capítulo diecinueve

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Namjoon

Ignoré al arraigado mocoso cobarde dentro de mí para ir a verla. MiRan estaba balanceando sus pies en la orilla de la camilla mirando su regazo, el cabello enmarañado le caía en la cara y esquivando cualquier pensamiento coherente, concluí que sería un problema peinarla cuando llegara a casa.

—¿Bebé?

—¡Daddy!

Saltó de la camilla pero no se acercó a mí como usualmente haría.

—¡Mira cómo estás!

No fue la mejor idea sonar lastimado al ver cómo lucía. Traté de ser fuerte y más al ver sus ojitos inflamados lagrimeando. La atraje hacia mi pecho envolviéndola en un abrazo que sabía necesitaba. No pasó un segundo para sentirla sacudirse con fuerza mientras lloraba, sus hombros se encogían a la vez que su pecho se contraía, yo solo alcancé repartir caricias dispersas por su espalda para hacerle saber que estaba con ella. Olía distinto.

—Respira, mi amor. Perdón. Por favor, perdóname.

—Pero tú no me hiciste nada, o–oppa.

Hipó.

—Lo siento, yo no quería que esto pasara. Te juro que no fue mi culpa, Young-Suk dice que. Que yo debería.

Me alejé lo suficiente para tomar sus mejillas y dejar un beso sobre la comisura izquierda de sus labios. Me sorprendió cuando giró un poco el rostro y me besó de vuelta.

—No tienes nada de qué disculparte.

Sentencié con firmeza.

—Voy a resolver esto y jamás tendrás que vivir algo así de nuevo.

—No quiero que ningún chico se me acerque de nuevo.

Se quejó con un mohín. Besé su frente y entrelacé nuestras manos.

—No permitiré que nadie te haga daño, MiRan.

La llevé afuera, en la entrada ya la estaba esperando Hoseok para cuidarla mientras yo estaba reunido con el hijo de Satán y sus respectivos padres. Aún no comprendo del todo el vínculo que han creado ellos dos.

MiRan saltó en brazos de Hoseok como si la vida le fuera en ello y él la meció un poco como si fuera un bebé. Incluso a metros se notaba que se complementaban el uno al otro, como si fueran su refugio. Reconocí este sentimiento que me invadía desde hace años como celos de la relación que tienen. Los he visto crecer y consolarse juntos, aprender y enfrentar miedos. MiRan vive para Hoseok y yo vivo por ella. Así de simple.

—Bien, vamos a darles una paliza a estos...

Inhalé valentía, giré sobre mis talones e ingresé al recinto estudiantil. Camino a dirección se escuchaban voces apresuradas de una mujer —de mediana edad, quizá, por el tono áspero— y murmullos inteligibles más graves. Conforme me acercaba se aclaraba lo que decían.

—¡Mi hijo no es capaz de hacer tal cosa! Es apuesto e inteligente, muchas chicas decentes quisieran estar con él, no se rebajaría a hacer algo tan vil. ¡Seguro esa mentirosa lo tramó todo porque mi niño no le hizo caso!

No necesité más para intuir que a ambos representantes nos había traído a dirección el mismo caso. Me mantuve neutral ante tal aclaración de la mujer, eso no me impidió intervenir buscando cada atisbo de formalidad y civismo en mi razocinio.

—Me temo que encontraron a su hijo en una situación cuestionable con mi hija en condiciones lamentables, esto no es un panorama favorecedor para su apuesto e inteligente muchacho.

Sí, Oppa [Resubiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora