Capítulo 33

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STEPHEN.

Escucho a Britney llorar mientras se baña y siento mi corazón encogerse dentro de mi pecho por el dolor que mi compañera ha estado experimentando desde que su hija se desplomó en los brazos de mi hermano y no abrió más los ojos.

Tres meses y una semana ha pasado desde que Hell está inconsciente y es como si una parte de nosotros se hubiera ido con ella por la tristeza que se ha apoderado de todos al no poder hacer nada para traerla de vuelta.

Britney llora casi todo el día, pese a haber comenzado a estudiar en la universidad y Arthur, mi pobre hermano casi no habla y no sale de la habitación dónde se encuentra el ataúd hechizado con su Alma dentro.

En casa, mis hermanos y padres han estado más animados desde el nacimiento de mi hermanito menor hace dos meses y en parte comparto esa alegría y me encantaría pasar más tiempo con ellos y disfrutar de esta etapa, me encantan los niños y en algún momento amaría tener hijos con mi chica, seríamos buenos padres.

—Amor, ¿te gustaría que vayamos a dar un paseo? —Le pregunto apenas sale del baño con los ojos hinchados de tanto llorar—. No acepto un no por respuesta, dado que un pajarito me comentó que ya terminaste tus deberes de la universidad y no tienes nada que hacer.

Britney y yo nos mudamos juntos hace casi dos meses, mismo tiempo que tiene yendo a la universidad y fue una decisión acertada, dado que he sido una distracción para ella cuando ambos estamos en casa y la verdad es que no quiero dejarla sola en ningún momento del día, me aterra que sufra una crisis de ansiedad estando sola.

—No tengo muchas ganas de salir —murmura y sorbe su nariz—. Mejor quedémonos en casa y hagamos alguna cosa, por favor.

—Lo mismo me has dicho todas las veces que te he pedido salir, Brit —respondo sintiéndome dolido, más no se lo hago saber cerrando mis pensamientos completamente dado que no quiero ser un motivo más de sufrimiento para mi chica, yo quiero hacerla siempre feliz—. Solo por hoy salgamos, dame una oportunidad, solo una para hacerte pasar un buen momento y que te olvides de todo, por favor, por favor amor.

Mi chica me sonríe y asiente, bien, solo tengo una oportunidad para hacer que la pase tan, pero tan bien que olvide todo lo malo que le ha pasado en su vida al menos durante un par de horas y tengo el plan perfecto para ello, dado que algunas noches después de hacer el amor hemos hablado al respecto sobre ello.

Le pediré que sea mi esposa.

Ya tengo el anillo de compromiso, lo mandé a hacer con la casa joyera de la que hemos sido clientes durante décadas hace un par de semanas y esta mañana me llamaron a la oficina para avisar que ya estaba listo y no me importó dejar el trabajo botado con tal de ir a buscar nuestras alianzas.

—A veces me da miedo cuando te quedas mirándome con fijeza y sin dejar de sonreír —dice con diversión y me guiña un ojo—. Pero recuerdo que eres mi Alma y se me pasa. Gracias por no dejarme caer y estar para mí en todo momento, te amo tanto Stephen Milán y estoy tan feliz de tener a un compañero tan bueno y comprensivo como tú.

Tomo a Britney entre mis brazos y la alzo, haciéndola girar por los aires y suelta una risita que me calienta el alma, es la tercera vez que la escucho reír en tres meses y para mí es la mejor melodía que podría escuchar en mi vida.

—Siempre voy a estar para ti, amor. Cada día al despertar y al irme a dormir, lo hago inmensamente feliz por tenerte a mi lado, mi mujer maravilla, la más fuerte y valiente del mundo entero, haces que mi vida sea mejor y me haces ser un mejor hombre para ti —digo con la voz enronquecida por el llanto reprimido a duras penas, a la mierda pedirle matrimonio en nuestra cita, lo haré ahora mismo. La coloco de vuelta en el suelo y me arrodillo frente a ella, sacando de mi camisa la cajita de terciopelo que contiene nuestras alianzas de compromiso, abriéndola y enseñándole lo que hay dentro—. Nunca me sentí tan seguro de algo en mi vida, como de querer que seas mi esposa y de anhelar con todo mi ser vivir junto a ti por toda la eternidad. Jamás había sido tan feliz en mi vida como lo soy desde que te encontré y mi mayor deseo es brindarte la misma felicidad o mucha más, tanta, pero tanta que olvides todo lo malo que has vivido, te amo tanto, pero tanto, que haría cualquier cosa con tal de verte feliz.

En este instante, Britney y yo somos un mar de lágrimas, ella se arrodilla frente a mí y nos abrazamos y me quita la cajita de terciopelo de la palma de mi mano tan rápido que no me da tiempo de reaccionar.

—¿Te gustaría casarte conmigo? —Me pregunta con los ojos brillosos por las lágrimas no derramadas y con un gesto de absoluta felicidad que no le había visto desde que la acompañé a inscribirse en la universidad días antes de que mi cuñada quedara inconsciente. Sacando de la cajita mi alianza de matrimonio, asiento con efusividad, arrancándole una sonrisa y extiendo mi mano para que deslice el anillo sobre mi dedo.

—Me casaría contigo, una y mil veces de ser necesario. Eres la única mujer que quiero en mi vida y con la que deseo pasar la eternidad, no hay ni habrá nadie mejor para mí que tú, Britney Milán Ainsworth James —contesto mirándola a los ojos con todo el amor y devoción que siento y tengo por ella, la mujer de mi vida—. ¿Te gustaría casarte conmigo y compartir con este hombre que te ama más que a su propia vida toda la eternidad?

Le quito con suavidad la cajita de terciopelo y retiro su anillo de compromiso, una preciosa alianza de oro blanco con tres flores en la parte superior, cada una con un diamante en el centro.

—Me casaría contigo las mil y una vez que me propongas matrimonio y en cada ocasión me pondré tan feliz como en este momento. Me quiero casar contigo y convertirme en tu esposa desde el momento en que nos vimos y no hay día en el que no haya soñado convertirme en tu esposa, Stephen Milán Youngblood. A tu lado he aprendido una vez más a ser feliz y haces que cada día sea mejor que el anterior.

Secretos Oscuros © [LIBRO I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora