2.

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—Hola... ¿Paula?

—Sí, ¿quién es?

—Lali...

—Ah, no te conocí la voz estoy medio dormida.

—...

—Estás llorando.

—No, estuve, pero ahora no.

—¿Hablaste con tu viejo?

—No, no sé si voy a hablar. ¿Viste lo denso que estuvo hoy?

—Sí, la verdad...

—Nada le venía bien.

—¿Siempre es así?

—No, siempre no. Pero con este viaje está atacado.

—Tiene miedo, pobre.

—Sí, si vamos en avión porque vamos en avión; si vamos en micro porque vamos en micro.

—Nena, de lo que tiene miedo tu viejo es de que curtas. ¡Pobre!

—¡Qué boluda!

—Es un chiste. Pero no me digas que no es gracioso...

—A mí no me causa ninguna gracia.

—Reíte un poco. Te pasaste todo el día llorando.

—Tengo mis motivos.

—Sí, ya sé.

—...

—¿Y si hablas con tu vieja?

—Cero. Mi vieja no existe.

—Bueno, con alguien tenés que hablar.

—Pensé llamarlo a Iván.

—No, córtala, picase. Por ese lado ya fuiste y te fue como el culo.

—...

—Ay, no llores...

—Bueno, no hables con nadie. Déjalo para después del viaje, ¿okey?

—Mi viejo se muere.

—Por eso, mejor que se muera después del viaje.

—Vas a terminar haciéndome reír...

—Prométeme que no vas a llamar a Iván.

—...

—Prometeme, dale.

—Okey, chau.

—Chau.

Tuya-Alicia PiñeiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora