𝕮𝖆𝖕í𝖙𝖚𝖑𝖔 1

985 56 0
                                    

Mi vida siempre había estado entrelazada con la de Javi. Desde que éramos niños, nuestros caminos se cruzaron, creando un vínculo que parecía indestructible. Pero una serie de sucesos hicieron que mis sentimientos fuesen cambiando, tomando una forma muy diferente a la amistad que habíamos forjado, haciéndose más y más fuertes.

Había pasado la mitad de mi vida enamorada de Javier Peña, y aun sabiendo que no era un amor mutuo, sabiendo que no era correspondida, que nunca sería mío, me gustaba torturarme y divagar sobre un mundo en el que él sentía lo mismo que yo.

HELENA

Tuve una infancia feliz. Mi padre, Francisco, era policía en Texas, y mi madre era enfermera. Trabajaban muchas horas, pero se apañaban bien para no dejarme nunca sola en casa, algo que yo agradecí con el paso de los años. Era una niña muy tranquila, me gustaba pasar el tiempo dibujando y jugando en casa, y de vez en cuando salía a jugar con los pocos amigos que tenía, pero me gustaba pasar tiempo con ellos, aunque sólo fuese estar bajo el mismo techo, para mí era más que suficiente.

Uno de mis amigos era Javi, el vecino de la casa de al lado. Javi era un par de años mayor que yo. Sus padres y los míos eran muy buenos amigos, supongo que el hecho de llevar tantos años siendo vecinos había influido bastante en ello. Esto hacía que Javi y yo tuviésemos que pasar tiempo juntos nos gustase o no, pues nuestros padres solían quedar para cenar muy a menudo, y nosotros no teníamos más opción que acompañarles, por lo que poco a poco se fue creando nuestra amistad.

No recuerdo la primera vez que hablamos, o la primera vez que jugamos. Pero si es cierto que tengo muy pocos recuerdos de mi niñez en los que no estuviese él.

El colegio estaba relativamente cerca de nuestras casas, por lo que la mayoría de los días, siempre y cuando el tiempo acompañase, íbamos y volvíamos caminando, siempre los dos juntos, siempre cuidando de mí, como si se tratase de mi hermano mayor. 

Los años iban pasando, y a pesar de que íbamos cambiando con el tiempo, nuestra relación parecía atemporal. Nada cambiaba entre nosotros, nos tratábamos del mismo modo, nos hacíamos las mismas bromas, seguíamos recorriendo el mismo camino, y seguía teniendo la sensación de seguridad siempre que estaba con él, como si fuese mi refugio en la tormenta.

La adolescencia llegó como llega una tormenta de verano, sin avisar. Y con ello, nuestros cuerpos comenzaron a cambiar. Javi comenzó a llamar la atención de todas las chicas. Su espalda se ensanchó, y sus facciones eran más marcadas, más varoniles, provocando los suspiros de muchas de las chicas a su paso. Sin embargo yo era una chica que no llamaba la atención. Era una chica con curvas, y no demasiado alta, por lo que la sensación de que los chicos girasen el cuello al verme pasar, como le había pasado a él, quedaba muy lejos de ser algo que me pudiese pasar a mí. Y eso provocaba las miradas en los demás, ellas sentían envidia de que alguien como él me tratase de la forma que lo hacía. A Javi no parecía importarle, y yo a veces hasta lo disfrutaba.

Y con este cambio físico, llegó el cambio en nuestra relación. No regañamos, no nos enfadamos, nada pasó entre nosotros, pero él comenzó a pasar más tiempo con otras chicas, dejando nuestra amistad en segundo plano. Ya no pasábamos las tardes uno en casa del otro, ya no charlábamos tanto como hacíamos antes, incluso a veces prefería compartir el camino de vuelta a casa cuando salíamos de clase con alguna chica con intención de conseguir una cita.

A mí no me importaba, el tiempo pasa y las cosas cambian. Yo también tenía un grupo de amigos distinto, con los cuales compartía muchas cosas en común, por lo que, en cierto modo, fue una forma de amortiguar un poco el cambio en nuestra relación, pues de no haber sido por ellos, el ver como mi mejor amigo había dejado nuestra relación en un segundo plano por cualquier chica, habría sido un golpe mucho más duro.

Crossed Paths - [Javier Peña]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora