29.

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—Ocho dos cinco, ocho tres, ocho tres. 

—¿Sí? 

—Disculpe, ¿está Guillermo? 

—Momentito, ¿quién es que le habla? 

—Lali. 

—Ah, sí, un segundito. 

—... 

—Hola. 

—Hola, Guillermo, discúlpame que te moleste, yo soy la chica que estaba la otra noche... 

—Sí, ya sé quién sos. ¡Qué bueno que me llamaste! 

—... 

—¿Cómo va todo, nena? 

—Bien. 

—¿Bien? 

—Bah, maso. 

—¿Estás en tu casa? 

—Sí, estoy en casa. 

—Ves, eso es bueno. Eso es muy bueno. 

—Bah, en realidad ahora estoy en un teléfono público de un shopping, pero a la noche me voy

para casa. 

—Está bien, está muy bien. 

—... 

—... 

—Te llamé porque estoy con un problema. 

—¡Si estás con un solo problema estás mejor que el otro día! 

—... 

—Reíte un poquito que le va a hacer bien al goleador. 

—... 

—Ves, eso me gusta. Dale, contame. 

—La panza se me pone dura, muy dura, y después afloja. Pensé, no sé, que capaz tu mujer

sabe qué puede ser. 

—Nena, ¿me estás jodiendo? 

—No, ¿por qué? 

—Estás con contracciones. ¿Vos ya estás en fecha? 

—Ni idea. 

—Vos me estás jodiendo... 

—¿El médico que te dijo? 

—No, yo... yo no vi a ningún médico desde que estoy así. 

—No, lo peor de todo es que no me estás jodiendo... 

—Bueno, quédate ahí que voy a buscarte y te llevo ya a un hospital. 

—¿A un hospital? 

—¿Y a dónde querés ir a tener un bebé, nena? 

—¿Pero entonces puede ser que ya esté por venir? 

—Y yo no sé, yo soy viajante de comercio, vendo cierres relámpago y esas cosas, nena, pero

por las dudas yo te llevo ya mismo al hospital. Dame la dirección del shopping ese. 

—... 

—Hola... 

—... 

—¡¡¡Hola!!! 

—Ta que lo parió. ¡Cortó! 

Tuya-Alicia PiñeiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora