𝕮𝖆𝖕í𝖙𝖚𝖑𝖔 3

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JAVI 

La noticia nos había dejado a todos devastados. Si bien es cierto que Sophia y Helena eran quienes habían recibido el golpe más duro, tanto yo como mis padres habíamos perdido a un gran amigo.

Pero tenía que mantener la compostura, ser fuerte por ellas, por Helena. Nunca antes la había visto así, tan hundida, con la mirada tan vacía.

Anoche me pidió que durmiese con ella, lo que me pilló totalmente desprevenido. Obviamente, acepté sin dudarlo, si ella me necesitaba, fuese para lo que fuese, yo iba a estar ahí, para ella, en cualquier momento. Supe en cuanto me tumbé a su lado que había encontrado un poco de tranquilidad a mi lado, pero me sorprendí a mí mismo sintiéndome del mismo modo junto a ella.

Su compañía me había hecho por fin conciliar el sueño, pues la incomodidad de ese sofá tan pequeño, sumada a la velocidad a la que iba mi mente, no me dejaban pegar ojo.

Ambos bajamos a la cocina a buscar algo de desayuno. Ella iba detrás de mí, a paso lento, como si yo pudiese enfrentarme a todo lo que había pasado y hacer que eso cambiara, como si pudiese hacer de escudo para protegerla de lo que estaba por venir, y ojalá pudiese haber sido así.

- Buenos días -. Saludó mi madre desde el fondo de la cocina. Había preparado huevos revueltos para desayunar, un poco de zumo de naranja, y café.

Nos sentamos y nos obligamos a desayunar.

La casa estaba en completo silencio, el cuál de vez en cuando se interrumpía por el sonido del teléfono, que sonaba sin que nadie respondiese. Las noticias vuelan, y a esas alturas, todo el barrio se debería haber enterado de la noticia, por lo que no tardarían en venir a casa a presentar sus respetos.

- ¿Mi madre? -. Helena no había levantado la vista del plato desde que habíamos comenzado a desayunar, pero no había probado bocado, se había limitado a mover la comida de un lado a otro.

- Está en el salón, se ha quedado dormida en el sofá hace un rato -. Mi madre se había quedado con ella toda la noche, mientras que mi padre había ido a arreglar unas cosas de trabajo, para poder ausentarse unos días y estar allí para ellas, ayudando en lo que fuese necesario.

El día fue más largo de lo que pensaba. El funeral sería el día siguiente, por lo que había que dejar todos los detalles listos ese día.

En cuanto el reloj avanzó, en torno a media mañana, el timbre comenzó a sonar casi sin descanso. Todo el mundo que quería presentar sus respetos se había presentado en su casa, sin pensar en cómo las haría sentir a ellas. Si es cierto que algunas de las personas que vinieron eran amigos cercanos, de Helena o de Sophia, pero muchas de las personas solo estaban allí para escuchar la historia completa de lo que había pasado. Ellas ponían su mejor cara a todo el que se acercaba por allí, fingían una sonrisa, y asentían simulando escuchar lo que el resto decían.

La noticia se publicó tanto en televisión como en los periódicos, no había forma de no enterarse de lo que había pasado, pero como es habitual, sólo daban pinceladas, pequeños fragmentos de una tragedia que nos había golpeado hasta los cimientos. Hablaban de un accidente que había sido provocado por un tema de drogas, una misión que había salido mal. Por suerte, no entraban en detalles.

Pero para algunas personas eso no era suficiente. Querían más información, querían saber todo, toda la historia, y con todo lujo de detalles. A esas personas les daba igual el sufrimiento ajeno, y por ello, mi madre y yo nos encargábamos de echarlas de ahí amablemente.

Esa era nuestra tarea ese día, cuidar a Helena y a su madre, intentar que dentro de todo el sufrimiento, alguien pudiese hacer su día un poco más llevadero.

Crossed Paths - [Javier Peña]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora