capítulo seis

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Hoseok

Yacía apoyado sobre mi auto con la vista en mi celular concentrado en las banalidades de mis redes sociales esperando la hora de salida de MiRan. Llegué media hora antes por ser un ansioso.

—¡Hobi!

Un grito me alertó, alcé la vista de la pantalla. Después de tanto tiempo ahí estaba, corriendo a mis brazos como podía por la molesta mochila en sus hombros. No es fácil pasar de ver a una persona a diario a ya no verla más. Lo más lejos que habíamos estado era a una pared de distancia.

—Pensé que daddy Nam vendría por mí como todos los días. ¡Me alegra mucho verte!

Sus ojos se hacían pequeños al sonreír, un sonrojo se apoderó de sus facciones. Me ví morir ante la preciosa imagen que me regalaba y que quedaría grabada a fuego en mi memoria. Daría mi vida por conservarla en una caja de cristal para poder protegerla.

Si me preguntasen qué es lo más valioso en mi vida, primero sería ella, segundo ella y tercero ella.

—Él me pidió que viniera por ti a partir de hoy. ¿Te gustaría que pasemos las tardes juntos?

Me incliné para tocar la punta de su nariz con mi dedo índice, esto la hizo sacudir la nariz como un tierno gatito.

—¿Cómo antes?

Preguntó dando saltitos en su lugar mientras yo asentía.

—¡Sí, sí, sí!

—Entonces vamos, cielo.

Abrí la puerta del copiloto y ladeé mi cabeza invitándola a subir.

En el camino la veía de soslayo, fijando la mayor parte de mi atención en el camino, le ví jugar con sus dedos sobre su regazo, chocar sus mocasines negros contra el piso del coche, morder su labio inferior y pasar constantemente su mano por el cabello, como tratando de peinarlo aún estando bien arreglado. Conozco bien sus manías, esas son cosas que acostumbra hacer cuando está nerviosa, cuando le atormenta algo que quiere decir. También sé que tratándose de ella "nerviosa" tiene muchas definiciones y motivos.

—Dulzura, ya llegamos.

La desperté de su trance. La conozco, pero aún no sé leer su mente para saber exactamente qué ronda en esa cabecita. Apagué el motor y bajé rápidamente para abrirle la puerta y ayudarle a bajar también.

Namjoon había dejado una llave encima de la puerta sobre el marco, me estiré un poco para tomarla y permitirnos entrar. Ella seguía sin decir nada.

—Bien, MiRan, anda a darte una ducha. Almorzamos y luego hacemos lo que tu quieras.

Rara vez la llamaba por su nombre, supongo que sirvió para incitarla a responder.

—¿Lo que yo quiera?

Su respuesta eufórica me sorprendió. Supuse mal, respondió porque le convenía, al escuchar que haríamos lo que quisiera una chispa se encendió en su mirada.

—Lo que tu quieras.

Accedí a regañadientes.

Bendita sea mi bocota. Dios sabe qué me pondrá a hacer esta vez. Todo menos cocinar, prefiero que me maquille antes, aún cuando me pica el ojo cuando me pone rímel, que termina por toda mi cara menos en mis pestañas.

Ante su victoria fue a hacer lo que le dije.

—¿Ya vamos a comer?

—Claro, Namjoon dejó todo listo. Siéntate, ya te serví.

Dejó el plato tan limpio que ni siquiera hacía falta lavarlo.

—¿Tenías hambre, eh?

—Mah, algo, quería acabar rápido. Prometiste hacer lo que yo dijera.

Carajo, no se le olvidó.

—Ajá...

Corrió la silla hacia atrás y se levantó.

—Oppa, necesito que me ayudes.

¿Oppa? Eso es nuevo.

—No es necesario que me llames "oppa", te ayudaré en lo que sea, cielo.

—Oppa Jin lo hacía, pero él dice que no puede controlarse más y es mejor que lo haga sola. ¡Cuando yo lo hago no se siente igual! Lo intenté y no pude. Le pedí que lo hiciera por mi pero se niega. ¡Oppa, ayúdeme usted, por favor!

—¿De qué hablas, MiRan? Si es algo de tarea yo puedo ayudarte, busca tus cuadernos. No tienes de qué preocuparte, yo en algún momento también fui a la escuela.

Y la odiaba.

—¡No es tarea, Hobi! Es, es...

Se quejó notablemente frustrada. Mordió su labio y vió hacia arriba buscando las palabras para expresarse.

—¡Ay, no sé cómo se llama!

Lloriqueó. Sus ojos se cristalizaron y cayó sobre sus rodillas. El miedo se apoderó de mi al verla en tal confusión, me puse en cuclillas rápidamente hasta estar a su lado en el suelo. Me rompe el corazón que esté en esa situación. Acaricié su mejilla secando así sus lágrimas, elevé su rostro para conectar con su mirada, contemplé sus mejillas, nariz y párpados rosas por el llanto, su nívea piel se teñía y mentiría al decir que no sigue siendo hermosa aún llorando.

Como si fuera instinto bajó la cabeza de nuevo. Namjoon siempre dice que odia su postura de "cachorro regañado", yo también la odio, ella no tiene nada que temer y menos de nosotros.

—Quiero ayudarte, cielo, pero si tú no sabes qué te pasa, imagínate cuánto sé yo.

—¿Us–usted quiere ayudarme?

Despegó su mirada clavada en sus manos y me miró ilusionada.

—Sí, sólo si te dejas de honoríficos. ¿Cuándo te he dicho que me llames así? Me hace sentir aún más viejo. ¿Cuál es tu problema?

—Pues... Me duele ahí... En mis partes de princesa.

Murmuró casi para sí misma.
Hay muchas cosas que no entiendo, demasiadas para la tolerancia de quienes me rodean, esta es una de ellas. Trato de unir cabos pero necesito más información. No debe ser lo que estoy pensando.

—¿Có–cómo te ayuda SeokJin?

Titubeé.

—Él...










Sí, Oppa [Resubiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora