capítulo dieciséis

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—¿Hoy tampoco vas a salir conmigo al recreo? Eres muy aburrida, MiRi.

Declaró Young-Suk. Tiñendo sus palabras con un reproche infantil, pero él mismo se interrumpió al intentar encontrar la razón que la mantenía dentro del salón durante los recreos.

MiRan esquivaba la mirada de su amigo —de pie frente a ella quien intentaba persuadirla de quedarse en el aula— apoyando la cabeza entre sus hombros flexionados sobre la mesa. Cuando Young-Suk detuvo los balbuceos se vió forzada a abandonar su escondite solo para inspeccionar tal fenómeno. Para el gusto de quien sea, ese niño hablaba demasiado.

—A ver.

Retomó el niño, dispuesto a enumerar las conclusiones que había obtenido.

—Eres la más alta del salón y no creo que bravucones de otros grados se atrevan si quiera a mirarte, así que nadie puede lastimarte allá afuera, lo que descarta el miedo a que te agredan como un posible motivo. Sabes el camino, así que no es temor a perderte; no vas a estar sola, obviamente, yo voy a estar contigo, digo, no es que sea la gran compañía, pero podría serlo, al menos es mejor que nada ¿no crees?

—¡Young-Suk, ve tú!

—A mí no me gusta estar solo me pone muy triste. ¿A tí no te pone triste? Es horrible.

Ignorando por completo su petición, continuó.

—Lo más probable es que cuando logre sacarte de aquí ya el recreo se haya terminado, aún así, he aquí mí última conjetura: hay un chico de secundaria molestándote.

La chica palideció un poco al escucharlo y Young-Suk notó que había acertado.

—No es que yo sea muy listo, es que me gusta observar y si, soy todo un cotilla, eso dice mí mamá.

Rió un poco con falsa modestia ante el halago que él mismo se hizo, pero ella seguía cabizbaja.

—Por ejemplo, tú luces muy preocupada desde el martes, el último día que salimos al recreo, específicamente, después de que terminé de jugar voleibol con los de sexto. Ví que te seguía un muchacho un poco más alto que tú por todo el patio, me pareció muy extraño ya que nadie te alcanza; supuse que era de secundaria. Me detuve y puse cuidado a tú rostro, tenías miedo. Así como ahora.

—Eres un cotilla, lo que sea que eso signifique.

Se rindió a admitir que estaba asustada.

—Es que, es, es... Mis Oppas van a regañarme si saben que ese estúpido me molesta, ni siquiera es mi culpa, ¡lo juro! Pero igual me da miedo que se enteren.

—No puedes huir de los problemas toda la vida, dice mi papá. Yo creo que lo mejor que puedes es hacer es: ¡decirle a ese chico que no te moleste más! O decirle a alguien que te ayude. Quizá tus hermanos o la maestra. Incluso mí mamá podría ayudarnos.

—¿Y por qué tú mamá?

—No lo sé, ella siempre resuelve todo. Y si estás traumada o algo, también ayuda con eso, es psicóloga. Bueno, ambos lo son, digo, mí papá y mi mamá.

Estaba exhausta y agotada. No le gustaba que, en los últimos días, aquel chico mayor parecía acosarla. Tenía toda su atención fija en ella y esto le incomodaba a tal punto que no pensaba en otra cosa.

—¿Hablar con alguien? No lo sé.

—¡Pero debes hacer algo!

—Sukkie, te juro que no deja de perseguirme. Hoseok dice que por ningún motivo puedo hablar con los de secundaria, y ahora me está acosando uno. Si le digo. Debo decirle. Le daría una paliza.

Sí, Oppa [Resubiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora