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Emma.

—¿Por qué seguimos caminando? Allí esta el lago. Lo demás es montañas y rocas.— señalo el agua cristalina que corría por todas las orillas.

El sonríe y dirige su mirada mas allá. Frunzo el ceño.

—Mira.— dirijo la mirada hacia donde él. Al fondo había una enorme cabaña, se podía ver cómo por la chimenea salía humo. Lo mire sorprendida. Nunca había visto esa cabaña.

—¿Y eso?

—Es mía.— sonríe.

—¿Qué? ¿La alquilaste?

Él nego.

—La he comprado. Creo que es suficiente para nosotros seis.

—¡Venga pero qué es preciosa!— suelto y comienzo a correr hacia ella.

—¡Cuidado con las piedras Emma!— grita, pero le ignoro. El paisaje es precioso, digno de admirar.

—¡Me encanta!

—¿Te parece entrar?

Asiento y él saca las llaves de su pantalón para abrir.

—Gracias.— vuelvo agradecer. La sala de estar era pequeña, pero se notaba que acogedora. Camine hacia el comedor, era preciosa, todo era en caoba.

—¿Te gusta?

—Me encanta.— admito.

—Espera a ver las habitaciones.— y toma mi mano para comenzar a guiarme a las habitaciones.

—Son cuatro en total, con baños y balcones incluidos. Una vista perfecta para nuestra hermosa familia.— sonríe.

—¿Quieres ir al lago un rato?

Me muerdo el labio ligeramente.

—No he traído bañador. No sabía que veníamos aquí.

—No lo necesitas. ¿O si?— dijo y me guiño el ojo.

Solté una leve carcajada y asiento. Me puedo imaginar lo que viene.

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