Capítulo 11

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HELL.

Me quedo sin aliento al escuchar lo último que le dice Arthur a su hermana y entro con la cabeza gacha a la oficina, murmurando una disculpa por la interrupción y tendiéndole los papeles a mi jefe, papeles que firma con una velocidad vertiginosa.

Le da una de las copias a su hermana y esta no vuelve a decirle nada, dirigiéndole una mirada de súplica que es ignorada para terminar marchándose con rapidez de la oficina. Arthur respira como un animal rabioso, dándome un poco de miedo.

Luce como alguien peligroso e implacable, dándome la sensación de que es capaz de destruir a quien intente joderle la vida y al parecer, su manera de destruir a su hermana fue sacándola de su vida y cortando cualquier vínculo existente entre ambos.

Me siento detrás de mi escritorio y envío a su ordenador el recordatorio de que tiene en una hora una junta de negocios muy importante que no debe cancelar y seguir posponiendo, eso repercutiría de forma negativa en la empresa.

Evito mirar a Arthur a toda costa, no me gustaría ser el siguiente objetivo de su ira, siento muy dentro de mí que él sería incapaz de hacerme daño, pero no descarto que me diga algo hiriente por haber cambiado la rutina que ya tenía establecida antes de mi llegada a su vida.

—¿Me tienes miedo, Hell? —Pregunta y niego con la cabeza de inmediato, escuchándolo reír sin una pizca de gracia, mirándolo de reojo solo para encontrarlo observándome dolido—. No me mientas, por favor, no tú.

Siento mi corazón hacerse pequeñito por el tono de voz que emplea Arthur para hablarme y trago con dificultad, lo he herido con mi actuar distante, pero no se me puede culpar por reaccionar de esa manera, no le conozco realmente.

—No lo sé, es confuso, algo dentro de mí me dice que eres incapaz de hacerme daño —admito en voz alta, haciendo que Arthur comience a caminar con lentitud hacia mí—. Pero me asustó mucho verte tan enojado con tu hermana, no sé qué sucedió entre ambos, pero, espero que puedan solucionar.

Arthur sonríe, pero la sonrisa no le llega a los ojos, imagino que está triste por todo lo que ha pasado en su vida que no tengo la más mínima idea de lo que sea.

—Jamás te haría daño de ninguna manera, protegerte y cuidar de ti es mi prioridad, Shayden —musita con dulzura, haciendo que mi corazón se acelere por sus palabras y cercanía—. Lamento que me hayas visto así, pero ya estoy cansado de todas las traiciones que he vivido en manos de mi hermana mayor. Después de vivir más de cien años a su lado, quiero estar muy lejos de ella durante un larguísimo tiempo, solo deseo que me deje en paz.

Cierra los ojos y apoya la frente contra la pared que está a mi izquierda y comienza a sollozar como si la situación le doliera y pesara muchísimo. No puedo siquiera imaginar lo mucho que debe doler ser traicionado por alguien que amas, por tu propia sangre. Me sentiría morir si mamá me traiciona.

Me pongo de pie y rodeo el escritorio con rapidez, posicionándome detrás suyo y abrazándolo muy fuerte, solo quiero que esté bien y no sufra más.

—No te puedo prometer que su relación va a mejorar, porque eso no lo sé, pero sí se que vas a estar bien y que las heridas que ha dejado tu hermana en ti van a sanar —susurro y apoyo mi cabeza en su espalda—. Vas a estar bien, Jayden.

Lo abrazo lo más fuerte que puedo y sus sollozos aumentan, no sé qué hacer ni qué decirle para que se calme, pero voy a estar aquí para él, así como lo ha estado para mí desde que nos conocemos. Arthur merece solo cosas buenas y mucha felicidad en su vida y yo estoy dispuesta a darle mucho amor y felicidad, tanto que olvide todo lo malo que le ha sucedido.

—Tengo que contarte la razón por la cual tu familia me odia y empezó la enemistad entre nuestros clanes, es justo que lo sepas y más estando ambos destinados —susurra muy bajito y se da la vuelta entre mis brazos para abrazarme también, escondiendo su rostro entre mi cuello y hombro—. Fui un tonto impulsivo, lo admito y todo ocurrió por mi culpa.

—¿Por qué dices eso? —Pregunto con cautela—. Me gustaría estar al tanto de lo que sucedió en caso de que tenga que abogar por ti en un futuro, no te dejaría solo jamás y voy a intentar protegerte con todas mis fuerzas.

Arthur respira profundo y me aleja de su cuerpo con delicadeza para comenzar a caminar de un lugar a otro en la oficina, imagino qué, preparándose mentalmente para contarme ese suceso que lo marcó y condiciona su presente.

Mamá me contó que el odio de los vampiros puede durar durante siglos si les hiciste algo grave y en caso de haber asesinado a un miembro de ese clan, pueden cobrarte la deuda de sangre con lo que tú más ames y por cómo pinta la situación, tengo la certeza de que Arthur asesinó a un miembro de mi clan y por eso la enemistad.

No hay que ser un adivino para atar cabos y llegar a tal deducción.

—Cuando tenía aproximadamente veinte o veinticinco años era muy estúpido, ¿sabes? Participaba en peleas clandestinas de vampiros y me creía invencible, nunca me habían derrotado y mucho menos llegado a herir de gravedad debido a mi rapidez y excelentes reflejos —comienza, mirando la ciudad desde el enorme ventanal con las manos dentro de los bolsillos delanteros—. Hasta que apareció Isaac, hijo menor del patriarca de tu clan. Él me derrotó no solo una vez, sino en cinco ocasiones y eso me tenía rabioso, no lograba explicarme como alguien como él pudo haberme vencido.

Se queda silencio y lo escucho tragar con dificultad.

—¿A qué te refieres con "alguien como él"? —Pregunto con una ceja enarcada, no me gusta cuando se expresan así de otras personas.

—A un bueno para nada sin ninguna clase de ambición más que follar mujeres humanas y beber su sangre hasta asesinarlas, para nadie era un secreto que él era la oveja negra de su clan y el hazmerreír de ellos porque lo consideraban un inútil que solo causaba problemas, pero aun así lo amaban y protegían con locura —susurra—. Una noche lo reté a una pelea, le dije que sería la última y así fue, creyó que podría derrotarme una vez más sin haberse alimentado durante un mes, yo eso no lo supe hasta después de su muerte. Creí que estaba tan fuerte como siempre y por un error de cálculo de fuerza, terminé arrancándole la cabeza.

Suelto un jadeo horrorizado y él me observa con tristeza y arrepentimiento, no le respondo porque estoy sorprendida, es como si mis cuerdas vocales se hubieran cerrado por completo. Esperé que lo asesinara de otra manera y no que lo hiciera arrancándole la cabeza.

—Yo no quise asesinarlo, Shayden. Si hubiese sabido que ese tonto no se había alimentado en un mes jamás le habría propuesto eso, te lo juro —dice con desesperación, caminando hacia el lugar donde estoy—. Tienes que creerme, Infierno, por favor. Puedo hablar con la esposa de mi tío para que te enseñe a utilizar tus dones y tú misma puedas ver en mis memorias y comprobar que lo que digo es cierto, pero no me alejes de ti.

Secretos Oscuros © [LIBRO I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora