Capítulo 17

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Excitación: Un sentimiento de gran entusiasmo y afán.

JASMINE

– Por favor... Por favor... Realmente quiero montar en esa... – dije, aferrándome a la mano de Theodore.

– Ya te has subido a esa atracción dos veces – dijo, mirándome.

– Pero tú no estabas allí. Estabas aquí mirándome. Quiero ir a esa contigo – dije, mirando hacia él.

– No.

– ¿Eh? Haré caso a todo lo que digas si me acompañas en todos estos paseos – le dije. Levantó la ceja.

– ¿En serio? – preguntó.

– Sí, en serio – le dije.

– De acuerdo – sonreí ampliamente, rodeando su cuello con mis brazos para abrazarlo.

– Vamos – dije emocionada, dirigiéndome a la atracción del columpio. Mientras esperábamos nuestro turno en la cola, vi que algunas chicas miraban a Theodore y le hacían fotos.

Llevaban un rato mirándolo; ya las había visto antes, y ahora una de ellas intentaba hablar con él. Theodore no se molestó en mirarlas y mantuvo sus ojos en mí.

– ¿Perdón? – la chica se adelantó, llamando a Theodore. Observé divertida cuando Theodore se apartó, poniéndose más cerca de mí y dejando espacio para que la chica pasara.

– No te ha pedido que te muevas, está intentando hablar contigo – le dije divertida. Ignoró a la chica y me cogió de la mano.

Mi mirada se desplazó hacia la chica. Su sonrisa cayó, y volvió a mirar a su pandilla de chicas.

– Lo siento, cariño. El hombre está tomado por esta dama – dije, señalándome a mí misma.

– Oh – los hombros de la chica se encorvaron.

– No te preocupes, es un tipo aburrido. Hay muchos jóvenes en la feria. Hay muchas opciones para ti – dije. Theodore me apretó más.

– No me aburres – le dije a Theodore con descaro. Estaba en un subidón de azúcar y muy emocionada por haber llegado por fin a una feria.

– Es nuestro turno... – dije, arrastrando a Theodore conmigo. Hice que Theodore me acompañara en todos y cada uno de los paseos. La sonrisa de felicidad en mi cara no se desvaneció ni por un minuto.

Allá donde íbamos, todo el mundo se giraba y echaba un segundo vistazo a Theodore, quizá por su altura y su aspecto intimidatorio.

– ¿Qué estás buscando ahora? – preguntó Theodore.

– Cabina de fotos. Tenemos que hacernos fotos – le dije, comiendo mi helado. Él no dijo nada, sino que se limitó a mirar a su alrededor. Después de buscar, finalmente encontramos el fotomatón.

– ¡Por fin! – dije, arrastrando a Theodore conmigo. Pagamos las fotos en la máquina antes de entrar en la cabina, que era demasiado pequeña para los dos.

– Siéntate sobre mí – dijo Theodore, tirando de mí hacia su regazo. Mis ojos se abrieron de par en par por la sorpresa. Le rodeé el cuello con los brazos y los suyos me rodearon la cintura. Mi cabeza quedó exactamente debajo de la barbilla de Theodore.

Me incliné hacia atrás y sonreí suavemente, mirando a la cámara, mientras Theodore pulsaba el botón. El temporizador se puso en marcha...

En la segunda foto, Theodore me apretó las mejillas y presionó sus labios sobre los míos. En la tercera foto, nos limitamos a mirarnos, y yo le sonreí tímidamente a Theodore.

Cuando cae la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora