Capítulo 11: Afición encubierta

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— Popee es un personaje que yo invente cuando era niño —explico.

— Ya veo, ¿cuál era su propósito?. 

— Bueno, tenía la ilusión de trabajar en un circo —sonrío.

Le mire muy ilusionado, sus ojos brillaban con nostalgia y una intensidad especial. Pude ver una chispa de entusiasmo y esperanza en ellos, como si estuvieran viendo un sueño maravilloso. Se puede apreciar un destello en su mirada, que transmite una sensación de optimismo y emoción.

— ¿Y que espectáculo te hubiese gustado realizar? —le pregunté con enorme curiosidad.

— No lo se, me eh visto como un payaso pero también haciendo trapecio o algún acto mas peligroso como lanzar cuchillos, partir a alguien en dos, malabares con motosierras —describía con pasión.

— Wow, un repertorio muy grande —dije sorprendida.

— Si, pero lo mas importante no es la especialidad sino, la emoción de actuar frente a una audiencia llena de expectativas y el desafío de realizar movimientos arriesgados, la concentración se vuelve primordial en plenas acrobacias.

— Eso suena fascinante.

— Cada aplauso y cada ovación del público que alimentan la pasión y refuerzan la conexión con la audiencia siempre ha superado desafíos, ha cautivado al público y ha demostrado las habilidades de todo acróbata —continuo ignorando sea de paso mi comentario.

Sin embargo, en medio de esa ilusión palpable, también se puede percibir una pizca de tristeza o melancolía en sus ojos. Hay un destello de añoranza, una mirada perdida que revela la nostalgia por algo que ha quedado atrás.

— Un acróbata de circo en pleno espectáculo se siente impulsado por la adrenalina, enfocado en la concentración, confiado pero consciente de los riesgos, emocionado por cada movimiento y orgulloso de su desempeño. Es una combinación única de emociones que refleja la pasión y la dedicación de estos artistas excepcionales.

En su rostro, se pueden apreciar señales de emociones encontradas. Una sonrisa entusiasta y radiante se dibujaba en sus labios, mostrando una alegría genuina. No obstante, al observar detenidamente, es posible notar un dejo de tristeza en la comisura de sus labios, como si hubiera una pequeña sombra de melancolía que se escapa. No cabía duda de la inmensa ilusión que le hacía a ese chico rubio todo lo relacionado al circo y los espectáculos.

— Suena fascinante —volví a repetir una vez termino su monologo— ¿y sabes hacer algún acto de esos?.

— Hubo un tiempo en el que me metí a clases de trapecio, danza aérea y gimnasia.

— Entonces si tienes cierta practica.

— Podría decirse que si —presumió.

Gracias al tono en que dijo aquello, inmediatamente me vino una idea a la cabeza.

— ¿Puedes mostrarme un poco?, digo, para confirmar que sea cierto —hable burlesca.

— ¿Dudas de mi?.

Alce los hombros e incline ligeramente la cabeza a manera de expresar mi duda al respecto.

Hanabishi coloca en el centro de la habitación un tapiz, listo para desplegar su gracia y agilidad, toma una profunda respiración para concentrarse, visualizando cada movimiento en su mente antes de ejecutarlos, sus músculos tensos revelan la concentración y la determinación en su rostro mientras se prepara para su actuación. Le mite con suma atención.

Con un salto enérgico, Hanabishi comienza a girar en el aire, realizando una serie de mortales y giros increíbles que me dejaron boquiabierta al instante. Su agilidad y coordinación son evidentes en cada movimiento, ya sea cuando ejecuta una voltereta hacia atrás perfectamente realizada y sombrosa. Pareciera desafiar la gravedad con cada movimiento, controlando su cuerpo con una destreza impresionante. 

La tensión en el aire es palpable mientras el rubio se acerca al final de su actuación. En un momento culminante, realiza una acrobacia final, un triple salto mortal con un giro completo, que me dejo sin aliento. Aterriza con gracia y se pone en su posición final, presumiendo con una sonrisa radiante.

Quede sin palabras y el sin aliento.

— ¿Cómo hiciste eso? —pregunte entre tartamudeos impactada.

— Solo te mostré un poco, claro, para confirmar que podía hacerlo.

Sonreí ante su ironía. Inmediatamente aplaudí sus acrobacias. Todo un espectáculo.

Conversamos un poco mas al respecto, terminamos nuestro té y continuamos con el proyecto. Al cabo de un rato mire la hora, estaban por ser las 8:30 pm, di un pequeño brinco al mirar la hora. 

— ¡No puede ser!, ya es muy tarde, mi papá llegara en cualquier momento —mire al rubio con preocupación— ya debo irme.

Guarde mis pertenencias tan rápido como pude, casi las arroje a mi mochila sin mas, me levante y salí de la habitación con prisa. Me tope de frente con la albina.

— Tardaron mucho —menciono la chica.

— Si, perdón pero ya debo irme —le sonreí apresurada.

— ¿No te gustaría quedarte a cenar? —me propuso mientras me tomaba de la mano.

— Me gustaría pero mi papá esta por llegar y no me quiero meter en problemas con él —explique.

— Pero, ¿no puedes marcarle y pedirle permiso? —insistió la albina.

— Deja que se vaya pequeña, si la regañan ya no vendrá a verte —defendió el rubio.

La chica bajo la mirada con tristeza, resignada. Me despedí de ambos al mismo tiempo que les agradecí por las atenciones. En el momento en el que me dirigí a la puerta, esta termino por abrirse, entrando así el padre de ambos hermanos. Le salude y me despedí al mismo tiempo, sin embargo, detrás de él venía nadie menos que mi padre.

— ¿Papá? —pregunté sorprendida de verle ahí.

— Hija, ¿qué estas haciendo aquí? —me pregunto igualmente sorprendido.

— Lo mismo te pregunto yo.

Aquel hombre castaño con bigote, después de saludar a sus hijos, se regreso para posar su mano en el hombro de mi padre para decir:

— Somos compañeros de trabajo, así que lo invite a cenar —explicó aquel hombre.

— ¿Entonces también te puedes quedar a cenar T/N? —preguntó la albina.

Mire a mi padre en búsqueda de una respuesta, el asintió a manera de aprobación.

— Al parecer si.

La chica albina sonrió con gran entusiasmo.

Tanto mi padre como yo, fuimos invitados a cenar por aquella tan peculiar familia, el menú era simple, té o café dependiendo de nuestro gusto, pan francés el cual fue preparado por Hanabishi, acompañado por una rebanada de pastel de fresas. Todo muy delicioso, un ambiente muy agradable, una amable hospitalidad.

Pude notar una mirada centrada en mi que provenía de nadie menos que la albina, la cual paso mayor parte de la velada con sus ojos fijos en mi. Tenía entendido que en Japón se respeta mucho a los mayores, en mi caso, soy un año mayor que la chica, así que podría ser debido a aquello, mas algo en mi interior me decía que no se trataba de eso exactamente. Sin embargo, aquella mirada tan dulce y tímida no me hacía incomodar, al contrario de ello, me parecía adorable a su manera.

Napolitano, Sabores de Amor ||PopeextuxMarifa||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora