Capítulo VIII.

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—Gracias por haber estado paseando a mis pequeños esta semana —Freen estaba de pie en la puerta de su vecina Nam y le agradecía con una caja llena de postres que había comprado de regreso de su paseo matutino con sus perros.

—No fue nada, ellos son muy lindos y creo que hasta terapéuticos —le dijo acercándose a la tailandesa como si no quisiera que los pequeños peludos que estaban sentados junto a los pies de Freen escucharan.

—Si, yo también lo creo —ambas sonrieron y después de despedirse, la ex patinadora entró a su casa para tomar una ducha.

Mientras lavaba su cabello recordó la noche anterior y recordó lo conmovida que Becky había estado entre sus brazos. Recordó el agradable aroma de la chica y lo cálido que era su cuerpo. Sacudió la cabeza y frunció el ceño.

—"No, Freen" —se dijo mentalmente y se apresuró a terminar con su baño.

Para ella era mejor no apegarse a nadie porque no le gustaba lidiar ni siquiera con sus propios sentimientos. Todo después de la depresión que le provocó haberse lesionado. Días que prefería no recordar porque no fue la mejor hija ni la mejor amiga. Incluso se arrepentía de las malas decisiones que tomó estando furiosa consigo misma ya que en ese momento podía sentir las consecuencias.

Antes de ponerse sus zapatos se puso la tobillera de compresión que le ayudaba a la estabilidad de su tobillo. Antes de salir de la casa tomó las llaves que estaban junto a la puerta y vio las muletas que le había sugerido el médico. Se debatió en si las usarlas o si las dejarlas. Al final se fue sin ellas, esperaba que los analgésicos y la tobillera fueran suficientes.

Becky patinaba hacia al bar desde su casa y llevaba puestos unos grandes audífonos. Necesitaba un poco de música para evitar ponerse mas nerviosa con solo pensar en que por fin conocería a Heng, su compañero.

Llegó hasta el callejón junto al bar y se quitó los patines antes de entrar y los guardó en la mochila donde también llevaba su playera para el trabajo.

—Hola, Becky —saludaron varias de sus compañeros de cocina cuando la vieron entrar sonriendo.

—Hola a todos —pasó la cocina y se dirigía hacia el vestidor para dejar su mochila.

—No creas que no te he visto —volteó rotando sobre uno de sus talones después de que dejó sus cosas —Ya te he dicho que no deberías arriesgarte patinando por la calle.

—Lo lamento, es que así llego más rápido —le sonrió a Freen intentando que dejara de mirarla con esa mirada tan seria.

—No puedo impedírtelo, pero te pido que seas cuidadosa —a Becky le gustaba saber que Freen se preocupaba por ella y no le importaba si solo era por el entrenamiento, le parecía un lindo gesto viniendo de una persona que no solía mostrar interés por los demás —Por cierto, Billy y Heng no tardan en llegar así que vamos a mi oficina.

Al entrar a su oficina, Freen se quitó su usual gorra bajo la mirada de Becky quien aprovechaba para ver ese hermoso rostro cada vez que la tailandesa lo permitía. Vio como la mayor pasó los dedos entre su largo cabello y luego lo ató en una media coleta que dejaba algunos mechones rebeldes a los costados de su rostro. La patinadora sintió como le costaba pasar saliva después de ver aquello casi en cámara lenta.

—¿Pasa algo? —los perfectos ojos marrones de Freen sacaron de su trance a la chica.

—Nada, estaba pensando en el entrenamiento —mintió hábilmente.

—Tal vez sea un poco extraño al principio, pero estoy segura de que te acostumbrarás pronto —Freen se sentó e hizo un pequeño gesto de molestia.

Patinando sobre el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora