Capítulo XXIX (final).

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—¡No puedo creer que realmente estés aquí! —Freen no soltaba a Becky de ese abrazo tan fuerte que compartían —Espera —casi como si hubiese tenido una revelación se separó lo suficiente para poder mirar a los ojos a la inglesa —¿Qué haces aquí? Deberías estar en Corea —preguntó con el ceño fruncido.

—Me he escapado, no me iba a perdonar no estar junto a ti en un día tan importante.

—¿Billy sabe que viniste? —la joven agachó la mirada y negó —Debe estar furioso.

—Por eso apagué mi teléfono.

—Tal vez no se ha dado cuenta o sino mi celular estaría explotando de notificaciones de él.

—Sería un milagro si logró regresar sin que se haya dado cuenta de mi ausencia.

—Pues creo que será mejor irnos de una vez, mi vuelo, mejor dicho, nuestro vuelo sale en hora y media.

Las chicas tomaron las cosas de la tailandesa y se dispusieron a tomar camino en dirección al aeropuerto, pero antes de salir Freen se detuvo repentinamente.

—¿Cómo hiciste para salir? Si se enteran te descalificarán por abandono.

—En realidad fue muy fácil así que no creo que debamos preocuparnos —la actitud tan despreocupada de Becky no tranquilizaba a la su novia, pero resolvería esas dudas al llegar.

Mientras las chicas esperaban a que la hora de bordar llegara, Heng estaba por comenzar después de un delicioso desayuno el cual le pareció extrañamente solitario.

El regreso a su dormitorio era tranquilo y frío, aun así, el entorno le parecía agradable.

—¡Asavarid! —una voz conocida lo llamó por la espalda y al voltear no era ni más ni menos que Billy quien parecía tener las puntas de las orejas rojas y asumía que era por el frío, o tal vez no —Caminas como si estuvieras en medio de unas vacaciones con todo incluido.

—Bueno, solo intento estar relajado justo como el terapeuta me aconsejó —frunció el ceño cuando vio al entrenador mover los pies inquieto y marcando su teléfono una y otra vez —Presiento que algo sucede y no me estoy enterando —con esa frase el joven frente a él lo vio con tal incredulidad que su gesto parecía lastimar su rostro.

—No me puedes decir que no te has dado cuenta de algo sumamente importante, o, mejor dicho, alguien —el chico miraba con los ojos entrecerrados a Billy intentando descifrar lo que le quería decir y cuando se dio cuenta abrió los ojos y la boca.

—Becky no bajó a desayunar ¿se siente mal? —la paciencia del entrenador se estaba acabando con la actitud que Heng estaba teniendo.

Jalándolo del brazo lo alejó hasta asegurarse de que nadie pudiese escucharlos.

—¿Acaso crees que voy a comprarte esa actitud de no saber de qué te hablo?

—¡Pero no sé de qué me hablas!

—No grites —le pidió ya con el rostro rojo de lo furioso que comenzaba a sentirse.

—Billy, te prometo que no sé que está sucediendo ¿tiene que ver con Becky?

—Tiene todo que ver con Becky. No está en su habitación y no la encuentro por ningún lado.

—Y preguntar tanto por ella puede levantar sospechas —susurró el patinador para si mismo, pero Billy asintió a ello.

—Solo pasé por la enfermería para ver si no estaba ahí y no la encontré.

Ambos se quedaron unos momentos en silencio como analizando la situación hasta que Heng se cubrió el rostro con sus manos.

Patinando sobre el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora