Capítulo 38

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HELL.

Gracias a mis desarrollados sentidos auditivos, puedo escuchar claramente los pasos de Astaroth subiendo las escaleras que dan hacia las puertas principales del castillo, dónde lo esperan los guardias reales de Lucifer con las puertas abiertas. Me aterra tener que hacerle frente por las represalias que sé que va a tomar en mi contra y de las que no sé sí vaya a salir intacta o siquiera con vida.

Después de que el hechicero me hablara de su pasado y enterarme de que es amigo de mi abuelo, este me confesó que Theodore le pidió hace un par de horas que le dijese si me encuentro bien o siquiera con vida porque todos están muy preocupados por mí y que ansían mi regreso.

—¿Has sabido algo del paradero de mi esposa, Lucifer? —Demanda saber mi captor con arrogancia y altivez, como si él estuviera muy por encima de todos, apenas entra en el salón principal del castillo y las puertas son cerradas detrás suyo.

Lucifer camina con la gracia y elegancia que le caracteriza e intuyo que tiene una enorme sonrisa en el rostro para fastidiar al desgraciado que me arruinó, pagaría lo que fuese con tal de poder ver el gesto de frustración y fastidio de Astaroth.

—¿Y por qué habría yo de saber algo de tú esposa? Es tu responsabilidad saber que está haciendo ella, no la mía —contesta con simpleza—. ¿Acaso ya hiciste huir a la pobre? ¿Qué le hiciste, hermano?

Mi aliado comienza a caminar y Astaroth le sigue de inmediato, tal cual un perro faldero y sonrío con ironía, si supiera Lucifer que mi queridísimo esposo lo quiere muerto no le daría la espalda con tanta facilidad. Aunque son mutuos los deseos de querer asesinar al otro, aunque por propósitos diferentes.

—Porque tú sabes cualquier cosa que sucede hasta en el más recóndito rincón del infierno, hermano —espeta con molestia—. Esa maldita perra hizo que la legión de demonios que permanece fuera de mi castillo le jurara lealtad e hicieran un pacto de sangre con ella, cosa que conmigo nunca quisieron hacer. La golpeé dos veces por eso lo suficientemente fuerte como para que muriera en cuestión de horas, pero desapareció sin dejar rastro alguno.

Lucifer suelta una fuerte carcajada y yo sonrío con suficiencia, mientras su esposo el hechicero me observa con curiosidad, él no tiene un oído y sentidos desarrollados como los míos, él es lo más parecido a un humano en la escala de criaturas mágicas o sobrenaturales.

—Astaroth está quejándose con Lucifer por yo haberle arrebatado la lealtad de la legión de demonios que permanece a las afueras del castillo —le informo y suelta una risita divertida—. Por cierto, ¿cómo te llamas?

—Isaac Relish, pertenezco al aquelarre de hechiceros Relish. ¿Aún hay hechiceros Relish vivos? —Inquiere con una mezcla de curiosidad y nostalgia—. Desde que vinimos acá con Lucifer perdimos todo el contacto con nuestra familia.

—Aún hay Relish vivos, cinco hechiceras de tu aquelarre estaban intentando romper mi maldición la noche que vine a parar aquí —contesto—. Por cierto, si ustedes no eran practicantes de la magia oscura, ¿cómo supo tu padre invocar a Lucifer?

Isaac no me contesta y yo me acomodo mejor entre los vestidos caídos para escuchar la conversación que mantienen afuera el par de príncipes demoníacos.

—Esa chica sí que sabe lo que hace, hermano. Tiene madera para ser una mejor líder que tú al conseguir en minutos lo que tú no conseguiste en más de cinco mil años —musita con burla y suelta una risita de lo más divertida—. Belcebú tenía razón al llamarte animal y decir que tu esposa no sobreviviría más de un mes a tu lado, la intentaste asesinar el mismo día que se efectuó la boda, imbécil.

Escucho un gruñido de Astaroth y pongo mi mayor esfuerzo para no salir de aquí y golpearlo, no sabría cómo defenderme. Si acaso y sé crear un escudo porque mi secuestrador me dijo lo que tenía que hacer para protegerme.

—Dime de una vez por todas si sabes algo de ella, Lucifer, no estoy de humor para tus bromas y jueguitos estúpidos —prácticamente escupe las palabras con odio y siento la energía del castillo tornarse muy oscura, sintiéndome inquieta al instante y observo a Isaac con horror, pero él se encoge de hombros restándole importancia.

—No soy tu marioneta o un simple demonio para que estés dándome órdenes y recuerda dónde estás parado, Astaroth —dice con un tono de voz bajo y aterrador, sabiendo de inmediato de cuál príncipe emanó la energía oscura—. No sé nada de ella y si lo supiera tampoco te diría una mierda para que no muera esa pobre desgraciada en tus manos.

Se hace un silencio tan tenso que me da la sensación de que el castillo comienza a vibrar como si estuviera ocurriendo un temblor y miro alarmada a Isaac, pero este tiene los ojos cerrados mientras mueve los labios muy rápido y saltan chispas a su alrededor, asustándome más por todo lo que está ocurriendo.

Tengo la sensación de que en cualquier momento Astaroth entrará a la habitación y me matará aquí mismo por haber huido del castillo y traicionarlo al robarme a sus demonios y aliarme con su enemigo.

—Entonces si no vas a decirme nada, hazte a un lado porque buscaré por mi propia cuenta a mi esposa en castillo y lamentarás haberla ocultado de mí —dice y avanza varios pasos hacia las escaleras cuando impacta contra una dura superficie y suelta un chillido.

—Estás en mi hogar y no permitiré que lo profanes con tu sucia e inmunda energía manchada de tanta sangre inocente, eres un demonio perezoso, pero el peor de todos en cuanto a inmundicia. Eres incluso peor que Belcebú el Señor de las Moscas —dice con un tono de voz tan serio Lucifer que se me ponen los vellos de punta—. Vete ya o lamentarás haber venido a perturbar mi paz.

—Entrégame a mi mujer y me marcharé de aquí —insiste Astaroth.

—La Strigoi no está aquí, olfatea el ambiente y te darás cuenta de que esa chica nunca ha puesto un pie en el castillo.

Isaac comienza a chasquear los dedos y chispas platas salen de su cuerpo y abandonan el armario, el hechicero debe estar haciendo algún tipo de barrera para impedir que Astaroth me encuentre y en silencio se lo agradezco, él y Lucifer están haciendo todo lo posible por protegerme de la bestia que se convirtió en mi esposo.

—¡Agh! Como me entere de que estuviste escondiendo a Hell, voy a asesinarte junto con tu hechicero y no estoy bromeando.

—No olvides que yo soy muchísimo más poderoso que tú, estás muy por debajo de mis tobillos en una escala de poder. Una amenaza más y voy a devorar tu asquerosa alma, Astaroth y ahora largo de aquí —las puertas principales del castillo se abren con un estruendo y se cierran de la misma manera.

El castillo queda sumergido en un silencio tan tenso que no me atrevo a siquiera respirar para no provocar que la ira de Lucifer caiga sobre mí, solo espero que este desafortunado encuentro no le traiga más problemas de los que ya tenía anteriormente con Astaroth.

Secretos Oscuros © [LIBRO I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora