V E I N T I D Ó S

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Steve se estaba muriendo por quitar esa maldita máscara y besar a ese hombre que estaba encima suyo moviéndose como un experto.

Había descubierto nuevos sonidos que le encantaban, y el de golpear el trasero de Antoshka era uno de sus favoritos. Sus gemidos suaves y masculinos, también lo eran.

Dios, qué bien gastados esos cien dólares.

—¿Quieres que te toque?

Escuchó a Antoshka mientras lo miraba. Esos ojos, esos ojos marrones intensos mirándolo eran una ola de sensaciones.

—¿Puedes?

—Cariño, por favor.

Las manos más pequeñas habían abierto la camisa dejado besos por su torso y abdomen, y ahora, desabrochaban su pantalón con una habilidad increíble.

Steve había besado su piel, y lo había adorado por completo, entonces lo volvió a hacer cuando sintió una fría mano en su zona más sensible.

—Antoshka...

Susurró, apretando sus labios luego. El nombrado lo observó y pasó su mano libre por sus labios, obligando a abrirlos.

—Quiero oírte.

Murmuró. Steve asintió obediente, y apretó sus manos en la cintura ajena cuando comenzó un movimiento en su miembro.

Joder.

Eran movimientos demasiado placenteros, y sólo estaba usando una mano.

Como todo virgen, estaba a nada de correrse cuando Antoshka se detuvo. Steve lo miró confundido.

—¿Q-qué?

Preguntó aturdido. Escuchó una leve risa en respuesta, y cuando el moreno se arrodilló frente a él, masturbándolo frente a su rostro cubierto por la máscara, la puerta sonó.

—Se cumplió el tiempo, señor.

—Ups, no pude usar la boca.

Dijo mirándolo desde abajo con ojos de conejito inocente. Steve ladeó la cabeza, conteniendo sus ganas de ponerlo contra el sofá y follarlo.

—Ant...

Y entonces la mano pequeña se movió más rápido pero suave en la zona exacta. Sólo bastaron besos en sus muslos que subieron por su largo y despierto miembro, toques en su abdomen mientras una mano lo tocaba jodidamente bien, y una lengua desde la base hasta la punta para que entonces, Steve tocara el cielo durante unos segundos.

—Nos vemos, cariño.

Escuchó el rubio cuando volvió a recobrar la cordura, y suspiró complacido.

Antoshka sonrió, relamiendo sus labios y levantándose de la alfombra.

—Hay papel higiénico junto a ti, rubiales.

Steve vio a Antoshka limpiar su mano luego y él hizo lo mismo con su miembro ya dormido. Se acomodó la ropa, sintiendo un golpe de vergüenza por lo ocurrido, se despidió y agradeció.

—Adiós.

Nunca más volvería a ese lugar después de esto. Qué bochornoso.

[...]

Tony se encontraba en su descanso luego del segundo baile. Ya debía irse a casa, pero había algo que no lo estaba haciendo sentir bien.

Dios, casi le chupó el pene a su compañero de proyecto por elección propia y calentura. Mierda.

Quisiera cambiarse de universidad y no tener que verlo por el campus nunca más. Se dejó llevar demasiado, tanto que hasta lo alcanzó a saborear por unos breves segundos. Ahora sería incómodo estar con Steve luego de esto.

No puede negar que lo disfrutó, pero no controló sus impulsos. Dejó que el momento le ganara a su cerebro, y ahora está arrepentido. Además, Steve, joder, Steve, ¿por qué se fue así?, ¿no le gustó?, ¿se arrepintió?.

Tony suspiró, y quitó su máscara para comenzar a desvestirse. Ya debía irse a casa.

Al menos no se metió el pene por completo en la boca, eso lo reconfortaba... quizás un poco.

Entonces decidió que jamás volvería a aceptarlo en privado, y que jamás volvería a hablar con el rubio después de terminar el proyecto.

Lo sacaría de su vida, sí. Es lo mejor.

Cuando quitó sus tacones, y cayeron frente a él, vió la bufanda de Steve tirada en la alfombra bajo el sofá.

Ay, no...

Poco común - [Stony]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora