Capítulo 37 | El final de nuestra historia.

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El final de nuestra historia.


Mentiría si digo que pasé la noche bien.

Ósea no era que estaba mal, si no que no había conciliado el sueño.

No había dormido nada. Absolutamente, nada. ¿Porqué? Era el día de mi boda y los nervios que yo tenía no se comparaban con lo que yo debería sentir. Estoy nerviosa, estoy triste, estoy feliz. ¡Que hoy me caso!

Creerlo no podía.

Algunas de mis amigas –antiguas amigas de la secundaria– habían vuelto porque les propuse que fuesen mis damas de honor. En este momento, Kim, Rose, Alíe, Same y Julianne, estaban arreglándome para ir a la iglesia, y me alegré muchísimo de que nuestro antiguo "Team4£ver" esté unido nuevamente.

Mientras que Julianne se encargaba de orientar a las estilistas de belleza que Nicolás había contratado para esta ocasión, las demás estaban siendo atendidas mientras que a mí me colocaban el hermoso vestido que Julianne y yo habíamos elegido y aunque quería llorar con ganas por lo feliz y nerviosa que estaba, Julianne me tenía amenazada por el tema del maquillaje.

Si, muy manipuladora y exigente que es mi mejor amiga.

—Que te ves hermosa. —dijo ella admirándome. —Que a ti te rezo mujer, mira qué belleza. —Dijo. No evité reír.

—No sabes la emoción y los nervios que me consumen ahorita mismo. —mencioné viéndome al espejo mientras acomodaba la tiara en mi pelo.

—Todos en la vida pasamos, y pasaremos por este momento. —Recalcó ella, viéndome fijamente. —Y yo te apuesto a ti, hermosa, que ese chico te verá caminar por el altar y ni él mismo se creerá que se está casando con semejante mujer.

—Gracias, hermana de otra madre. —sonreí ampliamente, mientras la estilista se encargaba de no dejar errores en el vestido.

—Esto solo es el comienzo. —Dijo obvia, —Además tengo que cuidar a la futura madre de mis sobrinos.

Miré horrorizada.

—¿Sobrinos? Hablas como si fuera una cantidad parecida a diez.

—¿Sabes lo que pienso? —Dije viéndola. —Que si por mí fuera, te dijera que tengas mil hijos y así ser la tía más feliz de la existencia humana.

—Con dos me basta. ¿Te conformarías? —Pregunté.

Y ahora que lo pensaba, no entendía porqué estábamos hablando de este tema si ni siquiera estaba pensando en ello con seriedad y detenimiento, mucho menos estaba embarazada, me rehusaba a ir a un hospital y hacer la prueba de ello. Además no tenía síntomas de estarlo. Evidentemente.

—¡Dios mío! —Dijo una Rose sorprendida al salir del baño donde ellas se estaban alistando, se veía hermosa con aquel vestido de color rosa pálido.

—¿Que pasa? —Preguntó Julianne coqueta. —¿Viste un monstruo o que cosa?

Sus ojos fueron examinándome.

—Un monstruo sería una ofensa, porque ahorita estoy admirando a una Diosa, una completa Diosa.

No pude evitar ruborizarme y creo que, si no fuera por la ligera capa de maquillaje que llevo puesta, estaría viéndome como un tomate.

Si, sería un tomate vestido de novia. Dijo mi consciencia.

Cállate consciencia. Reproché.

Amo molestarte y a tu amas que te moleste. Dijo esa voz en mi interior.

Te equivocas. Contesté.

—Si es una Diosa, mí Diosa. —Dijo Julianne viéndola expresiva.

Rose le propinó una mirada fulminante y le sacó el dedo del medio mientras arreglaba su pelo en el espejo.

—Te recomiendo que ese dedo tuyo lo vallas entrando por donde no te da el sol. —Dijo está. —Matarías el tiempo con eso.

Rose solo rió y la abrazó de lado.

—Amo pelear contigo, poste.

—Yo también, pecas. —le devolvió el abrazo.

—Pues bien.. abran paso. —Dijo la voz chillona de mi madre entrando en la sala. —Necesito ver a la novia.

—Pase Señora, pase. —sonrió Julianne mientras que mi madre entró toda vestida de un color Rosita –rosa pálido– y llevaba su melena rubia en unas pequeñas ondulaciones mientras que su rostro cuarentón no tenía restos de mucho maquillaje.

—¡Pero mi pequeña reina! —Me dio un abrazo y luego besó mi frente. —Mira que guapa has quedado..

—Madre. —la vi y sonreí. —Ha llegado el día, el momento.

—Y si que el momento.. ya debemos irnos princesa, tu padre está ahí fuera en la puerta esperando para llevarte al altar.

¡Dios! ¡No puede ser! 

¿Tan rápido?

Seguido mi madre había soltado aquello me entraron verdaderos nervios que tuve que soltar luego de escuchar la voz de Julianne.

—Mira, Señora futura esposa, acá te dejo todo claro. —se puso frente a mi— Vas a salir por esa puerta, irás al altar y te casarás con ese chico que tiene que estar ansioso porque seas ya su esposa, así que deja el miedo y déjate llevar que no estás cometiendo un delito. —acaricio mi mejilla— Entrégate al amor, por primera vez, vuelve a confiar, Lissa.

—Hablas como que es tan fácil, no eres tú quien se casa, Julianne. —Le dije y ella negó.

—Tienes razón, no soy yo, ni tampoco lo haré. —dijo— Pero luego de las cosas que pasaste una vez yo que tú confiara.

Solo la miré, suspiré y caminé hasta la puerta, mirando el manojo y pensando en si abrir o no. Solo bastó unos segundos y abrí la puerta para encontrarme a mi padre parado a un lado de la puerta, todo vestido de traje y su pelo castaño peinado hacia atrás.

Verlo me causaba ganas de llorar por horas, pero me prometí internamente no derramar lagrimas el día de mi boda, led día más especial de toda mi vida. Mi padre tomó mi mano con una sonrisa y me dio una vuelta para admirarme como un niño admiraba un dulce. 

Luego de besar mi frente y darme la mejor sonrisa, este me ofreció su brazo el cual no dudé ni un segundo en tomar.

—Estoy nerviosa papá. —dije mientras caminaba hasta la playa.

—Solo respira y no sueltes mi mano, estaré aquí antes de casarte y te veré poner tu relación en las manos De Dios como justo debe ser. 

Sonreí.

—Nunca me dejes sola, papá.

—Y no lo haré, pequeña Li, tú fuiste diseñada y creada para dar y recibir felicidad, no para sufrir y derrumbarte mientras que otros opacas tu luz.

No podía proferir una palabra, pero él continuó:

—¿Nunca te preguntaste porqué pasaste por situaciones difíciles? —Negué ante su pregunta, mientras caminábamos— Pues porque Dios siempre tiene un mejor propósito para aquellos que han pasado por momentos difíciles, y tú eres una de esas personas, hija, tú eres parte del porcentaje de personas que salieron de una etapa dura y que ahora están cumpliendo su primer propósito.

—Te amo papá... eres el mejor.

—Te amo hija, eres y siempre vas a ser la mejor, mi mejor.




EL DESORDEN DE LA LLUVIA. #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora