Capítulo XXIX

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Los pequeños rayos de luz que entraban por la ventana,indicaban que estaba amaneciendo.

Mis ojos se abrían, aún somnolientos, y,cuando mi cuerpo intentó moverse,me vi incapaz de levantarme ya que un firme brazo me estaba envolviendo por la cintura.

Sonreí al ver a Pedri durmiendo plácidamente a mi lado y no pude evitar morirme de ternura en ese mismo instante.

Con sumo cuidado y delicadeza para no despertarlo, acerqué mi pulgar a su mejilla y comencé a acariciarla lentamente, apreciando su belleza.

Incluso dormido se veía perfecto.

-Mhm, Antonella,si la intención que tienes con esas caricias es despertarme,estás consiguiendo lo contrario- murmuró con una voz ronca y jodidamente sexy.

Concéntrate Antonella de Luca.
Piensa en la biblia.

-Lo siento. Mi intención no era despertarte,solo estaba...- cuando me di cuenta de lo que estaba apunto de decir, callé al instante.

-Te ha comido la lengua el gato o qué?- preguntó riendo ligeramente.

Su risa estampó, directamente,contra mi cuello,lo que hizo que un calambrazo me recorriese de piés a cabeza.

Era increíble lo que su simple roce podía hacerme sentir...

-Solo estaba quitándote una pelusilla que tenías- mentí diciendo lo primero que se me pasó por la cabeza.

Una pelusilla? En serio Antonella?
No había otra excusa más tonta?

-Voy a hacer como que te creo- bromeó incorporándose en la cama para, finalmente,levantarse de ésta.

Sin decir ninguno de los dos nada, me mantuve en la cama viendo cómo Pedri recorría mi habitación lentamente,como si estuviese analizando todo lo que había en su interior.

Cuando llegó a mi escritorio se detuvo y se acercó lo máximo que pudo a un corcho donde tenía fotos con diferentes personas a modo de recuerdo.

-Pensé que habías quemado la foto- confesó quitándole la chincheta que la sostenía,y cogiendo la imagen entre sus manos.

En seguida,me di cuenta de cuál era la foto a la que se refería.

-Para ser honestos... Casi la dejo en España pero no quería tirar por la borda todos nuestros recuerdos juntos así que,en el último momento, volví a mi habitación y la cogí...

-Y ahora la tienes aquí- completó el canario.

Tan solo asentí algo avergonzada y noté como el rubor comenzó a teñir mis mejillas de un color carmesí.

-Me alegro de que al final la cogieses- murmuró dejándola, de nuevo,en su sitio.

Sonreí levemente y vi como el chico se acercaba de nuevo a mi cama.

-Qué te parece si vamos a desayunar? Estoy muerto de hambre- confesó flexionando sus musculosos brazos en el colchón.

Piensa en algo que odies Antonella...

-Por supuesto- dije aclarandome la garganta,alejando así cualquier tipo de pensamiento impuro que se había adueñado de mi mente al verlo en esa posición y, además,tan cerca de mí.

El canario asintió y me levanté de la cama bajo su atenta mirada.

Ambos nos dirigimos en silencio hasta la cocina y,cuando llegamos,nos dimos cuenta de que no había nadie. Solo había una simple nota en la encimera.

Ojos Esmeralda•Pedri González Donde viven las historias. Descúbrelo ahora