capítulo dieciocho

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Ir al tocador antes de iniciar el recreo no fue buena idea. ¿Qué peligro podría suponer? Pues, significaba una amenaza la establecida rutina de un agresor en potencia de saltarse las clases y merodear por el instituto; quien vio que ella estaba devastadoramente indefensa.

No le costó escabullirse sin alarmar a la chica. Contuvo la respiración y observó debajo de cada puerta, en los cuatro cubículos desocupados, hasta toparse con sus mocasines negros y altas medias blancas.

Permaneció frente a la quinta y última puerta degustando la espera. Disfrutó cómo su rostro se transformaba, pasando de un semblante monótono a una paleta de colores cargada de matices de pánico. Kai se estiró y cerró la puerta detrás de ella de una patada, dejó salir una sonora carcajada al verla saltar y caer en una esquina opuesta a él. Por su parte, MiRan se puso de pie, aún invadida por la incertidumbre y el entumecimiento de sus extremidades. si hubiese tenido una idea de qué hacer sus músculos de todas maneras no le hubiesen atendido.

—¿Qué haces en el baño de niñas?

Su voz era apenas un susurro.

—No puedes estar aquí. ¡Vete!

—Y si no quiero, ¿qué?

MiRan ahogó un sollozo en su garganta. No había quién lo detuviese, estaba sola y a merced de lo que sea que Kai pretendiera. «Acúsalo», se recordó.

—¡Le diré a la maestra! Afuera hay un cartel que dice que es solo para niñas.

—No tienes que gritar, eh. Bien, no debí entrar. No tienes que decirle a nadie.

—¿P-p-por qué estás aqui?

—Necesitaba hablar contigo en privado y pensé que ésta seria mi oportunidad.

Dijo con ademán despreocupado y se encogió de hombros.

MiRan no tenia la capacidad para interpretar las señales de advertencia con la urgencia que ameritaba, sin embargo, sabía que tenía que salir de ahí cuanto antes.

—Vale, no te preocupes. El recreo está por empezar. Hablaremos en el. En el recreo. Sí. En el recreo. Yo, yo me tengo que ir.

Empezó a acercarse y ella dio un paso hacia adelante con intención de rodearlo y escapar.

—La maestra se va a molestar sí tardo, hablaremos luego, lo prometo.

A ese punto, sus palabras tambaleaban sobre el nudo en su garganta, pero estaba rogándole con los ojos que la dejara ir. Kai se interpuso en el camino, la atrapó entre sus brazos a la vez que se sacudia y soltaba risillas.

—Hablaremos cuando yo quiera, por ahora, guarda silencio.

Sentenció con los dientes apretados a centímetros del rostro de MiRan. Ella logró zafarse del fuerte agarre que ejercía Kai en su cintura y esto no hizo sino tornar las intenciones del chico más violentas de lo previsto. Llegó hasta la entrada de los baños e intentó gritar pero fue arrastrada al interior de nuevo. Sonó el timbre del recreo; él supo que debia darse prisa. Sus manos iban de un lado a otro, estropeando el uniforme, halando su cabello y mordisqueando su piel. Ella gritó, ganándose una bofetada, la marca carmesi de sus dedos en la piel nívea de la niña lo puso frenético. Un solo pensamiento le recorría la mente en ese instante: poseerla.

La alzó por los hombros y la ubicó encima del lavabo, lanzo patadas al aire para bajarse pero fue en vano. Volvió a gritar y Kai le mordió el hombro. El sabor metálico de la sangre se deslizó entre sus labios. La situacion lo estaba llevando al limite de la adrenalina con los constantes lloriqueos de dolor de la niña elevando el ambiente. Aniquilando la posibilidad de dejarla ir.

Sí, Oppa [Resubiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora