Capítulo VII.

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—Habrá una competencia dentro de una semana en Chicago. Es para preseleccionar a los posibles candidatos para representar al país en las olimpiadas de primavera —comentó Freen dándole una notificación en papel con la información completa.

—¿Tan pronto?

—Tal vez es pronto para ti pero para las personas que llevan entrenando por meses o años no es apresurado —la ex patinadora se sentó junto a Becky antes de ponerse los crampones.

—No sé si...

—Si no estas segura de que podrás hacerlo, entonces no tengo nada que hacer aquí. Sabías perfectamente qué era lo necesario para poder competir. No es como que fueran a llamarte y ya. Debes tener presencia, los demás tienen que comenzar a notarte, no puedes aparecer de la nada y creer que la medalla de oro colgará de tu cuello solo porque lo deseas —Freen sonaba mas contundente de lo normal. Se había molestado por la falta de convicción de la persona que la había sacado de su burbuja para entrenarla.

—Lo lamento. Tienes razón —Becky apretó sus manos en el borde de la banca hasta que sus venas se marcaron. Sintió un vuelco en el estomago.

—Dime si lo harás o si puedo irme a casa a descansar mi tobillo —la inglesa se mordió por dentro el labio inferior para evitar que se asomaran las lágrimas que sentía atrapadas.

—Te pedí que me entrenaras porque tengo un objetivo y no voy a darme por vencida. Lo haré —dijo con mas confianza intentando mirar los ojos cubiertos por la sombra de la gorra que la mayor usaba.

—Bien. Pero debes saber que te inscribí en la categoría de parejas —soltó mientras se colocaba aquellos accesorios sobre sus botas.

—No. Yo patino sola —respondió con el ceño fruncido y sus manos volvieron a ejercer presión contra la superficie donde estaba sentada.

—Lo sé, pero necesitas apoyo con tan poco tiempo. Tal vez si entrenaras por mas tiempo sería posible pero diez horas a la semana es poco.

—¿Y con quién patinaré? No conozco a nadie —miró hacia sus patines sin acordonar.

—Mi amigo Billy Ounsa-ard tiene un chico que precisamente necesita una compañera ya que la chica está enferma —Freen se puso de pie —Vamos, date prisa.

Ese viernes por la noche Freen notó las dudas que Becky tenía, pero no dijo nada cuando la dejó frente a su casa. No la despidió con una sonrisa y en cambio le pareció que estaba molesta. No jugaría a la consejera, pero esperaba verla el día siguiente en el bar con mejor ánimo.

—Freen, ¿realmente confías en esa chica? —Billy había llegado el sábado por la mañana a Minot y después de desayunar con su amiga para ponerse al día, ambos estaban en el bar viendo las grabaciones que Freen tenía de la patinadora.

—Al menos no pienso que sea incompetente —el chico rio dándose cuenta de que la actitud de la tailandesa seguía igual que después de la lesión, sin embargo, recordar a una alegre Freen le dolió pues ella parecía no volvería a ser como cuando eran más jóvenes.

—Lo lamento, Freen —dijo de golpe y bajando la mirada.

—No haremos esto de nuevo, Billy —el tono gélido de su amiga le dolió aún más —No fue tu culpa. En todo caso, fue culpa de ambos, recuerda que un equipo no se conforma por una sola persona —bebió de su limonada.

—Pero incluso tu tobillo no sanó como debía —ella lo miró de manera directa y con molestia —Cojeas y vi que dejaste las muletas en la camioneta.

—Eso fue mi culpa. Si no hubiera intentado patinar sin haberme recuperado hoy no me dolería. El doctor dijo que la secuela de una fractura siempre estará ahí pero que lo mejor que puedo hacer es dejar que el tiempo me ayude —Billy dio un trago a su cerveza y ambos quedaron en silencio por unos segundos.

Patinando sobre el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora