Capítulo 10

178 20 3
                                    

ARTHUR.

Olvido mi molestia, frustración, la traición de mi hermana y problemas, apenas salgo del ascensor y escucho el latido del corazón de Hell en mi oficina. Sintiendo una paz y calma poseerme por completo que hacía muchísimo tiempo no sentía, no desde antes de conocerla.

Me quedo parado frente a la puerta de mi oficina como un tonto durante minutos, buscando valentía para entrar de una vez por todas y observar a la mujer de mi vida sentada detrás de su escritorio, viéndose tan perfecta e inalcanzable.

Respiro profundo y tomo el pomo de la cerradura y abro, entrando y cerrando de una vez para evitar que mis empleados estén viendo cosas que no deben y no porque les tome importancia a las habladurías de pasillo, sino por Hell. No deseo que la vean como a una oportunista o una cualquiera, porque eso es lo primero que los humanos suelen decir para destruir a los demás por simple envidia.

Escucho la respiración de mi chica acelerarse por mi cercanía y eso me enloquece, me siento como un drogadicto en abstinencia cuando se trata de mi dulce Infierno, nunca tengo suficiente de ella. Su olor, el latido de su corazón, sus ojos, todo me encanta de mi Alma, de la mujer que fue para mí desde que estaba en el vientre de mi madre.

Juro que, al verla, sentirla, olvido por completo todos los años que estuve buscándola y mis pocas esperanzas de encontrarla alguna vez. Me importa poco y nada que Hell sea parte del clan con el que creé enemistad cuando era muy joven e inexperto, si tengo que pedirles perdón de rodillas cuando vaya a reclamarla, lo haré.

Por ella soy capaz de ir al mismísimo infierno con tal de tenerla entre mis brazos siquiera una vez.

—Hell, abre los ojos —le pido estando frente a su escritorio, me parece gracioso que esté cerrando los ojos cuando desde hace mucho pudo sentirme—. Por favor, Infierno.

No sé si mi chica tiene alguna clase de fetiche con que la llamen Infierno, porque al instante abre sus parpados para mí, maravillándome con su brillante mirada, apreciándome como si quisiera arrancarme la ropa y sé que yo no me quedo atrás, Hell sin hacer nada me calienta más que el sol en verano.

—¿Complacido, señor Youngblood? —Pregunta, haciendo énfasis en «señor», poniéndome duro al instante y lo único que me queda hacer es sonreírle con coquetería, no voy a hacer un comentario indecente sobre lo que ha ocasionado en mí que la haga sentir incómoda.

—Lo estoy, Infierno —contesto, viéndola tragar con dificultad. Recargo parte de mi peso en el escritorio y suelta una respiración ruidosa que me hace cerrar los ojos extasiado del más puro deleite de poner a mi Alma en el estado en que ella me tiene a mí—. Pero lo estaría aún más si pudiera poseer esa linda boquita tuya con la mía.

Hell se pone de pie y rodea con lentitud el escritorio, dándome tiempo de sentarme bien y abrir mis piernas para que se sitúe en medio de ellas. Sin embargo, sucede todo lo contrario, Infierno lo que hace es colocar sus manos en mis piernas y acariciarlas con sus uñas con una lentitud que me tiene mal.

—Vas a acabar conmigo, mi dulce Infierno. Estoy dispuesto a arder contigo, haz conmigo lo que quieras que soy tuyo, pero termina ya con esta distancia agónica por favor —suplico sin importarme en absoluto sonar como un maldito desesperado o que algún familiar esté escuchándome en este momento—. Por favor, Hell.

Como si mis palabras fuese lo que necesitase para continuar, recorre mis brazos con sus uñas hasta llegar a mi cuello, tocándolo con una lentitud agónica y colocándose en medio de mis piernas, encendiéndome más que a leña en chimenea.

—¿Qué quieres de mí, Jayden? —Inquiere bajito, muy cerca de mis labios, haciéndome soltar un suspiro cargado del más puro placer—. Porque sé lo que somos y estoy muriendo por terminar entre tus brazos y acabar con este irremediable deseo que me nubla la mente, es difícil respirar y pensar estando cerca de ti.

Secretos Oscuros © [LIBRO I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora