capítulo veintiuno

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Namjoon

Notaba la forma del cuerpo de MiRan bajo la sábanas. Recorrí su silueta con una caricia que no llegó a tocarla realmente, ni siquiera encima de la tela. Llevé la mano de los hombros a la espalda y luego hasta la cadera, lo hice muchas veces, despacio, como si quisiera grabar en mi memoria las curvas de su cuerpo, la suavidad de su piel. Me encontraba en la cima viviendo el nirvana más sublime. Ella despertó, sonríe y yo sonrío también, no intercambiamos palabras pero estamos en paz absoluta. No hace falta razonar, decir o hacer nada más, porque ahí estamos y sabe que puede confiar en mí. Supongo que momentos como estos son tan frágiles como efímeros, cuando logré saborear la dicha me fue arrebatada de golpe. «Conseguirlo nunca es tan fácil como perderlo», me dije.

No hubo ruidos, ninguna puerta fue azotada, nadie dijo nada. Uno a uno los rostros de mis hermanos explotaron en colera o decepción, respectivamente.

—Ella, está. Desnuda.

Jadeó Jungkook con voz átona.

—¡No veas, no veas!

Gritó Jimin y arrastró a los otros dos menores fuera de la habitación.

—¿Por qué me ven así, Oppa?

Sollozó MiRan.

Me enfoqué en ella primero. Se envolvió en las cobijas y llevó las rodillas hasta su pecho, estaba intimidada, los tres pares de ojos inquisitivos le decían que algo andaba mal. Por un instante pretendió acercarse a abrazarme, pero el alarido de Hoseok la detuvo.

—¡Ni se te ocurra tocarla!

Creí que su propia voz le había desgarrado la garganta. Sentí el rencor de mi hermano. Estaba ahí en su mirada, me estaba reclamando por faltar a todo lo que una vez defendimos.

—Es hora de hablar con ella.

Dijo SeokJin.

—No es justo que siga creyendo que esto está bien. La dejaremos para que se vista y hablaremos afuera.

A diferencia de Hoseok, Jin se mantuvo gélido como si estuviera tratando un acuerdo en la oficina. Yoongi permaneció en silencio.

—Namjoon, te vistes en el armario y MiRan irá a su habitación.

Ordenó el mayor de nuevo.

MiRan estaba muy confundida, le ayudé a tomar mi suéter y salió. Ellos tres se quedaron ahí observándome en mi camino al baño y luego hasta el armario. Me escoltaron por el pasillo a la pequeña estancia cuando ya estaba vestido.

—Será muy sencillo. Todos asumimos lo que pasó anoche.

Siguió Jin. Era el único que se atrevía a hablar. Se puso de pie y expuso:

—MiRan, Namjoon y tú han estado manteniendo una relación inapropiada. Lo que sea que haya pasado anoche, y las veces anteriores, es inaceptable.

—No la estás ayudando, ¿sabes? —intervino Jimin—. No es su culpa. Ella no lo sabía.

—Ahora lo sabe. Tenía que decírselo, necesita decidir y saber que no está bien.

—Ella necesita saberlo porque todos ustedes son unos pervertidos que no pudieron mantener la bragueta cerrada.

Afirmó Taehyung. Tenía razón, pero no pude decirlo.

—MiRan estará mejor si nosotros nos ocupamos. Jimin, Kook, los mayores han estado abusando de ella. Nosotros tenemos que cuidarla.

—Namjoon pensó que él podía cuidarla y terminó violándola.

—No, Hoseok. No haremos eso.

Empecé a hiperventilar y me obligué a comprobar cómo estaba MiRan. Me miró por un segundo y pareció reparar por primera vez en la conversación que transcurría frente a ella.

—Nadie me ha volado nada, Hobi.

—Si estuviesemos juntos, en la misma sintonía, nada de esto hubiese llegado tan lejos. La única solución es que todos nos hagamos cargo de ella, si nos separamos ¿quién se supone que verá por MiRan?

Jungkook inhaló una gran bocanada de aire, instó a Jin a tomar asiento y, en pocas palabras, asumió el rumbo de la conversación.

—Crecimos solos. No digo que sea excusa, solo estamos haciendo lo que podemos. Si decidimos que esto definirá nuestra familia, entonces la perderemos. No sé ustedes, pero yo no tengo nada más que mis hermanos y no soportaría quedarme solo.

El dolor frío y sólido penetró mi pecho deslizándose como finos hilos de cristal que atravesaban mi piel. Estábamos juntos en eso, y si seguíamos por la misma ruta, no haríamos sino desmembrar nuestra familia. Jungkook tenía la razón.

—Volverán a la casa. Los dos —sentenció Jin—. Eso sí. Que alguno intente pasarse de listo y no dudaré en denunciarlo.

SeokJin solía ser insistente, y en ese momento despedía un aire sumamente autoritario.

—Pensábamos pasar el día aquí, de hecho, para eso venimos... —Aclaró Yoongi tímidamente desde su asiento, rompiendo el breve silencio que se formaba. —¿Podemos hacer la mudanza hoy mismo?

—No hay mucho que llevar.

Admití.

Desde el funeral de nuestros padres no hubo tanto silencio entre nosotros. Los ocho nos ocupamos de embalar las cosas y en dos horas estábamos de vuelta en la casa.

—Oppa.

Llamó MiRan.

Ella tiró de mi camiseta. En automático, Hoseok saltó del sofá donde recién se sentó y llegó hasta nosotros.

—Dime, solecito.

Me soltó y tomó la mano de él. Me mordí el labio para no decir nada, en eso, Yoongi me palmeó el hombro y se acostó en el suelo frente al televisor, yo no le seguí.

—Es que tengo hambre, Hobi.

No me acerqué a la isla, me quedé en el filo de las escaleras, desde allí veía y escuchaba. Olvidé que no había desayunado.

—Lo siento, princesa. No te dimos tiempo a nada, ya te prepararé un par de sándwiches. Namjoon, ¿tienes hambre?

—No, descuida.

Me sentía extraño, como un adolescente otra vez. Me encantaba mi propio ritmo y sí que lo extrañaba estando de nuevo en una casa donde no estábamos cómodos.

Sí, Oppa [Resubiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora