Capítulo 24

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HELL.

«Lena James logró dar con la dirección del apartamento y en este instante se encuentra dentro de el en compañía del señor Edward Ainsworth», se repite en mi mente ves tras ves las palabras de Arthur desde que llamó hace unas horas al bisabuelo George.

Mi mayor preocupación en este momento es que mamá se fue con los abuelos George y Theodore junto a muchos otros familiares a ponerles un alto a esas dos escorias y traerlas al clan. Pese a saber que nada va a sucederle, no puedo no preocuparme por ella, puesto que su papel en esta especie de misión es actuar como carnada y su seguridad está a cargo de los demás y todos son muy fuertes, incluyéndola.

Desde su transformación, su piel se endureció tanto que puedo jurar que es tan dura como el acero y puedo dar fe de esto porque ella me pidió que intentara apuñalarla con diferentes tipos de armas antes de marcharse para que me quedara tranquila y ninguna pudo traspasarla, todas se rompían.

—¿En qué piensas tanto? El ruido que hace tu mente no me deja concentrarme en nada —murmura Sheila, tomando asiento a mi lado en el gran comedor comunitario familiar del clan, algo que me gusta mucho de este lugar es que mis familiares, vampiros de sangre, tratan a los convertidos como si fueran un miembro más de la familia, cosa que no sucede en otros clanes según me estuvieron comentando—. Relájate, la tía Britney va a estar bien, todos van a estarlo, esas dos basuras no son nada en comparación a nuestros familiares, los aplastarán.

Sheila es la más cercana en edad a mí, es hija de uno de los hermanos del abuelo Theodore y la que más se ha tomado la molestia en hacerme sentir cómoda he ido enseñando acerca de las leyes de sangre, reglas por las que nos regimos los vampiros y el funcionamiento del clan y del mundo vampírico que hace vida bajo Seattle y controla el sistema financiero de la ciudad.

—En mamá, pese a saber que está en buenas manos y que es muy fuerte, no puedo no preocuparme. Durante toda mi vida solo la he tenido a ella y me inquieta demasiado el regreso de mi abuela y el tío Edward a nuestras vidas, porque eso solo significa problemas —respondo mirándola con preocupación—. Lo único que deseo es que ellos desaparezcan y que se deshaga el hechizo que me fue puesto cuando era una niña para ya no ser débil, ¿te puedo confesar algo?

Sheila asiente de inmediato y me invita a ponerme de pie, pese a que aquí todos son seres confiables, lo que le diré no quiero que alguien más lo escuche porque sé que se lo dirán a los abuelos cuando regresen.

—Nuestro patriarca no les tendrá piedad e impartirá justicia, no te preocupes, todo va a estar bien —me guiña un ojo, guiándome entre las edificaciones de la mini ciudad que construyeron entre las montañas a las afueras de Seattle, reconociendo el sitio al que me lleva, porque fue el lugar al que me vine después de huir de la oficina del bisabuelo hace ya dos semanas—. ¿Qué sucede?

—Creo que la abuela reforzó el hechizo que me mandó a colocar cuando era una niña —susurro y tomo del suelo una piedra pequeña que lanzo al lago haciéndola rebotar cuatro veces antes de que se hundiera en las aguas y repito la acción tantas veces como puedo—. Desde hace más de cuatro días dejé de sentir deseos de consumir sangre y de parecerme atractivo su olor, me produce asco y siento muchas ganas de llorar cuando le doy un sorbo al cáliz que me regaló mi pareja estando en la mesa con ustedes, ya no puedo seguir fingiendo que estoy bien.

Sheila se toma su tiempo para contestar y yo me quedo observando la inmensidad del lago, extraño mucho a Arthur y la semana maravillosa que pasamos juntos cuando nos conocimos, por medio de mis sueños vi lo que ocurrió la última vez que estuvo en su clan y lo difícil que ha ido todo para sus padres, hermanos y él, quién no deja de mirarse las manos cuando nadie le está prestando atención.

Secretos Oscuros © [LIBRO I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora