capítulo trece

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Namjoon

Lo primero que pensé esa mañana fue en lo mucho que ella me necesitaba. Su vida y su desarrollo dependerían de mí, cuando menos, por el resto de su vida. La culpa se cernía sobre mí. MiRan también. Estaba acostada de manera horizontal, apoyando su torso en mi pecho mientras sus piernas reposaban en el espacio que debería ocupar (a mi derecha).

Reparé en su cabello disperso por doquier y su espalda desnuda puesto que la sábana no alcanzaba a cubrirla, esa imagen evocó la lucidez que la noche anterior permaneció hecha un ovillo en algún rincón de la habitación. Pude autoflagelarme y créanme, lo hice y después de eso ya no sabía qué hacer. Solo estaba ahí, estático. No me atrevía a mirar de nuevo, creí que la oscuridad de mis párpados me mantendría a salvo. Qué error tan grande.

Se proyectó una imagen a través de mis ojos; las diapositivas empezaron a reproducirse a tal velocidad que si no hubiese estado ahí o la memoria me fallara, que desearía fuese así, probablemente no hubiese reconocido al tipo que se aprovechó de mi bebé. Mientras más analizo la situación más claro queda cuál fue la razón de tal arrebato: soy un pederasta.

Sin embargo, suena muy bonito, así que en resumidas cuentas, soy un hijo de puta. Aún suena como un halago ya que la culpa recae sobre una mujer que ni siquiera conocí y es imposible que tuviera algún tipo de influencia sobre mis decisiones.

Podría entregarme y denunciar a mis hermanos, entonces MiRan pasaría a manos del estado. Si tuviese suerte iría de un hogar adoptivo a otro hasta que alcanzara la mayoría de edad. ¿Qué haría entonces? Lamento no saber de leyes, pero, ¿qué harán con ella en esa condición? Já, qué descarado, Namjoon. En cualquier parte van a cuidarla mejor que esta mierda que le ofrezco.

Logré liberar mi brazo izquierdo y miré hacia el techo. Tuve miedo, porque eso es lo que domina a los cobardes. Ni siquiera sabía qué era, ¿un lobo disfrazado de cordero o un cordero con complejo de lobo? Me inclino por la segunda opción, patético. Como decía, tuve miedo de su porvenir. Pensé en protegerla del mundo cuando debí protegerla de mí.

Ella se removió y aunque era liviana, al estar tanto tiempo en la misma posición se volvía incómodo. Con cuidado la dejé en su lado. La sábana se deslizó por su piel como diciendo: "¿no quieres ver?" cuando por reflejo desvié la mirada apenado. ¿Qué le iba a decir cuando despertara? ¿Qué le diría a mis hermanos?

El malestar recorrió mi sistema nervioso gradualmente, y de pronto, una verdad me estranguló hasta hacerme suplicar clemencia: ellos podrían patearme, maldecirme y matarme si así gustaban. Lo merecía, no pensaba emitir una sola queja.

Mi celular vibró sobre la cómoda. Me estiré para tomarlo y sentí que hervía sobre mis manos en cuanto ví que el nombre “SeokJin" surcaba la pantalla. Tuve que contestar o él seguiría insistiendo.

—¿Hola?

No quería hablarle, pretendía descifrar el motivo de la llamada con intuición. Cada vez estoy más chiflado. Me puse de pie dándole un último vistazo, seguía dormida y fui hasta el balcón para no molestarla. Inhalé abundante oxígeno y lo contuve para averiguar qué ocurría.

—¿Sigues ahí?

—Sí, sí.

Carraspeé.

—Hola, Seok. ¿Todo en orden?

—Sabes que nada está en orden.

Le escuché suspirar.

—Necesitamos hablar todos, bueno, no todos. ¿Puedes venir?

—Es domingo, MiRan no tiene escuela. No puedo dejarla sola pero tampoco quiero que escuche lo que tengamos para decir.

—Lo sé, lo sé. 

Chasqueó la lengua, sopesando las opciones, supongo.

—¿Suena muy descabellado que se quede con Jimin, Tae y Kook? Ellos no tienen nada que ver con esto.

Me tomé unos segundos buscando la forma sutil de negarme. No la encontré.

—No me agrada la idea de dejarlos en la casa solos. No es que no me fíe de ellos, la verdad es que no confío ni en mí.

—¿No confías en tí? ¿De qué hablas? Como sea. ¿Y si van de paseo? Podría darles algo de dinero para que la lleven a algún sitio, hace mucho que no comparten un rato juntos.

—Le preguntaré en cuanto despierte. Gracias, Jin.

La llamada terminó sin más.

Quería sepultar mi angustia y mi vergüenza, al menos por un rato hasta saber cómo manejarlo. Lo idóneo sería mantener un poco de serenidad a flote para no alertarla; si analizo la situación voy a darme por vencido y tampoco encuentro una forma, es decir, si decido tirar la toalla ¿qué implicaría? ¿Habrá algún escape? ¿Escapar de qué, joder?

—Namjoon, Namjoon, te vas a volver loco. Así sirves aún menos, piensa en otra cosa. Algo tranquilo.

Tras este balbuceo histérico pensé en el mar, exacto.

—¿En qué mierda estoy pensando? —resoplé frustrado—. ¡El cielo, oh, mira el cielo!

Hice sonar esto último como una epifanía, aferrándome a la absurda idea de que ver el cielo podría ayudarme a pensar con claridad. Con una vaga esperanza de que podría funcionar, observé el panorama de Seúl desde mi balcón. No encontré nada interesante. Sí, sí, el cielo es magnífico y en otra ocasión podría apreciarlo, pero ahora, solo veo azul e hilitos blancos, las pocas nubes estaban dispersas y de todos modos, no podía ver mucho el firmamento con la luz del sol picando mis ojos. No me ayudaría eso.

Mi única opción fue volver con ella. Primero, pasé por su habitación a buscarle ropa. Empujé mis hombros hacia atrás para enderezarme, sin embargo, se acoplaron de nuevo en una incómoda posición encorvada. De camino a la habitación, buscaba algo, una excusa para sonreírle. Cuando la ví, la respuesta fue tan obvia que me recriminé el ser tan egoísta. Con todo el caos que se ha vuelto mi mente pasé por alto que mi inicio, desarrollo y final siempre será por ella. Soy tan dependiente de MiRan como ella lo es de mí.

Le dediqué una genuina sonrisa que contrastó con su somnolencia. Se frotó los ojos con el dorso de la mano y sonrío a medias, como una tierna bebita.

La guié hasta al baño y cuando estuvo limpia y vestida pude entrar en materia.

—Mi cielo, ¿quieres salir con los chicos un rato?

Para mi sorpresa, no lo pensó mucho.

—¡Sí, sí, sí! ¿Hobi Oppa ya no está molesto conmigo?

Estaba tan emocionada, dando brincos mientras yo dejaba su desayuno frente a ella en la mesa, que me apenó mucho tener que negarle eso que tanto ansiaba: ver a Hoseok.

—Hobi no está molesto contigo, bebé, es que... Hablaba de Jimin, Taehyung y Jungkook. ¿Quieres?

Servía mi propio desayuno, evitando su rostro contraído en un gesto triste. No sabría cómo hacerla sentir mejor. Aunque quisiera, Hoseok no querrá verme ni en pintura y quizá tampoco tenga cara para verla a ella. Así como yo tampoco puedo.

Volvió a sorprenderme cuando chilló con la misma emoción.

—¡Sí, ChimChim prometió que iríamos al arcade pronto! ¡Oppa, por favor, déjeme ir!

—Justo por eso te preguntaba, tonta.

La acompañé en la mesa con tremendo alivio, tenía una preocupación menos. Anhelo hablar con ellos y buscar una solución razonable.

Sí, Oppa [Resubiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora