Capítulo 13

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HELL.

Camino de un lugar a otro en la sala de estar bajo la atenta y divertida mirada de mi madre, me encantaría verla en la misma situación cuando conozca a su pareja destinada y comiencen a salir y sabiendo lo nerviosa que es, estaría en peor estado que yo.

Me doy un último repaso en el espejo de la sala de estar para verificar por milésima vez que mi maquille y ropa estén perfectos, quiero lucir como una diosa inalcanzable.

—Voy a hacer algunos cursos de diseño y desarrollo de páginas web, diseño gráfico e ilustración digital —me informa mamá con un brillo en sus ojos que no había visto jamás, estar lejos de la abuela le hace tanto bien y no me voy a arrepentir jamás de la decisión que tomamos de marcharnos de casa—. Quiero aprender a hacer algo más aparte de las labores del hogar, quiero poder ayudarte con los gastos y ser independiente económicamente para dejar de ser una carga para ti, hija.

Dejo de mirarme en el espejo como una loca obsesionada por su aspecto y volteo a ver a mi madre, encontrándola cabizbaja en el sofá mirándose las uñas. A mí no me pesa y mucho menos me molesta trabajar para darle cosas a mi madre, ella es una reina y se merece el mundo entero.

Me arrodillo frente a ella y entrelazo sus manos con las mías, Britney Ainsworth, la mujer más fuerte del mundo alza su mirada azulada y me observa con vergüenza y vuelve a bajarla. A este indefenso ser la abuela le pisoteó tanto la autoestima hasta destruírsela por completo.

—Mamá, nunca vas a ser una carga para mí. Tú me has cuidado lo más que has podido toda tu vida sin importarte someterte a las vejaciones que sufriste en manos de esos seres que ni siquiera merecen que le llamemos familia. Ahora es mi turno de cuidar de ti, de protegerte, de darte un techo y poner un plato de comida para ti en la mesa —musito con todo el amor y cariño que le tengo a mi progenitora, esta mujer lo es todo para mí y siempre va a ser el ser más importante en mi vida—. Nunca serás una carga, si quieres estudiar, hazlo por ti, por querer aprender cosas nuevas, por hacer lo que no pudiste cuando tenías mi edad. Eres joven, hermosa e increíble.

Abrazo a la mujer que me dio la vida y suelto un suspiro tembloroso, no miento cuando digo que protegerla será siempre mi prioridad. Es la única familia que tengo y por ella daría mi vida si es necesario.

—Tanto que parecemos hermanas en lugar de madre e hija —contesta con un tono de voz bromista e intenta sonreírme cuando nos separamos, aunque la sonrisa no llega a sus ojos—. Muchas gracias por tanto amor, cariño y comprensión, Shay. Vamos, ponte de pie que en unos minutos debe estar por llegar tu príncipe azul.

—De haber sido diferente tu vida, ¿qué te habría gustado ser? —Inquiero con suavidad después de haberme levantado y tomado asiento junto a ella en el sofá—. Quiero conocerte un poco más, aquí puedes hablar que nada te sucederá mamá.

Cierra los ojos y apoya sobre el respaldo la cabeza, respira profundo y luego exhala con lentitud tomándose su tiempo para contestar. Solo quiero que sea feliz, tan, pero tan feliz como nunca antes lo había sido.

—Ha llegado tu príncipe azul con compañía, escucho dos latidos muy similares. Agudiza tus sentidos y dime si reconoces a alguno, Shay —me pide mamá abriendo los ojos un poco alarmada y con la respiración agitada y no es precisamente por miedo, es por alguien más.

Hago lo que mamá me pide y reconozco de inmediato el latido de Arthur y el de Stephen, me pongo de pie y comienzo a caminar hacia la puerta para abrirles sin quitarle los ojos de encima a mi madre, quién observa la puerta con ansias y con el irremediable deseo conocer el otro latido que está igual que el suyo.

—Es Arthur y su hermano mayor Stephen —respondo sin dejar de verla lucir en estado shock, me asustaría si ella fuese completamente humana y pudiera sufrir un ataque al corazón—. Voy a abrirles la puerta, ¿estás de acuerdo con ello?

Secretos Oscuros © [LIBRO I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora