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Mi pelirrojo
Llamada entrante

Sonrió al contestar.

—No puedes vivir sin mi eh.

Pero no escucho su respuesta.

—¿Estás ahí?, Herz.

Intento nuevamente y no se escucha nada más que una respiración agitada y logré escuchar un susurro llamando mi nombre.

—Herz, responde, ¿Estás bien?

Sin colgar el teléfono voy directo a la habitación de Elizabeth. Ya es muy tarde pasan de las diez, pero ella siempre es la última en acostarse.

Tocó la puerta con mayor fuerza de la debería.

—¡Elizabeth!

Sujeto el teléfono con fuerza y vuelvo a hablar pero no hay respuesta.

Ella no tarda en salir algo preocupada.

—¿Esta todo bien?-pregunta examinandome con los ojos—¿Te sientes bien?

Mi respiración está algo agitada y no se por que. Es un presentimiento o algo pero me preocupa.

—Es Herz, no responde—le cuento algo alterada—me llamo pero no me habla, ¿Que hago?

—Tranquila, tal vez estaba dormido, y te llamo sin querer.

—No lo creo, el nunca duerme a esta hora, solemos hablar hasta muy tarde, ¿Podemos ir a su casa?

Ella nota la preocupación en mi rostro y se acerca tomando mi teléfono.

—Se que Herz está enfermo, pero no puedes pensar que siempre pudo haberle pasado algo malo por no responder.

—No lo entiendes.

Puse los ojos en blanco. Le quité el teléfono de las manos y fuí directo a mi habitación. Ella no tardó en aparecer.

—No vas a salir a esta hora, Sadie—me ordena al ver que me cambiaba de ropa.

—Ya soy mayor, déjame sola.

-Estas enferma.

—El también—la miró directo a los ojos y casi le suplique con la mirada—el también está enfermó, no puedo quedarme aquí sin saber que está bien sus padres no están y si algo le paso.

Nos miramos por un instante hasta que, suspiro resignada.

—Ponte un suéter.

Le doy una sonrisa de agradecimiento y me apresuró a vestirme. En todo el camino no paraba de pensar que le podría haber pasado. Sus padres salieron de la ciudad por el día de los muertos y hoy estría solo en casa, espero y se encuentre bien y estemos riéndonos de esto si solo me llamo por accidente.

Al llegar subimos el ascensor lo más rápido que pudimos y tocamos la puerta varias veces.

Nada.

No sé escuchaba nada, ningúna señal de Herz. Volví a llamarlo pero no hubo respuesta.

—¿Que hago?—empezaba a desesperarme.

Elizabeth salió a buscar ayuda y yo luchaba con no echarme a llorar ahora mismo.

—Herz, contesta no es una buena broma—volvi a tocar el timbre—Herz.

Mierda.

Pasaron diecisiete minutos cuando Elizabeth apareció con ayuda. Lo sabía por qué conté casa segundo esperando, había empezado a llorar y aún no sabía que pasaba.

Un solo corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora