Capítulo 3

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ARTHUR.

Sonrío ante lo irónica que es la vida mientras bebo de mi cáliz de sangre sentado en el comedor junto a mi familia. Durante décadas esperé encontrar a mi Alma, viajando durante años a distintos lugares del mundo en busca de ella y esta viene a mí cuando menos la esperaba, siendo parte de un clan con el que tenemos disputas desde hace más de cien años por mi culpa.

Cuando la reclame como mía a su clan se va a armar el drama de la década y es muy probable que tengamos más problemas o simplemente les de igual, no se hicieron responsables de los semihumanos que engendró Theodore Ainsworth en muchísimo tiempo, así que mucho menos lo harán de una nieta de este.

Bryony me observa con reproche desde el otro lado de la larga mesa y yo alzo la copa en su dirección, haciendo que nuestros padres y demás hermanos posen sus ojos en nosotros con sospecha. Nos conocen desde que nacimos hace muchísimos años como para darse cuenta de que algo ocultamos y ellos no están enterándose de nada.

—¿Algo que deseen compartir aprovechando que estamos todos reunidos? —Inquiere mamá, observándonos a ambos con las cejas enarcadas—. ¿Arthur? ¿Bryony?

Mi hermana mayor me señala con la barbilla y yo coloco con suma lentitud mi copa sobre la mesa, irguiéndome en la silla para deshacerme de la postura desgarbada que adopto en la comodidad de mi hogar cuando no estoy en la empresa o en la ciudad vampírica bajo Seattle.

—Encontré a mi Alma o, mejor dicho, ella me encontró a mí —comento con seriedad y escucho los jadeos colectivos provenir de mis familiares en compañía de un gesto de sorpresa—. Es una chica preciosa, joven y semihumana que no sabe siquiera que tiene en sus venas sangre vampírica y pertenece a un clan de mayor categoría que el nuestro, a uno de la realeza vampírica.

Los rostros de todos se contraen con estupefacción, menos el de Bryony que los mira con diversión. Nadie dice nada, parecen esculturas de cera sacadas de un museo y yo no me atrevo a mencionar algo para sacarlos de su letargo. Espero pacientemente que asimilen la información.

Sin hacer ruido, apoyo mis codos sobre la mesa y la barbilla sobre mis manos, cerrando los ojos segundos después. Estoy agotado, solo quiero acostarme a descansar y pensar en la mujer que fue destinada para estar a mi lado durante toda la eternidad.

Desde que me levanté supe que algo importante iba a suceder, las yemas de los dedos me picaban y sentía muchas ganas de llegar a la empresa cuanto antes y apenas estuve dentro del ascensor con Hell sentí que hilos invisibles comenzaban a formarse a nuestro alrededor y entrelazar nuestras almas.

Y algo que nunca había sentido antes con ninguna mujer, fuese esta vampira o humana, fue ese deseo primitivo de tocarla y hacerla mía, presentarla a medio mundo como mi Alma para que nadie se atreva a poner sus ojos en ella más de la cuenta y ese coqueteo en la oficina que estoy segurísimo que escuchó mi querida hermana, me puso muy caliente.

—¿A qué clan pertenece y por qué no sabe lo que es? —Pregunta papá, saliendo de su asombro y abro los ojos para contestarle.

—Al clan Ainsworth, es nieta de Theodore Ainsworth, el vampiro que hace aproximadamente sesenta años tuvo cinco semihumanos con una humana y luego la abandonó. El rumor es cierto y mi Alma es la prueba viviente de ello —comento con tranquilidad—. No sabe lo que es, por lo que deduje en los breves intercambios de palabras que tuvimos, no fue educada como una vampira y hoy llegó a la empresa famélica y tuve que hacerme cargo de ello, lo menos que deseo es que muerda a un empleado.

—De todos los clanes habidos y por haber, tu Alma tuvo que ser una niña que no sabe lo que es y pertenecer a un clan enemigo —añade Aidan con burla y papá le da una fuerte colleja, haciendo que suelte un alarido de dolor y alce los brazos en señal de rendición—. ¡Ya! ¡Ya! ¡No me burlo más de mi hermano menor!

Secretos Oscuros © [LIBRO I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora