Epílogo

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Epílogo

—Te amo hija, eres y siempre vas a ser la mejor, mi mejor.


Seguido de eso sonreí y tomé su brazo para salir hasta la playa privada donde se estaba llevando a cabo la festividad, respiré profundo debido al montón de gente que estaba presente y caminé de lo más normal enfocándome en lo que tenía frente a mi:

Mi hermoso novio tenía un traje negro con una camisa blanca mientras su larga cabellera castaña se encontraba peinada hacia atrás, se encontraba con las manos en sus bolsillos y una rosa roja en el bolsillo de su saco mientras hablaba con su papá y con el padre que estaba encargado de juntarnos en sagrado matrimonio.

El lugar estaba perfectamente decorado, la playa estaba totalmente limpia, había un camino de rosas rojas por donde yo caminaba y los invitados se encontraban en mesas muy decoradas con copas de champán o vino, dependiendo la preferencia de cada quien.

Donde se encontraba el padre y Nicolás estaba más hermoso, detrás de ellos se encontraba un arco de rosas rojas y blancas con forma de un corazón y se enfocaba la hermosa playa y las olas del mar desde atrás. Todo muy bonito y bien planeado. 

Todo fue idea de la madre de Nicolás, ya que esta dijo que quería que su hijo se casará en un ambiente menos asfixiante, y era cierto, estar en este lugar disminuía mis nervios, y aunque quería casarme en la iglesia, y frente a Dios iba a ser más tortuoso debido a la plenitud de estar en cuatro paredes y rodeado de mucha gente.

Todos al percatarse de mi llegada voltearon su vista en mi, pero yo debía cumplir con lo que mi padre me había dicho... yo tenía que mirar al frente y respirar hondo mientras entregaba mi corazón a la persona con la que estaba a punto de contraer matrimonio.

Caminé con el ramo en mi mano y el brazo contrario estaba cruzado al brazo de mi padre, quien me acompañaba en silencio hasta llevarme a mi destino, donde estaba parada ahorita mismo con los nervios de punta viendo la perfecta sonrisa que adornaba los labios de Nicolás al verme de arriba a abajo.

—Cuídala con tu vida, Nicolás. —le había dicho mi padre mientras me dejaba frente a mi prometido.

—Y eso mismo voy a hacer suegro, la cuidaré con mi alma y espíritu porque con el cuerpo la podría cuidar cualquiera, y yo no soy cualquiera. —dijo mientras me guiñaba un ojo y me sonreía como antes lo hacía, tomó mi mano y al percatarse de los nervios que se apoderaban de mi, dio un leve apretón brindándome apoyo y más sin embargo nada comentó, solo volteó su vista al padre, quien luego de dar la bienvenida dijo:

—Nicolás Ramírez y Lissa Mariel. ¿Venís a contraer matrimonio de manera libre y voluntaria?

Sonreímos.

—Si padre, hemos venido libremente. —respondió Nicolás.

—¿Están decididos a amarse y respetarse fielmente durante el resto de vuestras vidas? —Seguía diciendo el padre.

—Si, estamos decididos. —Respondimos al unísono.

—Unan sus manos y manifiesten su consentimiento ante Dios. —Finalizó este.

En ese momento me tomó de la mano derecha, viéndome fijamente, por poco flaquee pero debía ser fuerte. ¡SOLO TE ESTÁS CASANDO! Decia mi voz interior.

—Yo, Nicolás Ramírez, te recibo a ti, Lissa Mariel, como esposa y me entrego a ti, prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte durante todos los días de mi vida.

Sonreí evitando no llorar de la emoción.

—Yo, Lissa Mariel, te recibo a ti, Nicolás Ramirez, como esposo y me entrego a ti, prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte durante todos los días de mi vida.


—El novio puede besar a la novia.

Nicolás me tomó el mentón con una mano mientras la otra reposaba en mi espalda baja, me besó lentamente y le seguí el beso mientras que las personas a nuestro alrededor aplaudían y gritaban cosas que no podía entender debido al momento que estaba disfrutando.

Nos separamos y solo reímos viendo a los demás para luego colocarnos los anillos de compromiso.

—Lo que hoy está siendo unido en las manos De Dios, que no lo separe el hombre. —Concluyó el padre.

 Luego de esto pasaron a bendecir los anillos de compromiso que nos íbamos  a colocar.

—Que el señor bendiga estos anillos que van a entregarse uno al otro en señal de su amor y fidelidad. —Dijo el padre mientras que Nicolás colocaban anillo en mi dedo anular para luego besar mi mano, seguido de ello sonreí ampliamente y le coloqué el anillo de compromiso en su dedo.

Emocionada me dirigí a tirar el ramo de flores esperando que algunas de las chicas se pusieran allí para recogerlo. Lo lancé y me volteé mientras que algunas peleaban, pero quien quedó in el ramo fue Rose y miró todo asqueada.

—Iugh, no quiero, tengan. —Lo ofreció y Julianne lo tomó.

—¿A que te metes si no quieres casarte? —Decía mi mejor amiga tomando el ramo.

—Aly me a obligado, lo juro. —Señaló a Aly quien disimuló y tomó un trago, encogiéndose de hombros.

—Nada que ver. —Dijo está.

Compartimos una copa de champán mientras algunos nos felicitaban a mi y a Nicolás por habernos casado y nos deseaban un buen matrimonio, la familia de Nicolás también se acercaron y conversaban con mis familiares y amigos, también firmamos él acta de matrimonio y la entregamos a un abogado quién iba a presentarla ante la ley para tener evidencias de que si habíamos contraído matrimonio frente a Dios.

Bailamos un poco y partimos el pastel, algunos fotógrafos nos tomaban fotos y debía admitir que me dolían los pues debido a los tacones y la arena de la playa, sentí una mano posarse en mi cintura.

—¿Se está diviertiendo, Señora Ramírez? —Preguntó mi novio, ahora esposo, dándome un leve beso el cual no me dio ni tiempo a acostumbrarme.

—Por supuesto, señor Fernández. —Dije abrazándolo del cuello.

Él sonrío.

—Deberíamos irnos, tenemos un vuelo privado que tomar. —Dijo este. — yo tengo que comenzar nuestra luna de miel en cuanto antes, vamos a nuestro jet, ven, el chófer nos espera.

—No me has dicho donde será nuestra luna de miel.

Sonreí y él negó.

—Y no pienso decírtelo tampoco. —Respondió besando mi cuello.

Me hice la ofendida.

—¿A tu esposa? Joder, prometimos no mentiras. —dije viéndolo.

—Es una sorpresa, querida esposa.

—Entiendo, hermoso esposo.

Me besó lento y pasionalmente mientras yo le correspondía el beso y me adaptaba al ritmo lento que se cargaba, porque este era un beso de amor, de nuestro amor.

—Te amo, Lissa Mariel.

—Te amo, Nicolás Ramírez.

"Fin"

EL DESORDEN DE LA LLUVIA. #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora