O C H O

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Piernas abiertas, brillos por el cuerpo, y medias de encaje eran todo lo necesario para hacer que Steve estuviera acorralado por sus pensamientos obscenos.

Ni las chicas que vió bailar durante casi una hora lograron cautivarlo de tal manera. Era una locura.

La música lo embriagaba porque coincidía con cada uno de los movimientos del tal aclamado Antoshka. Fácilmente podría irse al infierno por esto, pero desearía que ese hombre fuera suyo.

De pronto tal como apareció se esfumó, el show terminó, toda la pasarela estaba llena de billetes. El lugar cesó los aplausos y gritos, volviendo a la completa normalidad.

Joder, ¿eso fue todo?, ¿ya pasaron treinta minutos?

Steve tomó algunos billetes del suelo cuando nadie se fijaba, y se dirigió a la habitación donde se topó inesperadamente con Antoshka.

Otro impulso irracional.

Se toparon frente a frente cuando sin esperarlo, la puerta del camerino se abrió. Sin decir una palabra, Steve estiró su mano con dinero hasta él.

-¿Disculpa?

Bien, sí fue algo estúpido. Parece un adolescente descubriendo la pornografía.

-Eh, no lo sé, sólo habías dicho que...

Si el moreno no tuviera la máscara que siempre utiliza, Steve se habría muerto ahí mismo por la vergüenza. La expresión del más bajo era de sorpresa mezclada con incredulidad.

-¿Nos conocemos?

Steve dejó de estirar su mano, y se rascó la nuca. Dios, ¿qué estaba haciendo?, no debería dejarse llevar por sus impulsos nunca más.

-No, yo sólo te vi en el show de recién y sólo quise, no sé...

-Mira, no sé qué haces fuera de mi camerino, pero no doy shows privados si no lo deseo, y menos por quince dólares, así que te agradecería si te vas ya, tengo que trabajar.

-¡Soy estudiante... de periodismo! y me gustaría hacerte algunas preguntas sobre...

La mano del moreno lo tiró hacia dentro de la habitación y cerró la puerta atrás de él. Bueno, esa mentira del periodismo había sido algo estúpida.

-Escúchame amigo, si vuelves a mencionar eso en este lugar, no volverás a salir de aquí, ¿me entiendes?, ¿es que nunca antes visitaste un prostíbulo?, ¿te parece adecuado decir a viva voz que quieres hacer un no sé qué sobre este trabajo?

Bien, hoy estaba siendo demasiado idiota, pero realmente sentía la necesidad de hablar con el hombre.

-Lo siento.

Dijo bajito luego de oír la molesta voz del moreno, quién dejó de estar peligrosamente cerca para ir hacía su tocador a acomodar su cabello y -poca- ropa. Todo esto sin quitarse la máscara en ningún momento.

-Te la dejo pasar porque se nota que no eres como el resto de idiotas.

Eso es cierto, si hubiese sido otro, ya se habría lanzado al castaño sin dudarlo.

-En serio lo siento.

Steve no podía dejar de ver cada uno de sus movimientos. Era tan suave como firme con ellos.

-Bueno, no haz sido el único que viene aquí de pronto. Hace unas semanas...

Antoshka se volteó desde su tocador hasta Steve, y lo analizó unos segundos. Steve se sintió tan jodidamente expuesto.

-Te conozco.

-¿A mi?

-Sí, eres el chico virgen que llegó todo duro aquí.

-No, no, imposible

Okay, esto estaba siendo aún más humillante que la vez anterior. Aunque Steve intentaba negarlo a toda costa, era evidente que mentir no es su fuerte.

-Ajá, rubiales.

Mierda, ¿en serio se acordaba de él?. El rubio sintió una vergüenza impresionante, pero también una sensación que lo hizo sentir cómodo.

-Lo siento, yo no debí venir ni estar aquí de este modo, y no sé porqué lo hi...

De pronto Antoshka estaba frente a él, haciendo a Steve chocar su espalda con la puerta al sentirse intimidado. Unas pequeñas manos se posaron en su pecho y luego bajaron por su abdomen dando leves caricias mientras el dueño de ellas lo miraba al rostro atentamente.

Steve sintió su rostro y cuerpo en llamas.

-Si querías un rato conmigo, me lo hubieras pedido y ya.

Poco común - [Stony]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora