Capítulo XII.

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Becky estaba despertando con un tolerable dolor de cabeza, pero lo que realmente la despertó fue el dulce olor a panqueques. Estando bocabajo en la cama y abriendo lentamente los ojos, pudo ver la brillante luz pasar por la blanca cortina casi transparente. Se dio cuenta de que no era su habitación y con eso en mente giró sobre la cama hasta quedar bocarriba. Vio que, aunque desabotonados, aun llevaba su pantalón y la sudadera, pero no chamarra, tenis ni calcetines, lo cual agradecía porque odiaba dormir con calcetines. Entonces vio como dos pequeños caninos se subieron a la cama y miraron con curiosidad a la chica quien sonriendo les acarició la cabeza. Ese gesto provocó que ambos saltaran sobre ella queriendo mas atención e intentando lamer su rostro.

—Parece que les agradas —dijo Freen recargada desde el marco de la puerta.

—Y ellos me agradan a mi —la sonrisa de Freen fue tenue pero ahí estaba.

—Te he dejado un cepillo de dientes en el baño, el resto de tus cosas están sobre aquel diván —señaló ambos lugares con la cabeza y Becky asintió mientras los perros se habían acostado con la mitad del cuerpo sobre la inglesa —Cuando estés lista ven a desayunar.

—Pero no puedo levantarme si ellos están sobre mi —Freen negó con la cabeza son un gesto divertido. Salió de la habitación y segundos después los canes bajaron corriendo de la cama, Becky se sentó sobre ésta confundida, pero al menos ya podría levantarse.

Se miró en el espejo del baño y vio su cabello revuelto y los ojos con rastros de maquillaje. Observó una toalla para rostro y un cepillo de dientes nuevo perfectamente acomodado junto al lavabo lo que, sin ser consciente, la hizo sonreír.

Becky salió de la habitación con la cara limpia, el cabello cepillado y el aliento fresco. Se acercó a la cocina y vio a Freen sirviendo jugo de naranja en dos vasos de cristal.

—Déjame ayudarte —dijo la patinadora tomando unas pequeñas jarras con lo que parecía jarabe de maple y jalea de fresa.

Ambas caminaron hasta el comedor y con todo listo, se sentaron a desayunar. La menor vio una torre de panqueques, jugo de naranja, té y un plato con fruta.

—¿Algo no te gusta? —preguntó Freen llevando la taza humeante a sus labios.

—Todo se ve delicioso, gracias —Becky le regaló una enorme sonrisa.

—Vamos, come, los panqueques absorberán todo rastro de alcohol de tu estomago —la patinadora se sintió avergonzada al recordar porque estaba en la casa de Freen.

—Lamento haberte llamado anoche, seguramente ya estabas dormida —con bocado en boca, la tailandesa negó.

—Aún estaba en el bar.

—Oh, aun así, lo siento.

—Está bien, prefiero que me llames a que te quedes dormida en los pórticos sin nadie que cuide.

—Es que creo que no le avisé a nadie que saldría —Becky se encogió un poco sobre la silla.

—No deberías separarte de tus amigos si bebes —aunque las palabras de Freen podían sonar a regaño, su voz era apacible.

—Estar cerca de ellos fue lo que me trajo hasta aquí.

—¿Ellos te emborracharon? —preguntó molesta.

—Creo que no fue su intención, pero Irin terminó dándome más de lo que yo hubiese querido. En realidad, no quería beber alcohol.

—Bueno, solo ten mas cuidado si hay una próxima vez —Becky asintió con timidez.

Patinando sobre el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora