D I E C I S É I S

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Miércoles a media mañana. Steve estaba llegando diez minutos tarde a su segundo encuentro con Tony para el proyecto de ciencias.

El moreno lo iba a matar, definitivamente.

Antes de caminar hacia la biblioteca de su facultad, se detuvo y tomó dirección hacia la cafetería. Bien, Tony dijo que podía sobornarlo, ¿con qué?.

Steve miró cada una de las muestras que ofrecían en el lugar, e inseguro optó por donas cubiertas con glaseado de fresa. Ayer había notado que Tony bebía mucho café, así que espera que las donas sean de su agrado.

Al pagar la caja de cuatro donas, salió corriendo hacia la biblioteca. Dios, este proyecto saldrá caro si continúa llegando tarde. Espera que no, porque eso significa hacer más apuntes para vender a los demás estudiantes.

Y Steve, quería ahorrar. Había descubierto un nuevo mundo que curiosamente también era bastante costoso.

Cien dólares es una gran cantidad de dinero para un estudiante como él.

Joder, deja de pensar en volver a visitar ese lugar Steve, y concéntrate en el proyecto.

[...]

—Tony.

Steve se sentó junto al moreno, quién lo miró de vuelta con una expresión bastante neutra.

—Llegas tarde, rubio.

—Sí, lo sé, pero ésta vez traje mis disculpas en una cajita.

Tony alzó una ceja mientras lo miraba con algo de curiosidad. Steve sonrió al ver que parecía un lindo cachorro y puso la caja de donas sobre la mesa de la biblioteca.

—¿Donas?.

Preguntó Tony volviendo a mirar a Steve. El rubio sintió un rayo cruzarle por el cuerpo, ¿a Tony le desagradan las donas?.

—Sí... pensé que podrían gustarte.

Respondió algo avergonzado, sintiendo que de pronto la bufanda que solía llevar por el invierno le daba demasiado calor.

—Bueno, acertaste, son mis favoritas.

Es la segunda vez que Steve vió a Tony sonreír. Todo el miedo y nerviosismo que tuvo hace un momento, desapareció con ese sencillo gesto. Suspiró aliviado.

—Me alegra que te hayan gustado, Tony.

—Gracias, rubiales.

Y es la segunda vez que una persona lo llama de ese modo. Es un apodo muy común para personas de cabello rubio al parecer.

—No hay de qué, Tony.

Gracias a Dios y a la vida, ésta vez el castaño científico y el rubio arquitecto pudieron estar más cómodos con la compañía ajena.

Esta vez se sintió cómo encajaban sus piezas de apoco, y esto a Steve le hizo recobrar su esperanza en formar una amistad con el ingeniero.

Poco común - [Stony]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora