20- yo me pertenezco

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Puede que de vez en cuando mi orgullo defienda mi dignidad y mi persona, pero a veces mi llanto me gana y sale a flote.

Ahora, encerrada en la habitación, sollozo en la cama por lo sucedido, recordando las veces en que mi madre me prohibía a hacer algo. A pesar de todo ella siempre me enseñó a defenderme de los tipos como Joe, que intentan adueñarse de una pobre muchacha. Que la marcan con sus celos. Me dijo que siempre tenía que tener carácter y no quedarme callada cuando algo me molesta.

Si bien mi madre no es una santa, tengo que reconocer que sus consejos me han servido de algo.

Pero por ello temo mucho de las personas, y no he logrado sacar las agallas para defenderme de los abusos.

No quiero que Joe lo arruine más. No quiero sentirme así.

—Anny, abre la puerta —exige él, tocando más fuerte.

—Anny, por favor, abre —escucho a Katy, con un tono preocupado.

—¡Déjenme en paz!, no quiero hablar con ningunos de ustedes.

Me levanto de la cama despejando todas mis lagrimas y camino hacia el baño.

—Anny, por favor,  cuando te sientas más tranquila abre la puerta, necesito hablar contigo —exclama ella, desesperada.

La ignoro y abro la regadera del agua, para desnudarme y ducharme con agua fría; eso me ayudará mucho a calmar mis emociones negativas.

Tardó unos largos minutos, mojando mi cabello y me siento un poco más tranquila. No puedo alterarme tanto, aunque siga enojada con Joe.
Cierro el grifo y me envuelvo con la toalla. Pero al salir del baño me encuentro con Joe, sentado en la cama. El corazón se me acelera por el susto y toco mi pecho.

—Joder, que susto ¿qué haces aquí? —pregunto y lo miro de reojo, con evidente molestia.

—Princesa, debemos hablar.

Él se levanta de la cama y camina hacia acá, pero mis pies no se mueven.

—No hay nada de que podamos hablar, sal de este cuarto, necesito dormir.

Paso de él y dirijo hacía la puerta para indicarle que se vaya, pero antes de llegar me sostiene de la mano y me detiene. Joe hace que me voltee y lo enfrente, me deja diminuta con su altura y cercanía. Intento apartarme pero su fuerza me presiona contra su cuerpo.

—Amor, no sabes lo celoso que me puse al verte hablar y sonreír a la vez con ese hombre. Yo te quiero, y no quiero que dejes de ser mía.

Joe intenta acariciar mi mejilla pero le quito la mano.

—Basta Joe. Te aclaro que soy tuya cuando yo quiero serlo, y cuando me entrego a ti en la cama. Pero de ahí a que pienses que puedes mandar sobre mi, estás equivocado. Yo me pertenezco y quiero que te grabes esto, que odio que me protejan de esa manera. Primero,  debes investigar si yo a él lo conozco, si es un familiar o un amigo, pero no, llegas con tu ignorancia y tus celos, dejándome en ridículo.

Me aparto de su cuerpo y me cruzo de brazos.

—Pero sé que no lo conoces, no es un familiar y tampoco un amigo. ¿No crees que no me di cuenta como ese tipo te miraba? Y si, acepto que me comporté muy mal, pero es que no podía ocultar lo que estaba sintiendo. Moria de celos.

Joe me acorrala y me toma de las caderas, besando mis labios. Pongo mis manos en su pecho y lo aparto, aunque sus besos sean mis debilidades.

—Tú eres mía, Anny —susurra—. Dilo.

Por siempre túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora