Capítulo XXIII.

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La mañana era especialmente fría y Minot estaba cubierta por una ligera neblina que les dificultaba a Freen y a Becky correr aun con la mitad del rostro cubierto.

—Cielo, necesito un descanso —la inglesa se detuvo junto a su novia trotando en su propio lugar para no enfriarse mientras su novia intenta recuperar el aliento a la par que movía su tobillo.

—¿Te duele?

—Solo siento un poco de molestia, creo que es por el frío.

—Regresemos a casa, hemos recorrido una distancia considerable.

—No quiero interrumpir tu recorrido.

—Babe, está bien, no dejaré que vuelvas sola —sujetó su cintura con ambas manos y acercó a la mayor a su cuerpo para besarla —Así que regresemos, mamá dijo que prepararía el desayuno antes de comenzar a trabajar y corremos el riesgo de que Richie nos deje sin comida.

El regreso a casa de los Armstrong fue tranquilo cosa que no era así dentro del hogar pues Kiwi y Lukpear decidieron robar las pantuflas del mas joven de la familia quien los perseguía por la sala.

—Kiwi, Luk, ¿qué hacen? —la voz de Freen detuvo a los canes provocando que soltaran lo que llevaban en el hocico y de inmediato sus miradas cambiaron a dulce inocencia —Lamento si las dañaron, te las pagaré —dijo apenada uniendo sus manos a la altura de su pecho y haciendo una leve reverencia como disculpa.

—No ha sido para tanto, yo comencé y creo que se emocionaron de más.

—Richard, espero que no estés descalzo porque si te enfermas no seré quien te cuide —apareció Rawee en la sala —No te preocupes por eso, Freen. Él los provocó cuando le dije que no lo hiciera —los perritos corrieron felices hasta la mujer y no dejaban de mover su colita.

—No me sorprende que mamá quiera más a unos perros que a ti —Richie sacó la lengua y arrugó la nariz a su hermana después de que se burlara de él.

—Rebecca, no seas grosera con tu hermano. Mejor vayan todos a lavarse las manos que el desayuno está listo y espero que su padre ya no tarde en llegar de la panadería. Seguramente volvió a quedarse platicando con el panadero —giró los ojos y regresó a la cocina.

El señor Armstrong llegó oportunamente cuando ya todos se encontraban en la mesa a punto de comer.

—Lo siento, el panadero no dejaba de contarme sobre su hijo trabajando en Japón —dejó la bolsa de pan sobre la mesa y se sentó junto a su esposa.

—Es justamente lo que les decía a los muchachos al ver que no llegabas. Tardaste casi una hora. Hasta pensé que quizá te habrías quedado a prepararlo —los jóvenes rieron por lo bajo al ver al hombre negar con la cabeza.

—¿Qué tal les fue corriendo con este frío? —preguntó Frank a las chicas quienes voltearon a verse unos segundos.

—No pudimos correr mucho, hoy está haciendo demasiado frío. Incluso aquí adentro se siente más de lo que me gustaría —la respuesta de Becky hizo que su padre dejara de comer.

—No me agrada que te hayas expuesto así justo un día antes de irte a Los Ángeles, no puedes arriesgarte a enfermar o a lesionarte, ambas saben que el frío aumenta la posibilidad de que se lastimen —ambas asintieron como si se tratara de un regaño.

—Lo sé. Lo siento, papá. Es que pensé que por lo mismo sería bueno no dejar que resistencia disminuya días antes.

—En realidad fui yo quien insistió —Frank miró con sorpresa a Freen —Había estado entusiasmada por retomar mi condición física para la prueba para entrenadora que haré iniciando el próximo año y no pensé en las consecuencias.

Patinando sobre el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora