Capítulo 7

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HELL.

«Puedo ser tu sugar daddy, Infierno y tengo muy buenas ideas que te van a gustar», repite mi mente vez tras vez lo último que me dijo Arthur dentro de ese baño antes de alejarse de mí y marcharse, dejándome aturdida contra la pared por los estragos que dejó en mi cuerpo el suyo hace diez minutos.

Aprieto los muslos y suelto un suspiro tembloroso, me siento avergonzada por la manera en la que estoy tan húmeda y excitada siendo que Arthur solo tocó mis hombros cuando me acorraló contra la pared. No entiendo ni un poco este magnetismo absurdo que siento que nos envuelve cuando estamos muy cerca el uno del otro.

Sé que hay algo entre nosotros muy poderoso que nos une y lo poco que escuché en la semiinconsciencia que me produjo su sangre, Stephen dijo que las ganas que tenemos de arrancarnos la ropa cada vez que nos vemos es producto de un «lazo» y le creo, porque lo he sentido desde que vi por primera vez hace unos días en San Google al hombre que se convirtió en mi jefe.

Vuelvo al lavabo y termino de quitar de mi cuerpo el último pegoste de sangre seca y veo en el reloj digital que está encima del espejo la hora, dándome cuenta de que he pasado toda la jornada laboral durmiendo y que ya todos los empleados de la empresa que no harán horas extras deben estar por marcharse a sus hogares.

Y luego estoy yo, la chica nueva que parece estar vinculada a su jefe vampiro por un lazo y que pasó todo el día durmiendo después de chuparle la sangre a su superior como una sanguijuela, en su segundo día de trabajo. Lindo.

Me pongo la blusa que dejé horas atrás en la tapa del retrete y me doy un último repaso en el espejo, dándome cuenta de que mi piel luce más saludable y mi cabello más brilloso. Me veo cómo me siento, mejor, llena de vida.

Escucho los latidos lentos y casi agónicos de mi jefe y su hermano en la oficina, junto al sonido de unas llaves y papeles siendo ojeados, aunque no puedo determinar cuál de los dos es quién está haciéndolo.

Abro la puerta y salgo, cerrando tras de mí y siento al instante dos pares de ojos observándome de arriba abajo. Camino hacia mi escritorio y guardo en mi cartera la tableta de la empresa y el celular, no saqué nada más antes de tener mi crisis matutina y me la pongo sobre el hombro.

Me acerco hacia el escritorio de Arthur y le sonrío a ambos, observando más de la cuenta a mi querido jefe, aunque no es unilateral porque me observa como si quisiera comerme y eso me calienta más que el sol en verano.

Desvío la mirada hacia Stephen, sintiéndome avergonzada por mi comportamiento, quién nos observa con diversión y me entrega un sobre, el cual abro y veo dentro un montón de llaves y papeles, saco estos últimos porque es lo que me interesa y lo más importante.

Quiero saber cuánto le debo a mi jefe.

Abro los ojos con asombro al leer que compró el apartamento donde voy a vivir con mi madre y que los papeles están a mi nombre, continúo leyendo en busca del costo, sintiendo como se me baja la presión al ver el elevado costo.

—Voy a desmayarme, maldita sea —musito en voz baja, sentándome en la silla desocupada frente a Arthur, escucho a Stephen reír y le lanzo una mala mirada por estar burlándose de mí—. No sé cómo voy a hacer para pagarte tanto dinero y ni siquiera he leído los papeles de los autos, te debo hasta el alma, Jayden.

Arthur Jayden se une a su hermano en las risas y aprieto con fuerza el escritorio de mi jefe, astillando la madera y pongo los ojos en blanco, arrugando el ceño con molestia.

—Perfecto, una maldita cosa más que pagar —mascullo con hastío—. Ya sáquenme de aquí antes de que rompa algo más, por favor.

Mi jefe se relame los labios y luego se muerde el inferior sin dejar de observarme con intensidad, sintiendo como con dicha acción mis bragas se humedecen mucho más que en el baño si es que eso es posible y recordar que me ha llamado Infierno por nuestro coqueteo de ayer, es una clara indirecta de que está dispuesto a arder conmigo.

Secretos Oscuros © [LIBRO I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora