Poco común - [Stony]

N U E V E

Las manos de Antoshka bajaron hasta el inicio del pantalón ajeno, tironeando en un intento por generar roces e imitar desespero por abrir la cremallera.

—¿Q...qué haces?

Preguntó un agitado Steve, sin poder negarse ante la situación. Estaba igual de shockeado como fascinado.

—¿No viniste hasta aquí para esto, rubio?

Preguntó sensual y bajo el moreno; en ese momento ambos pares de ojos se cruzaron en una mirada intensa. Steve jadeó al sentir un roce en su entrepierna nuevamente despierta.

—Yo, no lo sé...

Antoshka ladeó la cabeza mientras lo miraba. Una de sus manos se posó justo entre sus piernas, moviendo sutilmente sin ser brusco.

—Nunca nadie me ha negado algo, ¿sabías?

Steve mordió su labio al sentir un apretón en su zona más sensible, mirando al techo mientras sus manos se apretaban junto a la puerta detrás de él.

—Yo tampoco lo estoy haciendo...

—Lo sé.

No estaba seguro, pero quizás vió la mueca de lo que parecía ser una sonrisa.

Justo cuando Steve se iba atrever a posar su mano sobre la de Antoshka, éste último abrió la puerta, haciendo que Steve caiga de espaldas sobre el suelo del pasillo.

—Pero te faltan ochenta y cinco dólares, cariño.

La puerta se azotó justo frente a él.

Mierda.

Su corazón acelerado se calmó de apoco, y se levantó del suelo con la cara encendida de un rojo que llegaba hasta sus orejas.

Qué situación tan bizarra acaba de vivir. Y lo peor es que le gustó tener la cercanía de ese hombre.

Le gustó incluso las palabras que fueron dirigidas hacia él, y ni hablar de que ese castaño lo recordó por el incidente vergonzoso de hace algunas semanas, pero lo recordó. 

Jesús, María y Belén. Si su madre supiera...

Tomó aire y con dificultad se levantó del suelo comenzando a caminar hasta la salida del lugar.

Había sido una situación extraña pero Steve no podía estar (literalmente) más feliz. Estaba agradecido por haber vuelto a ese lugar y esperar hasta ver a Antoshka hacer su show. Sus impulsos lo hicieron vivir algo nuevo, pero también algo muy emocionante.

Con sus pensamientos revolucionados fue caminando rápido hasta su habitación. Necesitaba una ducha, quería llegar pronto porque ya comenzaba a doler.

Estaba feliz, no podía negarlo. La situación se sentía tan incorrecta como llamativa.

Mientras seguía recordando una y otra vez lo que hace minutos sucedió, se dio cuenta de que ya estaba en el campus de la universidad. Entró a su cuarto, y se sintió como chocar con una pared cuando sus pensamientos se detuvieron sólo en un hecho: si antes no podía quitarse a Antoshka de la cabeza, ahora no podría olvidarlo jamás.

Oh, no.