaba igual.

La angustia me estaba asfixiando, y lo peor era que a causa de que Taeyang, quien ya caminaba hacia las escaleras con pasos tranquilos, me seguía apuntando, no podía correr hacia Jimin para tratar de auxiliarlo. Deseaba más que nada que Taeyang cayera muerto sin motivo aparente y que yo pudiera hacer algo por mi Jiminie, que bien podría ya no necesitar ayuda para nada.

"Te lo ruego, Jimin... Resiste."

Para cuando me di cuenta, Taeyang estaba a unos metros de mí, con el revólver preparado apuntando a mi cabeza y su sonrisa cínica más estirada que antes.

-De rodillas, Jeon–murmuró. Traté de resistirme, pero mi consciencia me mandó a callar esta vez y me obligó a hacerle caso, agachándome hasta quedar arrodillado en el suelo duro de la fábrica-. Parece ser que me llevé el premio gordo, ¿eh? –Dijo con una voz que expresaba su infinita complacencia-. Mataré a todos los que saben respecto a que sigo aquí en Seúl y volveré a mi holgada vida, como antes de que ese bastardo me traicionara.

Trataba con todas mis fuerzas, pero no podía concentrarme del todo en lo que aquél sujeto me estaba diciendo. Sólo sabía que podía declararme hombre muerto.

-No creas que toda tu pequeña aventura estos meses me ha pasado inadvertida –comentó Taeyang, luciendo su más repugnante cara de cruel satisfacción al notar que yo continuaba mirando a Jimin sin moverme-. Todo este tiempo he investigado sobre ti y tus amigos, y hace ya un buen tiempo en que los tenía vigilados a todos –dirigió una mirada rápida y casi insignificante a Jimin-. Sinceramente, lo que menos me esperaba era que dos de mis mejores asesinos se liaran con un peluquero y un médico forense –hizo una pausa para reír entre dientes-. ¿No es encantador? Al primero seguramente ya lo hayan capturado mis hombres, y al segundo lo tengo aquí, tratando de no ponerse a llorar porque maté a su amorcito.

-¿Si nos tenías tan vigilados por qué no nos mataste antes, Taeyang? –exclamé yo cerrando los ojos para intentar tranquilizarme.

Aquel hombre estaba tratando de jugar con mi mente. Se colaba a mis pensamientos y se abría paso hacia mis sentimientos para dejarme vulnerable al hacerme sentir en carne viva los más terribles. ¿Quién dijo que la tortura psicológica no puede ser peor que la física?

"No está muerto. No está muerto. No está muerto..."

-¿Y arriesgarme a que asociaran sus muertes conmigo? –Inquirió con un dejo incrédulo-. Se ve que no sabes nada de esto, Jungkook. No. Yo preferí esperar a que vinieran por mí para recibirlos en la comodidad de alguno de mis aposentos. Al fin y al cabo, solo ustedes sabían de mí, y aquí podré desaparecerlos –sonrió-. Para eso quería que mis subordinados trajeran a Jimin, pero tuve que conformarme con Yoongi y su adorable novio. Aun así, parece que la carnada sirvió.

Sería imposible describir el asco que le profesaba a aquél engendro en esos momentos. Me hallaba tan desesperado, tan asustado y tan frustrado que me daban ganas de gritarle a Taeyang que me disparara de una maldita vez. Pero al mismo tiempo sabía que eso no funcionaría, y que no lo quería así.

Siempre hemos escuchado que antes de morir vemos nuestras vidas pasar delante de nuestros ojos. En mi caso no ocurrió así, pero sin duda recapitulé muchos de los acontecimientos de los meses pasados en mi mente y a una desconcertante rapidez. Sólo pensaba en Jimin. La esperanza de ver la luz del día de nuevo se había esfumado, pero hubiera dado lo que fuera por ver en lugar de eso, a Jimin poniéndose de pie en perfecto estado y dedicándome su más hermosa sonrisa. Con eso yo podía morir en paz.

No era capaz de moverme y no me atrevía a hacerlo de todas formas, ya que estaba consciente de que Taeyang no había bajado el revólver color negro en ningún momento.

Traté de fijar mi vista únicamente en Jimin una vez más. Yacía tendido en el suelo sin moverse, sobre ese charco de sangre que se continuaba extendiendo por todo el húmedo lugar. Estaba tumbado de lado, dándome la espalda, por lo que su estado seguía siendo desconocido para mí. El miedo a perderlo seguía en mi pecho, apresando mi corazón como lo harían las garras filosas de un águila.

Taeyang se acercó más a mí. Yo no permití que mis ojos se apartaran de Jimin hasta que ya tenía al sujeto justo enfrente. Miró a Jimin, luego a mí y chasqueó la lengua con fingida tristeza.

-Las cosas no parecieron salir bien, ¿verdad? –musitó cómo si tratara de consolarme.

Sentí la punta del arma pegarse a mi frente y yo sólo pude tragar grueso, intentando aligerar aquél nudo en mi garganta. La muerte me estaba tomando el hombro gentilmente para que me fuera con ella.

Pero aún tenía esperanzas. No de vivir, claro. Pero sí de que Jimin estuviera con vida, y que cuando la policía llegara, tal vez no atraparan a Taeyang, pero fueran capaces de salvarle la vida a Jimin. En ese caso, a pesar de que era lo que menos quería hacer en ese momento, sólo me quedaba rogarle a Taeyang por piedad.

-No le hagas daño... por favor –fue lo que le dije débilmente.

No tuve que explicarme, era muy evidente de quién hablaba. Resultó intrigante el que la espantosa sonrisa de Taeyang desapareciera, y que en su rostro surgiera una expresión de fastidio. Ignoraba si era porque yo parecía resignado hacia la muerte, o porque esperaba que mis últimas palabras fueran algo un poco más épico y dramático sobre tenerme misericordia, y no una plegaria movida por el amor.
-¿Me pides eso después de que él tratara de asesinarte?

Me había dicho aquello de manera casi socarrona, quizás porque no podía creerlo, pero también quizás porque quería mofarse un poco de mí y ver lo que sus palabras causarían si las decía. Pero yo tenía muy claro ese factor en mi cerebro.

-No importa lo que haya hecho... sólo promételo.

Eso me había dicho a mí mismo tantas veces que supongo que por eso me resultó tan fácil hacérselo saber. No me importaba. De verdad, ya nada me importaba.

-Y ahí está de nuevo –dijo riendo abiertamente-. Esa cosa patética que llamas amor te trajo hasta aquí... ¡De no ser por él tu estarías en tu casa tranquilamente! Y ahora sin embargo... –bufó dejando la frase al aire. Yo no hablé-. En fin... te mandaré al infierno junto con él, así que no lo extrañes demasiado.

-Ahí nos veremos entonces... –fue mi fría respuesta, dirigiéndole una mirada desafiante.

Él soltó un gruñido de inconformidad. Escuché el chasquido que hizo el arma cuando hizo el percutor hacia atrás de forma amenazante, listo para soltarlo y terminar con mi patética vida con ese sencillo movimiento. Cerré los ojos despacio, sintiendo que la valentía de hacía unos momentos desaparecía por completo.

Tantas veces antes que había imaginado mi muerte, y que incluso en algún momento quise provocarla yo mismo. Pero ahora no había nada que deseara menos que morir. Se lo acreditaba a la persona por cuya vida temía tanto en aquel momento. Me había mostrado la magnificencia de vivir, el valor de las pequeñas cosas, y que la felicidad puede ser tuya si la buscas.

Sentía dolor en mi pecho, y de mis párpados cayeron varias lágrimas impertinentes. Hubiera deseado haberlo conocido en otra situación, en otro momento, por otras circunstancias, en otra vida. De aquella manera, tal vez hubiéramos podido estar juntos, en lugar de encontrarnos con un triste y trágico final lejos del otro.

-Discúlpame –susurré siendo consciente de que Jiminie jamás me escucharía, pero ya no me sentía con fuerzas ni para hablar claramente-. Discúlpame Jimin... –Apreté los párpados, y una renovada lágrima escapó-. Te fallé...

"Te había jurado estar contigo hasta el final. No lo hice. Perdóname, mi amor. Esta estupidez humana me hizo creer que sería capaz de cumplir la única promesa sincera que había hecho alguna vez."

Taeyang pareció sumamente entretenido por mis palabras. Y aquél triste lamento no logró suavizar su mirada sedienta de muerte.

Más bien, la avivó.



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Si encontraste errores lo lamento, este capítulo no está totalmente corregido :/

Seducción Homicida °Kookmin°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora