Capítulo 50

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HELL.

Diez horas después.

Estoy asustada.

Nunca antes había sentido tanto miedo como el que tengo en este momento, Arthur se encuentra en peligro y quiero volver a casa con él y con los vampiros que reclutamos para asegurarme que se encuentran a salvo.

Más no puedo hacerlo, Nora me secuestró y bloqueó mis poderes para que no pueda escapar y desapareció, no sé pelear y mucho menos sé cómo defenderme. Siento que esto que hizo esa mujer es una especie de prueba para asegurarse de que no soy una inútil y que soy digna de portar el poder de su asqueroso hermano.

Algo me dice que si logro salir de aquí voy a recuperar el poder del que me adueñé.

Veo la puerta de madera al otro lado de la estancia y corro hacia ella lo más rápido que puedo y le doy una patada, haciéndola crujir bajo mi bota. Repito lo mismo diez veces y la madera sigue intacta como si nunca le hubiese pegado.

Pero no me rindo.

Le doy patadas y la intento derribar con mis hombros una y otra y otra vez, nada me importa más que ir a asegurarme que Arthur se encuentra bien, después de eso, puedo seguir discutiendo con mi familia todo lo que les dé la gana.

—¡Nora! ¡Sácame de aquí! —Grito, aunque no tengo la certeza de que ella o alguien más esté cerca, dado que no puedo escuchar ningún tipo de sonido, solo el que hago yo dentro de esta especie de bodega abandonada—. ¡Nora! ¡Ya déjame ir!

Golpeo más veces la puerta, tantas durante tanto tiempo que pierdo la noción de este y me dejo caer al suelo con la espalda pegada a la fría madera. Me duelen mucho los hombros y las piernas y estoy muy cansada, tengo un par de días sin alimentarme debido a que no quiero estar usándolo para tomar su sangre y mi hombre se niega a conseguirme en un banco de sangre el tipo que me gusta.

Tengo que pensar en cómo salir de acá, dado que no hay ventanas ni nada que me alerte si es de día o de noche, aunque puedo deducir que es lo segundo por el frío que se cuela por debajo de la puerta.

Nora dijo haber bloqueado el poder de Astaroth en mi cuerpo, pero no el mío, el que me pertenece por herencia de sangre. Así que me levanto del suelo con dificultad, pero con una nueva determinación en mente: derretir la maldita cerradura o quemar la puerta.

Pero necesito largarme de aquí a como dé lugar, Arthur me necesita y sé que algo le está sucediendo porque siento en carne propia los golpes que le están dando. Coloco las manos frente a la cerradura y empiezo a intentar que salga vapor, fuego, un rayo, lo que sea, porque necesito ir a ayudar al amor de mi vida.

No puedo dejarlo solo.

No puedo dejarlo a su suerte y más sabiendo lo pésima que la tiene.

—Tú puedes, Hell, tú puedes —me digo a mi misma, mientras hago lo que me enseñó Astaroth una y otra vez, esta mierda tiene que funcionar, antes lo ha hecho, ¿por qué en este momento sería la excepción?

Empiezo a llorar por la frustración y desesperación que estoy sintiendo por todo el sufrimiento que está experimentando Arthur y comienzo a golpear la puerta otra vez con mis puños.

—¡Me rindo, Nora! ¡¿Me has escuchado?! ¡Me rindo! —Grito y comienzo a jalarme el cabello con fuerza, caminando en círculos en este sótano, bodega o lo que sea que fuese en un tiempo pasado—. ¡Ayúdame a salir de aquí, por favor! Si alguien está escuchándome, por favor, por favor, necesito ayuda.

Abandono el maltratar mi cuero cabello y me hago un ovillo en el suelo mientras lloro, no quiero que le pase nada a Arthur, ¡quiero que este dolor pare ya! ¡Deseo que dejen de herirlo!

Secretos Oscuros © [LIBRO I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora